Opinión Bolivia

  • Diario Digital | jueves, 25 de abril de 2024
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Por la senda del Juanca

Un obituario sobre la vida de Juan Carlos Pinto, exintegrante del Ejército Guerrillero Tupac Katari, sociólogo y escritor, que falleció el pasado 27 de enero por complicaciones debido a la covid-19.
El sociólogo y escritor Juan Carlos Pinto.     INTERNET
El sociólogo y escritor Juan Carlos Pinto. INTERNET
Por la senda del Juanca

Nos sentamos en la misma mesa, tomaba las hojas de coca con la calma que merece un acullico reflexivo. Los días eran inciertos, los servicios de inteligencia desplegados por el ministro de Gobierno de facto, Arturo Murillo, nos seguían los pasos y los pasos más bulliciosos eran los del Juanca, si algo llevaba en la vena era enfrentar al fascismo sin maquillajes, sin sutilezas, a sabiendas de que podíamos caer en la garra del golpismo, pero jamás nos sugirió escondernos o callar. 

Juan Carlos Pinto, el Juanca, fue la respuesta imprescindible a un contexto de violencia estatal en la que huir era más sencillo, sin embargo, él nos mostró la alternativa de responder con la herramienta que la derecha jamás podrá enfrentar: la moral revolucionaria.

Con el Juanca, también, nos vimos en la pastoral penitenciaria, ese lugar en el que todo esfuerzo vale, el espacio que nos dio la opción de gritar las injusticias apoyados en la Iglesia Católica, ahí nos leímos por primera vez, entre barrotes, cuando la cárcel de San Pedro era poco más – como es ahora – el botadero de los pobres ¿no sigue siendo eso?, sigue y lo debatimos muchas veces porque lo que menos necesita un mundo en cambio es cárceles, o mejor dicho, un mundo justo no necesita murallas para que los pobres sean de hecho culpables para satisfacer un sistema. 

De una gran trayectoria de lucha, el Juanca fue un acérrimo defensor de las víctimas del sistema penitenciario liberal, ese en el que el castigo debe recaer en el pobre porque está diseñado para ser irregular. Logró abrazar formas de libertad desde las escrituras, desde el estudio y desde la humanidad. Conversamos muchas veces del ejercicio de ser libre en medio de las murallas, por eso siempre fue un hombre libre, no se acababa su vida siendo un “respondón”, fue un caminante de la libertad desde donde decides ejercerla, por eso fue un ser capaz de labrar las reglas de volar más allá de lo material.

Coincidimos en algunos foros para hablar de formalismos penitenciarios, esos que necesitan un par de opiniones justificadoras de tener pobres en las cárceles, pero me sumé a su reclamo libertario, el grito necesario para que la defensa de la vida no sea un delito, o al menos no existan “leguleyos” dispuestos a llenar las cárceles de pueblo. Así fue la lucha del Juanca, la lucha de explicar en las paredes la urgencia de cambiar el sistema, la necesidad de que hacer política sin miedo sea un privilegio, una celebración de personas libres, sin uniformes y sin trotes absurdos. Por eso su partida nos duele tanto.

Cuando debíamos definir las formas de lucha, en ese estado maltrecho y policial, aprendimos del Juanca que somos seres de calle y tenemos varios campos de lucha pero el más importante es la calle, ese es el espacio en el que nos distanciamos de ser opresores, armados y en cumplimiento de instrucciones, a ser el rostro de los asfaltos, por eso la lucha siempre fue desigual, por eso intentamos golpear al sistema para que ninguna sonrisa se deba a una orden, por eso fuimos “calle”, por eso quedamos en un abrazo ese diciembre de 2019, por eso estoy convencido de la falta que nos harás, porque nos enseñaste a ser revolucionarios.    

Entre el 10 de noviembre de 2019 y los días previos al juramento del Presidente Constitucional del Estado, Luis Arce Catacora, en noviembre de 2020, Bolivia vivió una arremetida violenta de manos de los políticos más conservadores a quienes les urgía reponer los privilegios que el estado republicano les garantizaba, fueron los políticos que reafirmaron su casta para rechazar lo indio, lo criollo, lo que se negaban a entender para menospreciar el esfuerzo de la gente que no cabía en su árbol genealógico. Por eso el Juanca fue fundamental, porque desde su tranquilidad -aparente- nos dio lecciones fundamentales de lucha, por eso sonreíamos mientras nos amenazaban, dábamos pasos en medio de los pigmeos que amedrentaban las calles con instrucción abierta y armas, así ejercimos la libertad frente al grito, nadie dudó, nadie dudará, Juan Carlos Pinto nos dio esa certeza.

Sin embargo, debo insistir en lo que el Juanca nos enseñó durante los aciagos días de Áñez, Murillo, López o Longaric; nos desafió a recuperar la resistencia para que no quedemos callados ante tanta injusticia, pero también nos dio como alternativa sonreír ante la prepotencia uniformada, nos enseñó la senda de la marcha más allá de la emboscada cobarde que trataba de callarnos, en resumen, nos enseñó a poner el rostro y no la otra mejilla, el Juanca nos dio la belleza de defender nuestras ideas más allá de la mera consigna, nos dio la opción de perder el miedo y ganar este nuestro momento.       

Como ese mundo terrenal o pétreo del que tertuliamos siempre, me despido Juanca a estas horas de tu partida, asumiendo el compromiso de seguir de frente para que sea mejor y más justo este mundo que me toca habitar sin tu consejo, este mundo al que dejas para que tengamos más opciones de seguir sonriendo y luchando. Así como me contaste.