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  • Diario Digital | sábado, 20 de abril de 2024
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Petro: nombramientos simbólicos en busca de gobernabilidad

Desde su victoria, se ha concentrado en generar pactos, consensos y fotos en busca de la ansiada gobernabilidad en Colombia.

El presidente electo de Colombia, Gustavo Petro. ARCHIVO
El presidente electo de Colombia, Gustavo Petro. ARCHIVO
Petro: nombramientos simbólicos en busca de gobernabilidad

La posibilidad de que Gustavo Petro no tenga gobernabilidad en Colombia es enorme, a causa de la desconfianza en los cuarteles, los mercados, la prensa y el equlibrio del Congreso, según opinan algunos sectores.

Por ello, hizo simbólicos y meticulosamente anunciados nombramientos en ministerios y embajadas. Con ellos pretende reactivar la agenda de paz, parcialmente archivada por Iván Duque, y moderar la figura del izquierdista.

A los nombramientos simbólicos se añaden otros de connotaciones más típicas, asociadas a la política tradicional, que dan municiones a aquellos —incluso dentro de su bancada— que cuestionan la autenticidad del cambio prometido por el Pacto Histórico, la coalición petrista.

Los nombramientos más simbólicos van en esa doble línea de reformista y tradicional, de ruptura y continuismo.

Petro anunció veteranas figuras de la política colombiana en carteras que serán clave para su gobierno: Defensa, Exteriores y Agricultura.

La primera estará a cargo Iván Velásquez, un jurista de 67 años que se ha destacado, no solo en Colombia, por la lucha contra la corrupción y la violación de derechos humanos.

Va en una línea similar haber elegido a Cecilia López, una liberal, exministra y académica de 79 años, en la entidad encargada de llevar a cabo la esperada y compleja reforma rural: el ministerio de Agricultura.

Son nombramientos de peso para dar la idea de que Petro no vino a patear el tablero, sino a liderar un cambio responsable.

Quizá el obstáculo más grande que superó Petro durante la campaña fue la llamada "Petrofobia": la desconfianza de millones de colombianos por una agenda de izquierda que habla de justicia social, asistencialismo a los vulnerables y altos impuestos a los ricos.

Esa desconfianza se mantiene, sobre todo, en los mercados internacionales, usualmente gustosos de mandatarios ortodoxos que no proponen cambios drásticos a los modelos neoliberales instalados en América Latina en los años 90, sino austeridad presupuestal, estabilidad macroeconómica y complicidad con el sector privado.

El historial de Petro, que incluso pleantea acabar con la exploración petrolera en el futuro, muestra un antagonismo férreo con esa corriente ortodoxa de las economías occidentales. Para un país que nunca modificó su modelo económico, Petro, en teoría, representa no solo un sacudón, sino también una amenaza para algunos.

Por eso su nombramiento en Hacienda era clave. Y para ello escogió al economista colombiano de mejor reputación mundial: José Antonio Ocampo, un profesor de 69 años de la Universidad de Columbia, en Nueva York, que ya fungió como ministro en los 90.

Si la principal promesa de Petro es la "paz total", en un segundo renglón está acabar con la pobreza y la exclusión en uno de los países más desiguales del planeta. Para eso, sobre todo en un momento de crisis global, necesita estabilidad económica, confianza en los mercados y una reforma tributaria consensuada.

Una de las razones por las cuales Petro logró convertirse en el primer presidente alternativo de la historia de Colombia es que se alió con los grupos históricamente marginados.

Su fórmula vicepresidencial, Francia Márquez, una abogada afro y feminista que viene del activismo medioambiental en el Cauca (en el suroccidente), fue un acierto electoral que trajo votos de las zonas más pobres del país, históricamente abstencionistas y de mayoría negra.