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  • Diario Digital | miércoles, 24 de abril de 2024
  • Actualizado 21:48

Psiquiatras para los cuerdos ¿Estás loco?

Patriccia Bevilacqua, médica psiquíatra.
Patriccia Bevilacqua, médica psiquíatra.
Psiquiatras para los cuerdos ¿Estás loco?

Recientemente, una paciente me comentó la incomodidad que sentía al salir de mi consultorio, porque las personas que estaban en la sala de espera para ser atendidas por otras áreas médicas la observaban con recelo y desviaban la mirada hacia el rótulo de la puerta donde dice “Consultorio de psiquiatría”; le quedaba la desagradable sensación de ser vista como un “bicho raro”, que podría irrumpir con un comportamiento inadecuado en cualquier momento. 

Esta joven tiene cerca de treinta años, está casada, tiene dos hijos y trabaja en un banco; acudió a mi consultorio por primera vez por un insomnio de más de cinco años de duración, para lo cual había acudido a profesionales de diferentes áreas, tomado medicamentos varios y cumplido con sus recomendaciones sin resultados satisfactorios. Su insomnio era la punta del iceberg de una ansiedad que no fue identificada por ella y tampoco por ninguno de los profesionales que frecuentó. 

Alguien dirá, pero ella tiene ansiedad, no está “loca” y se preguntará ¿acaso el psiquiatra atiende a personas “cuerdas”? ¿No es solo médico de “locos”? No, no lo es.  Sabemos que al pensar en un psiquiatra inmediatamente nos viene la imagen de un profesional raro, que trabaja en un edificio lúgubre de donde proceden gritos que asustan. Evidentemente ese era el panorama de los manicomios en el siglo XVIII, cuando la psiquiatría empezaba a afianzarse dentro de la medicina como una especialidad y surgieron los primeros tratados sobre trastornos mentales.

Desde entonces la psiquiatría ha cambiado mucho,  dejó de ser exclusiva de los “locos” y gradualmente,    respondiendo a las necesidades actuales, pasó a ser la disciplina que atiende a personas comunes, como tú o como yo, que padecen de problemas emergentes en nuestra sociedad contemporánea, como la dificultad para abandonar el consumo de alcohol o de marihuana, problemas de ansiedad que repercuten en la vida diaria, miedos incapacitantes, obsesiones y compulsiones irracionales, depresión, restricciones alimentarias, alteraciones de comportamiento, dificultad de mantener la atención en el trabajo o en actividades académicas, intento de suicidio, molestias físicas inexplicables, celos excesivos, etc. 

Esta lista puede ser larguísima y seguramente conoces a alguien de tu entorno que padece de alguno de estos problemas y que, dígase para aclarar, no está “loco”, está “cuerdo”, pero tiene problemas que le dificultan vivir plenamente el presente o planificar su futuro. Esta persona sufre y no se debe sumar a este sufrimiento la mirada recrudecida de desaprobación del entorno por necesitar la atención de un psiquiatra. 

Lo que separa nuestra lucidez del trastorno mental es un hilo débil y frágil que puede romperse en cualquier momento y desde este lado podemos pasar al otro. Por eso debemos sentir y manifestar empatía por estas personas, porque mañana puede ser un familiar o yo misma que padezcamos un trastorno mental, circunstancia que debe ser vista como un problema médico, sin discriminación, sin culpa o vergüenza.

NOTA: 

Para cualquier consulta o comentario contactarse con la responsable de esta columna, Claudia Méndez Del Carpio (psicóloga), al correo electrónico [email protected] o al celular/       

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