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  • Diario Digital | sábado, 20 de abril de 2024
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El continuo caminar de Camilo Barriga, el poeta que sembró su legado en salud mental

El poeta, ensayista y traductor murió a los 28 años, en 2020. Sufría el trastorno de bipolaridad y vivió de cerca la falta de atención especializada en el tema. Sus papás crearon la fundación Thaskiy (Caminar) que busca impulsar y brindar un espacio para el arte y la cultura. 

Jardín en la fundación Thaskiy, donde están la fotografía, los poemas y las cenizas de Camilo Barriga./ NICOLE VARGAS-CORTESÍA
Jardín en la fundación Thaskiy, donde están la fotografía, los poemas y las cenizas de Camilo Barriga./ NICOLE VARGAS-CORTESÍA
El continuo caminar de Camilo Barriga, el poeta que sembró su legado en salud mental

“Ese es el espacio de Camilo”, dice Ximena Dávalos señalando un pequeño jardín cercado. En el interior hay un sendero de piedras por donde se puede caminar al borde de las plantas. Al fondo, en la pared, están pintados, en letras grandes, fragmentos de los poemas de Camilo y al costado se aprecia su foto. Más abajo, hay una pequeña planta de guayabo adornado con lirios amarillos. Ximena cuenta que ahí, en una urna, están las cenizas de su hijo, así como él quería, transformarse en vida después de la muerte. 

Camilo Barriga Dávalos vivió menos de lo que muchos de sus conocidos hubiesen querido. Pero, en ese lapso de 28 años hizo mucho más de lo suficiente para dejar una huella de su paso por la vida. Tanto así que su memoria pervive en Aiquile, con la fundación Thaskiy (Caminar), creada por sus papás, David Barriga y Ximena Dávalos, quienes transformaron su dolor en un espacio de promoción y fomento al arte y la cultura, además de convertirse en voceros de los estragos que puede ocasionar no atender un trastorno mental, así como el que padecía Camilo: la bipolaridad. 

Barriga es descrito de varias maneras. El poeta, el ensayista, el traductor, el que sonreía, el que quería viajar a Ítaca, el joven brillante. Pero también era la melancolía, el dolor y el sentirse encerrado en un cuerpo que no terminaba de comprender. Su vida fue tan intensa como su sentir.  

Camilo estudió Artes Liberales en Earlham College, en Estados Unidos. / NICOLE VARGAS-CORTESÍA
Camilo estudió Artes Liberales en Earlham College, en Estados Unidos. / NICOLE VARGAS-CORTESÍA

Camilo nació el 26 de julio de 1991, en Sucre, Chuquisaca. Su infancia se resume en curiosidad, alegría y travesura. Los libros llegaron rápido a su vida a través de su hermano mayor, Pablo, además de una búsqueda personal en la adolescencia. Así también llegó el arte como una respuesta a sus preguntas. 

A los 16 años migró a Cochabamba junto con su familia. “Fue un típico adolescente rebelde”, cuenta su mamá. Entre sus travesuras tuvo un accidente de tránsito, que libró con suerte, pero sirvió de reflexión sobre sus acciones en ese momento. 

Poco después viajó a La Paz a pasar clases en el Teatro Los Andes, lo que despertó mayor sensibilidad en él. 

En esa constante búsqueda de nuevas experiencias postuló a la beca que otorga el Colegio del Mundo Unido de Costa Rica y viajó hasta la capital del país caribeño, San José, para completar el bachillerato. 

“Quería volar”, recuerda Ximena. 

A su retorno a Bolivia cursó unos semestres de Literatura, en la Universidad Mayor de San Andrés, en La Paz. Luego, postuló a varias universidades del exterior. Recibió la respuesta favorable de Earlham College, ubicada en Indiana, Estados Unidos, donde estudió la carrera Artes Liberales, equivalente a una licenciatura en Teoría Social, con una mención en Filosofía. 

Durante esa etapa comenzaron los primeros signos de lo que luego descubrieron era el trastorno de bipolaridad. Inició con problemas para dormir, no podía descansar bien en las noches y estaba cansado durante el día. De esa forma comenzó su primer tratamiento psiquiátrico luego de recibir su diagnóstico. 

La Organización Mundial de la Salud explica que el trastorno de bipolaridad se caracteriza por la presencia de episodios de euforia e hiperactividad alternados con etapas de depresión y otros de aparente “normalidad”.

La historia clínica de Camilo aún no está construida. Por ahora, sus padres siguen recopilando los datos a través de testimonios de otras personas y lo que fueron viendo desde que volvió de Estados Unidos. 

“Él estaba desanimado, como si no tuviese energía, siempre cansado. Luchaba mucho por vencer esa falta de ganas. Le costaba hacer las cosas más simples”, cuenta Ximena. 

Mientras se abría un camino propio en la literatura boliviana, también buscaba ayuda de psiquiatras. Fue a varios especialistas sin que encuentre la respuesta que necesitaba. 

“Cómo buscar referencias en un tema tan tabú, casi prohibido. Cuando se habla de    bipolaridad, en general, la gente asume una actitud con cierta distancia, como si fuera un tema no solo no conocido, sino incluso peligroso”, explica Dávalos. 

“La mayoría de las familias tratan de negarlo, no entendemos los grados, los matices de la bipolaridad”, añade David.

Ambos padres coindicen que, en estos casos, es recomendable que toda la familia haga terapia, no solo la persona que sufre el trastorno. “Debió ser una ayuda más informada. No sabíamos exactamente lo que pasaba. Sí veíamos ese cansancio y, en algunos otros momentos, que eran los menos, ese otro lado de la bipolaridad, que es la euforia”, recuerda Ximena. 

Camilo era poeta, ensayista y traductor./ NICOLE VARGAS- CORTESÍA
Camilo era poeta, ensayista y traductor./ NICOLE VARGAS- CORTESÍA

ESCRIBIR Y CAMINAR 

Camilo decía que escribir y caminar lo salvaban. Eran las actividades que prefería hacer. Mientras intentaba descubrirse a sí mismo y entender lo que le estaba pasando también empezó una carrera como escritor, ensayista y traductor. 

Barriga fue codirector, coeditor y traductor de la editorial Últimos atardeceres sobre la Tierra y coeditor y colaborador de la revista Esparpajo, entre otros trabajos que desempeñó como asistente en Earlham College. 

Algunos de sus textos publicados son el poemario “Anus solaris ó la máquina de sodomizar a todos” (2019) y las traducciones “Palabras aparte”, de Jonas Mekas, “El último ermitaño”, de Michael Finkel, y “Vita: Vida en una zona de abandono social”, de Joao Biehl, entre otros. 

También suma varios ensayos publicados, como “Contra una metafísica del cuerpo” y “Aproximaciones a la poesía concreta visual en Palabra Desorden de Arnaldo Antunes”. 

“Sin duda, lo contaría entre los cinco estudiantes más dotados intelectualmente a los que he enseñado en más de 30 años de docencia. Durante sus años en Earlham, el Sr. Barriga Dávalos luchó con algunos problemas de salud mental que a menudo se tradujo en su incapacidad para completar su trabajo de manera oportuna. Dicho esto, cuando terminaba su trabajo, asistía a clase y hacía sus lecturas, sus excepcionales capacidades intelectuales eran bastante evidentes”, describe sobre Camilo su profesora JoAnn Martin, docente de Antropología de Earlham College. 

Ximena relata la lucha que tenía su hijo consigo mismo para poder lidiar con su trastorno sin perjudicar sus actividades diarias. Ese esfuerzo que ponía para mantenerse despierto en el día se traducía en largas horas de ejercicio con la idea de mejorar su descanso en las noches; sin embargo, seguía sufriendo largas horas de desvelo nocturno a causa de las apneas de sueño.

“Camilo tenía mucho magnetismo, vivía intensamente. Transmitía su tristeza o melancolía como su alegría. Tenía un sentido del humor increíble y una gran capacidad para enlazar los hechos cotidianos con reflexiones filosóficas”, cuenta su papá.

En la última etapa de su vida, a raíz de su trastorno mental, comenzó a consumir sustancias psicoactivas. 

Uno de sus últimos ensayos académicos fue escrito en una casa de descanso para ancianos, donde llegó luego de una recaída con las drogas. Pese al desánimo que sentía en aquel momento, recibió cartas de recomendación de sus profesores para postularse a una maestría en Antropología en una universidad brasileña, lo que lo motivó a continuar con el proceso. Esa beca le llegó a otro postulante.

Camilo murió el 15 de marzo de 2020 a causa de un accidente neurovascular. 

Gran parte de su obra aún permanece inédita, guardada entre sus papeles, sus libros o su computadora, porque, además de su labor literaria, también se estudiaba a sí mismo. 

El poemario y dos traducciones que publicó Camilo Barriga en Bolivia./ NICOLE VARGAS-CORTESÍA
El poemario y dos traducciones que publicó Camilo Barriga en Bolivia./ NICOLE VARGAS-CORTESÍA

“Cami era brillante. Creo que es deber mío y de su familia continuar con sus proyectos inconclusos y también difundir la rica obra que nos dejó. De su postulación a la universidad brasileña solo quedó un borrador, que yo edité solo en la forma para conocimiento de sus profesores, que siempre fueron su inspiración en su batalla por sentirse vivo y pensante; y también de todos quienes quieran continuar la urgente investigación social que él quería hacer para entender, con dignidad y pertinencia, a las personas que sufren los denominados trastornos mentales”, indica Dávalos.

La muerte de Camilo fue una pausa en la vida de su familia. Como si el mundo se hubiese detenido ese instante. Cuando Ximena recibe la pregunta de cómo siguió su vida después de ese hecho, no encuentra palabras precisas para explicarlo. 

“En el esfuerzo de describir creo que puedo decir que entré en una especie de ‘agujero negro’, en el que la palabra dolor es la primera, pero a la vez totalmente insuficiente. Hay una mezcla de dolor, vacío, culpa, frustración infinitos y el deseo de morir”, dice.

EL LEGADO 

Una vez que la presencia física de Camilo se fue, las opciones se acortaron para Ximena y David. No había muchos caminos que tomar. Era encontrar algún motivo para seguir aquí o morir. Eligieron la vida. 

Tomando todo el dolor de lo que había sucedido, nació la fundación Thaskiy. “El nombre se debe a que a él le encantaba caminar; asimismo, caminar es parte de la palabra Camilo. En lo personal y familiar, es un esfuerzo por convertir el dolor en algo útil y entonces la pérdida se hace más llevadera, aunque no desaparece nunca”, sostiene Dávalos.

Explica que, a partir de esa experiencia, comenzó a recibir terapia psicológica y que el amor de sus otros dos hijos, Laura y Pablo, le ayudaron a salir adelante. 

“(Queríamos) honrar su memoria con una fundación que un día, ojalá, pueda apoyar a todo lo que él amaba, como el arte, y a las personas y familias que pasaron por lo que él pasó”, afirma Ximena. 

Cuando ella planteó la idea de comenzar este espacio, se sumaron David y otras personas más de la familia para poder materializarlo. 

El lugar elegido fue Aiquile, donde Ximena tiene una casa de campo familiar. Poco a poco fueron adaptando el espacio. Hoy, cuenta con un área de exposiciones, otro para hacer conciertos en el jardín y para dar clases de charango.

La fundación Caminar tiene un plan de trabajo enfocado en actividades artísticas periódicas y, pronto, de investigación. Se organizan exposiciones, conciertos y talleres educativos abiertos para todo público. 

Entre sus próximas clases darán un taller de literatura y poesía, y organizarán una presentación de títeres por el Día del Niño. 

A futuro buscan otorgar algún tipo de financiamiento a jóvenes vinculados al arte, para impulsar y motivar su trabajo. También desean que la fundación se convierta en un espacio donde las personas que sufren estos trastornos encuentren un lugar para pasar un descanso amable e integral. 

La fundación se sumó recientemente al Comité asesor de entidades voluntarias para el cuidado de salud mental del departamento de Cochabamba, impulsado por la secretaria de Salud, Daysi Rocabado, a través de la Gobernación. 

Dávalos destaca el trabajo que lleva adelante este comité y la elaboración del Plan Integral de Salud Mental, mediante el que se busca tomar acciones de concientización sobre el tema en el departamento. 

Los padres de Camilo coinciden en la urgente necesidad de informarse, de reforzar la comunicación con los hijos y de saber pedir ayuda. “Tratar de no sentir ese extraño miedo o vergüenza. Hoy, creo que ya se puede hablar del tema en nuestro país. Hace tres años eso era muy difícil. Yo diría que lo primero es romper el silencio, es decir, buscar con quiénes se pueda hablar del tema: profesionales de las ciencias médicas y sociales”, describe Ximena. 

Dice que la identificación de “enfermedad mental” tiene una carga bastante alta de discriminación y estigma, con los que se debe combatir. 

“Los hijos te escogen, por alguna razón. Quisiera que todos los padres vivan intensamente con sus hijos todos los días, gozarlos, desde niños con sus travesuras, o de grandes, con sus conflictos”, dice David. 

Paralelamente, Ximena recomienda establecer canales de contacto entre las familias que pasaron o están pasando por situaciones similares, para que, juntas, puedan recibir información sobre el tema. 

“Creo que hoy se empieza a asumir que el trastorno mental puede tener un origen psicológico, familiar social o químico y que, de todas formas, esos tres factores se combinan... pienso que en ningún caso se debe dejar sola en la terapia, menos en el afecto y otras necesidades materiales, a la persona que sufre un trastorno mental”.

Una semana antes de la muerte de Camilo, él y su papá fueron a un retiro con el objetivo  de que pueda valorar la vida nuevamente. Aunque también fue una suerte de despedida entre ambos. Al mes siguiente tenían que repetir la actividad, pero eso no pasó. 

“Camilo me enseñó que hay que hacer los mayores esfuerzos para entender a los hijos, en su lenguaje no verbal, en sus silencios (…) a veces no tenemos la capacidad de detenernos para sentir”, indica David. 

La vida del poeta se siente y se ve en sus libros, en los ojos de sus padres, en los textos de sus amigos, en las recomendaciones de sus profesores, en la fundación Caminar, en la planta de guayabo con sus cenizas. Camilo está vivo. 

“No prometo retorno/ son tierras que/ varios hombres han cedido/ incluso sus otros han preferido quedar ahí/ busqué mi muerte entre las ramas/ buscando ser canto”, fragmento de su poema Habla el pharmakon.