Opinión Bolivia

  • Diario Digital | viernes, 29 de marzo de 2024
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Singani Los Parrales, un viaje a través de los sentidos

La marca boliviana presenta su nueva imagen enfocada en realzar el valor de los sentidos. El singani llega hasta EEUU, China, Japón, Suiza, Alemania y México.
El singani llega hasta EEUU, China, Japón, Suiza, Alemania y México. OPINIÓN
El singani llega hasta EEUU, China, Japón, Suiza, Alemania y México. OPINIÓN
Singani Los Parrales, un viaje a través de los sentidos

No cuesta mucho tomar un singani. Cuesta bastante más hacerlo. Es la primera constatación que deja un recorrido guiado por la bodega que la empresa boliviana Kuhlmann tiene en el valle de Santa Ana, a media hora del centro de Tarija, donde fabrica su producto estrella, el singani Los Parrales. 

El recorrido ha sido organizado por Kuhlmann Bodegas y Viñedos para lanzar la nueva imagen de Los Parrales, que se sintetiza en el concepto “Se puede sentir”. El guía es el enólogo tarijeño Franz Molina, gerente general de Kuhlmann, un joven profesional que se conoce al dedillo la mecánica de producción de los productos de la compañía: singanis (Los Parrales y Tres estrellas), vino (Santo Patrono) y vino espumante de altura (Altosama).

¿Qué se puede sentir? En principio, la brisa de finales de marzo que esparce el aroma de la tierra y de los viñedos de uva Moscatel de Alejandría, la variedad con que se hace singani. “La reina de todas las uvas”, dice Nilo Márquez, agrónomo de la empresa, quien resalta las múltiples bondades de la Moscatel que se presta para el consumo de mesa, la elaboración de vino y singani y la transformación en pasas.

Se puede sentir, pues, el trabajo manual de Nilo y de otros tantos trabajadores que en invierno podan y en verano cosechan los viñedos alineados en largos surcos tutelados por la cordillera y las nubes que la coronan. Cien personas trabajan en la bodega, indica Franz Molina, un número que se triplica durante la época de poda y de cosecha. La cosecha que precisamente culmina durante los últimos días de marzo y los primeros de abril, en coloridas vendimias. 

Se puede sentir, también, la innovación científica que, a la cabeza de Molina, heredero de una larga tradición de empresarios vitivinícolas, ha incorporado Kuhlmann a su proceso de producción en los últimos años, en alianza con universidades de EEUU, Argentina y Bolivia, para patentizar un método único de destilado que asegura una bebida más sana, pura y estructurada.

Se puede sentir, una vez dentro del galpón industrial, el esfuerzo de la empresa por cumplir con estándares sociales y medioambientales de producción, que le han llevado a contar con una planilla de trabajadores integrada en un 60% por mujeres, con una planta de procesamiento y tratamiento de residuos y con una política de eficiencia hídrica del 95%, resalta Molina. 

Se puede sentir, cómo no, la fragancia dulce y penetrante del singani que es destilado en alambiques de cobre y acero inoxidable de última generación, de los que la empresa procura extraer los aromas y sabores más seductores. Tan seductores que, con una producción anual de 400 mil botellas de Los Parrales, no     solo cubren el 30% del mercado boliviano, sino que han comenzado a exportarse a mercados internacionales tan exigentes como EEUU, China, Japón, Suiza, Alemania o México.

Se puede sentir, al final de este viaje por la bodega de Los Parrales, la elegancia de las texturas, lo festivo de los colores y lo juguetón de los sabores que va cobrando el singani una vez que se mezcla con otros aditamentos, se vierte en copas de cristal y se degusta con fruición. 

Es el final del viaje. Un viaje en el que se puede sentir la benigna tierra tarijeña, la almibarada uva Moscatel de Alejandría cultivada por manos expertas, la tecnología que destila sus esencias más perfectas y la creatividad que explota en los sabores más improbables. Es el final del viaje. Un viaje a través de los sentidos.