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  • Diario Digital | miércoles, 24 de abril de 2024
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LECTURAS SUTILES

Reflexiones fenomenológicas. Psicología de la libertad

ÓSCAR A. QUILLA ZURITA
ÓSCAR A. QUILLA ZURITA
Reflexiones fenomenológicas. Psicología de la libertad

La microfísica del poder, el control de los cuerpos y las mentes por la fuerza de lo masivo y las tendencias globales subsumen a las personas de manera eficiente y generalizada, mostrando un escenario que, a la mayoría, le parece ya de normalidad social.  Todos deben estar conectados y supeditados a la influencia del discurso que transmiten las nuevas tecnologías y las redes sociales. Las tendencias no solo predominan, dominan.  La conectividad tecnológica es un éxito, la conexión humana un verdadero fracaso.

El hombre, en su condición finita, menciona Sartre, tiende a pensar que el poder de la ciencia y la tecnología le otorgarán una libertad absoluta sobre sí mismo y sobre el mundo, subestimando la reflexión individual, la conciencia crítica, el análisis lógico y la autonomía de pensamiento. La acción del pensamiento reflexivo no es una práctica y ejercicio habitual, tiende a desaparecer como muchos usos y costumbres.

La auténtica libertad está en la aplicación del saber, el conocimiento, la genuina información procesada, sometida a un pensamiento crítico, porque al poder se lo enfrenta con saber, que no es otra cosa que poder y, aplicado a la realidad, lo es mucho más.  Recuperar la libertad del hombre supone recuperar su origen, su propio ser. Las referencias materiales, culturales y tecnológicas no tienen constitución propia, son objetuales. Quienes le otorgan esa significación y valor somos nosotros, las personas, los actores sociales, ese es un poder real y no solo un mecanismo de sometimiento social e ideológico.  

Una personalidad no se construye sobre un modelo previamente diseñado o un propósito preciso, porque es el ser humano quien elige emprender tal proyecto. El mundo, en palabras de Jean Paul Sartre, nos obliga a superarnos, a reaccionar a ese permanente constreñimiento y normalización de lo impuesto a través del pensamiento, el uso de la razón y la trascendencia; no a la indefensión o pasividad indeterminada acrítica. Por ello, la vida no tiene un significado a priori, el significado y valor de la vida lo elije uno mismo.

Estamos condenados a ser libres, no hay esencias predeterminadas. En última instancia, la esencia de un individuo, su pensamiento es y debe ser definido por el propio individuo, a través de cómo esa persona crea y viva su vida. Por esto el hombre es un proyecto que se tiene que vivir subjetivamente y en ese sentido es totalmente diferente a otras realidades que también existen. En este contexto cobra mayor sentido la dualidad libertad-poder.

Si el hombre es un proyecto propio a realizar, el mismo se debería constituir en el responsable total de su existencia y todo lo que implica tal proceso, considerando sus decisiones y consecuencias. Pero queda claramente manifiesto que, para muchos, es mejor que todo siga así como está, porque al fin de cuentas, la libertad tiene un precio muy alto, y es la responsabilidad.

“Al final yo soy el arquitecto de mi propio ser.  Mi propio carácter y destino. No sirve de nada aparentar lo que podría haber sido. Porque yo soy lo que he hecho y nada más”, Jean Paul Sartre.