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  • Diario Digital | viernes, 19 de abril de 2024
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El inconsciente estructurado como un folletín y el inconsciente como vacío

Ernesto Pérez, Médico Psiquiatra, Psicoanalista.
Ernesto Pérez, Médico Psiquiatra, Psicoanalista.
El inconsciente estructurado como un folletín y el inconsciente como vacío

PARTE 1

¿Cómo la relación del hombre con el significante, en tanto puede ser su manipulador, puede ponerlo en relación con un objeto que representa la cosa? Aquí interviene la cuestión de saber qué hace el hombre cuando modela un significante.

La dificultad en lo concerniente al significante es no precipitarse  sobre el hecho de que el hombre es el artesano de sus soportes.

Lacan Sem. VII 

Nos proponemos tomar al escritor Manuel Puig, autor de “Boquitas pintadas”, y también a la poeta Alejandra Pizarnik para pensar dos aspectos del inconsciente en psicoanálisis.

El psicoanálisis con Lacan descubre que se escucha lo que se lee. El psicoanalista lee el texto de lo que se dice. Por lo tanto, interpretar es un acto de escritura. El  analista se nutre de la función poética del lenguaje, lo que las palabras acarrean de la lengua, un real que desborda. Son los equívocos propios de cada una. Lo escrito rescata las marcas y fantasmas de un cristal significante que cubre un agujero imposible de decir.

Si Lacan pensó al inconsciente estructurado como un lenguaje, Puig decía que estaba estructurado como un folletín. Es que la verdad para él corre entre los chismes de mujeres y en las intrigas de los novelones. Puig decía, también, que uno de sus modelos discursivos era Freud, no solamente para agradar a los freudomarxistas, sino porque Freud tal vez sea el iniciador de la novela moderna a través de sus historiales. Hay un parentesco entre Dora de Freud y Nené de Puig en “Boquitas pintadas”.                             

“Ella se desnuda en el paraíso/ de su memoria/ ella desconoce el feroz destino/ de sus visiones/ ella tiene miedo de no saber nombrar/ lo que no existe”.

Este poema nos hace recordar que Lacan define el inconsciente como estructurado como un lenguaje, pero rodeando un vacío. Pizarnik es una obsesionada por nombrar ese innombrable.

El ser parlante paga un precio por su acceso al lenguaje, una libra de carne perdida para siempre. Al navegar en la lengua para acercar algo del real que nos habita como hablantes, el escritor nada y naufraga en su tormenta, como lo hace cualquier hablante ser a través de su locura de vivir, pero el escritor deja huellas de este drama en sus escritos.

En un encuentro fecundo entre literatura y psicoanálisis, Joyce, ante la grave enfermedad mental de su hija, va con los escritos de esta a decirle a Jung que ella escribía como él: “Allí donde usted nada, ella se ahoga”, le contesta Jung, para explicar la diferencia. Diferencia que marca ese lugar donde el cuerpo hace nudo con el lenguaje sosteniendo o no al sujeto.

El psicoanálisis puede seguir a través de las letras de un escritor las huellas que este ha dejado en su forma de nadar en la lengua, en sus sostenes y donde se ahoga.

Puig nada en su folletín, Pizarnik se ahoga en su poesía. 

Escritores contemporáneos, ambos rebeldes a su época, ajenos también a identificarse con las corrientes políticas que convulsionaban sus tiempos.

“Yo admiro mucho a los movimientos de liberación gay pero creo en la integración y pienso que hay que hacer una propuesta más radical: negar el sexo como signo de identidad. Yo he tenido conflictos muy graves con la cultura gay, pero creo que es un hecho necesario porque estamos en un estado de transición. … en Estados Unidos a las minorías se las calma así, formando un ghetto. Y es el ghetto lo que a mí no me parece bien”, Puig. Crisis No 41. 

Cercanos ambos al psicoanálisis, al surrealismo, al pop, son representantes fecundos de esos tiempos. Cuando Puig escribe “Boquitas pintadas”, en 1968, Pizarnik ya escribió “La condesa sangrienta” y está en un punto de quiebre de su escritura y de su vida.

CONTINUARÁ...