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  • Diario Digital | viernes, 19 de abril de 2024
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Ellas, como precursoras del psicoanálisis y búsqueda de saber

María A. Tórres S., Psicóloga Clínica
María A. Tórres S., Psicóloga Clínica
Ellas, como precursoras del psicoanálisis y búsqueda de saber

Me gustaría destacar el escrito que emerge por parte de Freud. Asimismo, el encuentro con la histeria en la Salpetrière, que será de gran importancia para delimitar que la histeria tiene un cuerpo hablado y se diferencia de lo orgánico.

“Estudios sobre la histeria” conjuntamente a Breuer donde ubicamos un nuevo giro por parte de Freud al no lograr hipnotizar a algunas de sus pacientes. Emerge así la piedra fundante, el inicio del psicoanálisis. El sueño de la inyección de Irma, sueño inaugural. Es el mismo Freud quien en una carta a Fliess afirma que este sueño le reveló el secreto de los sueños; revela la estructura propia del inconsciente. Y es nuevamente la histeria quien entra en escena, ya que el sueño de la inyección de Irma lleva por protagonista a una de sus pacientes. Dicho encuentro se dará en la Salpetrière, de la mano de Charcot.

Allí, donde la mirada de Jean Martin Charcot (neurólogo francés), el maestro de Freud, que ha convertido Salpetrière en la meca de la neuropatología y es bastante recocido en Viena en el año 1882, observa, describe, dibuja el cuadro clínico de la histeria: “Lo cierto es que no soy nada más que un fotógrafo, escribo lo que veo” (esto mencionaba con las pacientes en Salpetrière). Se interesaba en fenómenos extraños como espectáculo, en aquellas pacientes nerviosas crónicas de origen anatómico-patológico. (S. Freud, La hipnosis 1886-1893, inédito). Allí donde se recortaba el cuerpo de la histeria, la escucha de Freud tomó su lugar.

Es así que marco de relieve cómo fue el inicio de todo y qué fue lo que llevó a Sigmund Freud a dar inicio al nacimiento de lo que hoy conocemos como la “Práctica analítica”.  A ellas que son las precursoras del psicoanalisis.  

Aquellas histéricas a las que, cuanto menos ve, cuanto menos guía, más se disponen a hablar con esa demanda incesante. Freud escuchó a las histéricas y fueron ellas las que le enseñaron a callar, a poder escuchar  y alojar esa demanda, a dejarlas libres como nunca habían podido ser.

El joven Freud toma esto muy en serio, y extrae de ello una teoría. Aprende a interpretar los juegos de palabras, a descifrar los acertijos, aprende a psicoanalizar. El psicoanálisis nació así, pues, del espíritu de Anna von Lieben. Precisamente, por lo mucho que hablaba, Freud le pidió que lo pusiera todo por escrito en su diario, con la esperanza de frenar un poco el ritmo de las reminiscencias y los juegos de palabras. El psicoanálisis nació de la incesante verborrea de Ana von Lieben. En realidad, no fue Freud quien decidió abandonar la hipnosis. Fue ella, la baronesa, quien impuso un nuevo tratamiento, el psicoanálisis.

Jacques Lacan ve en las sujetos histéricas la búsqueda de un saber, nunca se quedan con un saber muerto, sino que ponen a trabajar al otro, cuestionan, investigan para producir un saber. Precisamente en el sueño de la Bella carnicera ella pone a trabajar a Freud cuestionando acerca de su teoría, produciendo un nuevo saber.

Un psicoanálisis que apunta a la dirección de la cura en el caso por caso, y con el deseo hacia un tratamiento posible. Las histéricas le enseñaron a Freud el camino del inconsciente propiamente freudiano. Freud debió reconocer que las pacientes histéricas tuvieran un papel activo en el tratamiento, participando en la elaboración de su método psicoanálitico. El saldo de saber en el encuentro de Freud con la histeria. 

El descubrimiento del inconsciente y su abordaje. Freud no crea el psicoanálisis de la nada. Reinventa con trozos que su época rechaza, con fragmentos tomados de sus maestros, de quienes también se alejará. Pero sobre todo, es el modo en que los cuerpos de sus histéricas hablan en un dialecto que hasta entonces nadie se había puesto a eacuchar a la manera en que lo hizo  Sigmund Freud.