Opinión Bolivia

  • Diario Digital | martes, 05 de diciembre de 2023
  • Actualizado 14:51

Grooming

Claudia Sandra Palau
Claudia Sandra Palau, Psicóloga Magíster en Psicoanálisis. Miembro de la SASH

Una peligrosa seducción. Se trata del abuso de tipo sexual infantil vía informática. ¿Quién está del otro lado? Engaño y manipulación. El grooming es el acoso de un adulto hacia un menor, que generalmente comienza con un estilo de seducción, de una peligrosa y feroz seducción. El que está del otro lado de la pantalla no es quien aparenta. Con el único objetivo de obtener la atención y despertar el interés del menor, el perverso recurre a todo tipo de estrategias. 

Estudia el perfil de quien pretende acercarse y una vez interiorizado en sus gustos y preferencias, despliega el plan para obtener lo que se ha propuesto. Este acercamiento, en principio, es sumamente amigable. Así, va ganando su confianza. El seductor, por supuesto, se camufla con distintos nombres, edades y hasta sexo. Su aspecto es variable según lo requiera la circunstancia.  Otra de sus características es que muestra mucha afinidad y comprensión con el menor que eligió como víctima.

Una vez que entró en contacto y avanzó ganándose la confianza, la mayoría de las veces, pide que esa relación no se dé a conocer. En esto consiste la otra parte del plan de caza, en el secreto, forma propuesta de unión y de complicidad al mismo tiempo. Con el pedido de silencio, amordaza a su presa. Lo usa para alejarlo de sus padres y otros vínculos.  A medida que el perverso cultiva y cosecha la confianza, siembra la desconfianza en relación al entorno. 

Comienza a emitir mensajes que hacen sentir que el niño o adolescente no es comprendido, que no le prestan la atención suficiente, que sus padres no lo valoran, que no se ocupan, etc. Pero, a la vez, que él sí lo entiende, que él pasó por alguna situación similar.

Aprovechándose de la vulnerabilidad y la confianza, aumenta la tensión y el malestar con los que lo rodean, en ocasiones, además, los incitan a la rebeldía

Mediante charlas, consejos y promesas va tejiendo la red con la que luego lo cautiva. Resalta rasgos de su personalidad, lo elogia mediante planteos, juegos o propuestas en las que destaca su capacidad expresando, por ejemplo, que nunca conoció a alguien tan inteligente.

Eleva el malestar, siembra sospechas, intriga, diseña una realidad ficcional, pero muy atractiva, su víctima quiere habitarla. Cuando logra cumplir con este paso el menor ya se encuentra acorralado. Entonces, el plan consiste, a grandes rasgos, en la repetición continua de esta estrategia:  seducción, secreto y alejamiento del entorno. Pero, además, no es un dato menor investigar las características, rasgos gustos y su situación personal o familiar. 

Se trata de una investigación bastante sencilla, ya que accede al perfil mediante los indicios que le entrega la víctima previamente, sin saberlo, y antes de tener ningún tipo de contacto con él. Los acosadores analizan los posteos, de este modo deducen el momento por el que está atravesando la persona y desde allí arremeten. Una vez seducido el menor,  ya no opone ningún tipo de resistencia, comienzan los pedidos fotos, videos, etc y si aún queda algún atisbo de oposición, se recurre a la extorsión, aprovechándose de la información que pudo recabar previamente.

Con toda esta cuidadosa y certera preparación se lo debilita psíquicamente, ya no tiene a quién recurrir. Alejado de adultos devaluados en su imagen y autoridad, casi sin amigos o en los que no confía lo suficiente y en una relación  de dependencia casi absoluta al líder acosador. Aparece el temor y la desesperación, no quieren perder ese lugar de privilegio, pero al mismo tiempo reconocen que las cosas han cambiado. Víctimas de la seducción por un adulto feroz y sin reparos son arrojados al infierno de una angustia voraz.

Sin recursos, sin otros, sin referentes van transitando por los caminos sinuosos del dolor, que en muchas ocasiones pueden conducirlos al intento de suicidio. Muchos de esos intentos en jóvenes son desencadenados por los monstruos cibernéticos, perversos ocultos que reducen a los  sujetos a meros objetos.

De esta forma, y como resultado de un plan macabro, nos encontramos con niños y adolescentes desbastados psíquicamente y con padres y amigos culpabilizados y llenos de reproches y preguntas. 

Este es el saldo del encuentro con un perverso, en este caso en las redes, pero como en cualquier otro sitio, la angustia y culpa son pesares que reducen y atan al sujeto.