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  • Diario Digital | sábado, 20 de abril de 2024
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Jorge Banegas, el chiquitano que resguarda su hogar de la depredación

Más de la mitad de su vida la dedicó a cuidar áreas protegidas. Hace poco recibió un reconocimiento que lo ubica entre los mejores guardaparques  del mundo. 

Jorge Banegas Franco es reconocido por quienes comparten con él su labor desde hace 23 años en el Parque Nacional y Área Natural de Manejo Integrado Kaa-Iya del Gran Chaco, en Santa Cruz. GABRIEL CHÁVEZ-DANIEL ALARCÓN
Jorge Banegas Franco es reconocido por quienes comparten con él su labor desde hace 23 años en el Parque Nacional y Área Natural de Manejo Integrado Kaa-Iya del Gran Chaco, en Santa Cruz. GABRIEL CHÁVEZ-DANIEL ALARCÓN
Jorge Banegas, el chiquitano que resguarda su hogar de la depredación

Mientras Jorge crecía en San José de Chiquitos, aún no era común hablar de  minería ilegal, deforestación o avasallamientos. Él vivía rodeado solo de naturaleza y tranquilidad. Años después, su amor por su territorio lo llevó a convertirse en guardaparques y, con ello, enfrentar los problemas que agobian a las áreas protegidas de Bolivia.  

El trabajo de Jorge Banegas Franco es reconocido por quienes comparten con él su labor desde hace 23 años en el Parque Nacional y Área Natural de Manejo Integrado Kaa-Iya del Gran Chaco, en Santa Cruz. Pero, además, su lucha férrea en la defensa del medioambiente le valió el Premio Internacional de Guardaparques, que lo ubica entre los 12 guardaparques más destacados del mundo. 

Con la voz serena, no dubita al hablar de los problemas que amenazan a las áreas verdes, el incremento de actividades ilícitas en zonas protegidas y la precaria situación laboral que deben sobrellevar los guardaparques. Con la misma voz, se emociona cuando menciona el apoyo que recibe de sus compañeros y enfatiza la importancia del trabajo conjunto. 

Banegas es parte del Servicio Nacional de Áreas Protegidas (Sernap) de Santa Cruz desde inicios del 2000. Empezó en el parque Kaa-Iya, donde permaneció durante 12 años hasta asumir el cargo de jefe de Protección; en varias oportunidades también ocupó la jefatura interina del Sernap. 

Durante las más de dos décadas dedicadas a la protección del medioambiente también fue parte del Parque Nacional Noel Kempff Mercado, la Reserva Nacional de Vida Silvestre Amazónica Manuripi y el Parque Nacional y Área Natural de Manejo Integrado Otuquis. 

Luego de unos años migrando por diferentes áreas protegidas volvió a Kaa-Iya, donde permanece en la actualidad. 

Para Jorge no fue difícil elegir la carrera a la que se quería dedicar. Hijo de un indígena chiquitano, descubrió temprano el amor por la naturaleza. “Desde que somos chicos, siempre nos han transmitido el cuidado por los recursos naturales. Que haya uso, pero de una manera adecuada. Todos los pueblos indígenas hacen uso de los recursos naturales, pero sin depredar, sin alterar”, afirma el guardaparques de 52 años. 

Después de asumir el cargo en el Sernap comenzó a trabajar para devolver lo que la tierra le había dado y dejar, a través de su labor, su propio legado. 

“Ingresé al área protegida gracias al conocimiento de mi padre, a la formación. La transmisión de saberes que me dio, también pude aplicarlo durante toda mi trayectoria en el área Kaa-Iya”, afirma. 

APORTE SILENCIOSO Y TRABAJO EN EQUIPO

A lo largo de los años, Jorge ha liderado varios proyectos de investigación, protección y resguardo de áreas protegidas y vida silvestre. En 2003, realizó una investigación científica sobre el jabalí solitario, una especie de cerdo endémica de la zona chiquitana, que se creía extinto y fue redescubierto, lo que motivó la creación del área protegida Kaa-Iya. 

Jorge relata que en aquel entonces todo el avistamiento era más complejo y lento, prueba de ello, las cámara trampa aún funcionaban con rollo. Sin embargo, eso sirvió para que las personas comenzaran a conocer su trabajo. 

Paralelamente a la investigación de especies silvestres, el guardaparques es un promotor del turismo comunitario y responsable con el medioambiente. Fue parte de la elaboración del proyecto que impulsa el sistema de cobro del área protegida Kaa-Iya, lo que permite generar ingresos y hacerla sustentable. 

Sus estudios como técnico en Ecoturismo le sirvieron para acercarse a las comunidades y trabajar proyectos en conjunto que permitan fortalecer a los indígenas y sus territorios. 

Destaca que su trabajo fue posible en la medida del acompañamiento que recibió de sus compañeros. “No puedes hacer las cosas solito”, dice. 

Pero no deja de reconocer que el legado de su familia es fundamental. “Todo ese conocimiento fue transmitido por mis abuelos, por mi papá. De ellos aprendí mucho y me sirvió para tener ese amor por la naturaleza y tener destreza en el campo, porque ser guardaparques no es fácil”. 

AMENAZAS QUE AGOBIAN  

Cuando Jorge comenzó su trabajo recuerda que no se vivía la presión y las amenazas que rondan en la actualidad a las áreas protegidas. “No había desmonte a gran escala. No había asentamientos ilegales ni otras actividades como la tala ilegal y el narcotráfico. Ha sido un cambio total. Las áreas protegidas están quedando aisladas”, alerta. 

El guardaparques relata que, durante estos años, vio cómo los avasalladores se acercan cada vez más a los bosques hasta ocupar las zonas de amortiguamiento. También las problemáticas fueron aumentando, como la defortación, la minería ilegal, las plantaciones de coca sin regulación, la presencia de narcotráfico, ganadería masiva y los incendios, entre otros. 

“Antes, no había mucha presión, no había amenazas. Ahora sí, se ha incrementado rotundamente. Eso hace que necesites más gente, pero sucede todo lo contrario. Somos menos guardaparques”, indica. 

Mientras las amenazas aumentan, el personal fue disminuyendo a raíz de la demora en los pagos, sueldos bajos y falta de contratos, que ahondan la precariedad laboral de quienes defienden el medioambiente. 

Él mismo vivió varias experiencias riesgosas mientras cumplía su labor. Sin embargo, señala que “aprendió” a manejar las situaciones de peligro, tanto con las empresas como con algunos comunarios que apoyan estas actividades irregulares. 

“No sé cómo penetran hasta las comunidades, pero, a veces, hasta te las ponen en contra (…) Es triste, porque, a veces, te peleas con la gente del lugar. Es grave, puedes estar yendo a hacer un patrullaje rutinario y te encuentras con una avioneta que está alzando el vuelo o con una que se dirige a una pista clandestina”, relata. 

Frente al peligro constante, Banegas cree que es fundamental que los guardaparques tengan seguro de vida. “Nosotros también arriesgamos nuestra vida. Somos los guardaparques los que estamos en primera línea de respuesta frente al problema”.

Para ejemplificar la situación que viven, explica que el plan de manejo del parque Kaa-Iya contempla 52 guardaparques, sin embargo, apenas llegan a 20, algo que se replica en casi todas las áreas naturales de Bolivia. 

“Deberíamos darle importancia, porque es patrimonio de todos los bolivianos. Hay muchas necesidades que se tienen y lamentablemente no se ha dado la atención. Y no ha sido recién, en todos los años no se le dio la importancia necesaria para que podamos contar con los recursos adecuados y tener estabilidad laboral”, enfatiza.

EL COMPROMISO 

Las largas jornadas laborales en campos inmensos a altas temperaturas y la vivencia rústica en los campamentos son parte del trabajo diario de Banegas. Y aunque eso no le molesta, sí ha sentido el cansancio de luchar contra las amenazas. “He tenido altibajos, pero he recibido el apoyo de mi familia y también de mucha gente amiga (…) Para ser guardaparques tienes que tener mucha vocación de servicio”, dice. En 2019, Bolivia sufrió una serie de incendios que hirieron severamente al ecosistema natural. Sin embargo, eso puso en el ojo público la urgencia tomar consciencia sobre el cuidado del medioambiente. “Desde los incendios recién se supo que había guardaparques y qué importantes son. Se empezó a valorar el trabajo que hacen. A partir de ese momento, sentimos que la gente nos apoyó y ya saben la importancia de las áreas protegidas. Sé que no nos van a dejar solos, que van a estar con nosotros”, destaca Jorge.

Y así como Jorge siente el apoyo de sus compañeros en los momentos difíciles, también lo vive cuando hay que celebrar victorias, como el premio que recibió recientemente. “Me sentí muy sorprendido, contento, feliz. Ese premio va gracias a mis compañeros, si bien yo lo recibo, sin el trabajo en conjunto no hubiera sido nada posible. Y toda mi familia y la gente que me ha apoyado. Es un premio para Bolivia”, afirma. 

Jorge está casado y es papá de tres hijos. Así como él recibió las enseñanzas de su padre, ahora transmite su aprendizaje a su siguiente generación. 

Aquel niño chiquitano que amó su tierra desde que nació, tiene claro que su trabajo aún es largo. “Todavía me faltan cosas por hacer. Creo que luego de cumplir los objetivos deseados, me iría tranquilo”, finaliza.