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  • Diario Digital | martes, 23 de abril de 2024
  • Actualizado 23:05

El síntoma, eso que goza y habla en el cuerpo

Lic. Gisela Calderón Practicante del Psicoanálisis.
Lic. Gisela Calderón Practicante del Psicoanálisis [email protected] Buenos Aires- Argentina
El síntoma, eso que goza y habla en el cuerpo

La experiencia nos habla del flujo de vivencias directas que tenemos a lo largo de la vida, siendo cada una de ellas algo sumamente única e irrepetible para cada quien. En el psicoanálisis también se habla de hacer la experiencia de un análisis y es para encontrarnos con lo que no anda de nosotros mismos. Un lugar íntimo donde conocer nuestros síntomas. Producir algo diferente con la ignorancia de no saber qué es lo que nos agita más allá de lo que creemos padecer; es decir, no hay sujeto que, al comenzar un análisis, no cuente con su síntoma. 

El síntoma es lo que se nos pone en cruz y nos hace saber que, a pesar de los esfuerzos que se haga para evitarlo, subsiste, no necesita de nosotros porque se vasta a sí mismo. Se trata de una envoltura de goce que guarda una exigencia de satisfacción propia y, como tal, habla a través del cuerpo. “Eso goza y habla” en un idioma tan singular que hará falta leerlo  para localizarlo en el discurso. Es la tarea del psicoanalista: hacer legible el idioma íntimo mediante su traducción. 

Cuando se le atribuye un sentido a lo que siempre obstaculiza, volviéndose un penar de más, eso ya es una invitación a que, en la experiencia analítica, adquiera presencia a través de la palabra y haya una apertura distinta. Será preciso el deseo decidido por parte del sujeto y del analista para que ese aprieto tenga su rumbo directo. La formalización del síntoma, por parte del analista, es crearle una cita -cada vez- sin demasiadas vueltas, viendo las caras del síntoma, la de goce y la de palabras hechas carne, para empezar a hacerle frente a lo que puede esconderse tras el formato de “verdad”. El sujeto busca la verdad de su sufrimiento, intenta entender porqué padece de tal manera, porqué esa piedra en el zapato y no otra.

La raíz de esa modalidad inútil pero efectiva de goce, la fijación fiel a lo más real del síntoma, solo en el trayecto analítico, es posible leerlo en el flujo de vivencias penosas que cada tanto entorpecen la vida. La experiencia analítica se vuelve una invitación a lograr “saber hacer” de otro modo con ese síntoma que habla a pesar nuestro. Invita a embrollarse y desembrollarse -las veces que sea necesario- para conocernos, justo ahí, donde se nos posa el extravío, donde se nos saltó una tuerca, donde eso es más fuerte que uno, para aliviar la desdicha de lo que habla y goza a solas.

Va a depender de la posición que uno tenga frente a su sufrimiento, la responsabilidad que tome frente a lo que causa malestar para aceptar embarcarse en esa experiencia y hacer suyo el flujo de vivencias, acortando la inmensa brecha que puede existir entre lo que digo hacer y lo que realmente llevo a cabo. Es el primer paso para escuchar la vociferación de lo que aulla en el síntoma, y también la decisión más digna para acercarse a una posición más vivificante con el cuerpo y la vida.  

NOTA: Para cualquier consulta o comentario,  contactarse con Claudia Méndez Del Carpio (psicóloga), responsable de la columna, al correo [email protected] o al  teléfono/WhatsApp  62620609. Visítanos en Facebook como 

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