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  • Diario Digital | jueves, 25 de abril de 2024
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Marcelo Quiroga Santa Cruz, la entrañable transparencia

Una radiografía humana del político, líder socialista, escritor y docente universitario boliviano. Este año se conmemora 90 años de su nacimiento.
Un mural en el que aparece el político y líder socialista Marcelo Quiroga Santa Cruz. CASA MARCELO QUIROGA SANTA CRUZ
Un mural en el que aparece el político y líder socialista Marcelo Quiroga Santa Cruz. CASA MARCELO QUIROGA SANTA CRUZ
Marcelo Quiroga Santa Cruz, la entrañable transparencia

El 17 de julio de 1980, durante el golpe de Estado de García Meza, fue asesinado un político e intelectual que se convertiría en mito; pero también murió un ser humano. ¿Qué clase de persona fue Quiroga Santa Cruz?

Una de las notas escasamente difundidas y la más humana de todos los tiempos sobre la vida de Marcelo, fue escrita por la periodista Myrtha Fernández. Se trata de una crónica, una especie de radiografía de la vivencia de Quiroga Santa Cruz, desde su temprana juventud hasta el aciago día de su muerte en manos de sus cancerberos militares.

Hace más de un año, el hermano mayor del extinto líder socialista, Alfonso, falleció sin ver cumplidos sus deseos de encontrar los restos mortales de Marcelo. La nota de Fernández, hoy está más vigente que nunca, que para una mejor lectura sólo actualizamos algunas fechas y datos.

Lucidez y memoria

Un muchacho de admirable lucidez y de extraordinaria memoria, con una sensibilidad social que lo llevó a dejar el colegio privado e inscribirse en uno fiscal para estar en contacto con la verdadera Bolivia. Un muchacho reservado, apasionado por el arte y poco afecto a las fiestas y a los grupos juveniles. Un chico de “buena familia” cuyos padres le dejaron ejercer el derecho de tomar sus propias decisiones. Así aparece dibujado Marcelo Quiroga Santa Cruz en la memoria de dos personas que lo conocieron de cerca: Alfonso, el mayor de los cinco hermanos Quiroga Santa Cruz y Rodolfo San Martin, amigo y uno de sus más leales seguidores.

“Uno de los rasgos más sobresalientes de Marcelo era su lucidez, su inteligencia que no solamente le sirvieron para tratar los problemas políticos, sino también los de tipo familiar. Marcelo fue siempre el fiel de la balanza en estas situaciones. Otro rasgo característico de él fue su extraordinaria memoria, tenía una memoria realmente privilegiada”, dice Alfonso Quiroga. También para Rodolfo San Martín la memoria era el rasgo más notable del líder.

“Él tenía, desde muy joven, en La Paz, la afición de ir a las sesiones de la Cámara de Diputados para ver y escuchar lo que allí pasaba. Cuando volvía le relataba a mi papá. Que tenía mucho interés por conocer estos temas, todo lo que había visto. Relataba como si alguien se lo estuviera dictando, recordaba los nombres, repetía lo que había dicho cada uno e incluso las cifras que se habían citado”, agrega el hermano mayor.

La familia

La familia Quiroga Santa Cruz pertenecía a un sector privilegiado de la sociedad boliviana. La madre era Elena Santa Cruz; y el padre, José Antonio Quiroga, fue ministro de Guerra del gobierno de Daniel Salamanca. Sin embargo, fue como alto ejecutivo de la Patiño Mines que indirectamente, contribuyó a forjar la ideología política de Marcelo. Las visitas que juntos hicieron a las zonas mineras permitieron al entonces adolescente observar una realidad social que lo dejó profundamente impresionado.

“Marcelo me contó alguna vez que nunca había quedado tan impactado ni tan desolado como cuando vio, al visitar las minas con su padre, las condiciones en que trabajaban los mineros bolivianos. Me confesó mucho después que ése fue el primer sacudón de rebeldía que sintió. Él era un hombre de una enorme sensibilidad”, recuerda San Martín.

Del matrimonio Quiroga Santa Cruz nacieron cinco hijos: Alfonso. Norah, Mario, Marcelo y Orlando. La familia es originaria de Cochabamba, donde la mayor parte de los hijos vivió su infancia, pero se trasladó a La Paz cerca de 1943.

Un niño diferente

“De la época de la primaria en el colegio La Salle –según los recuerdos de Alfonso Quiroga- el rasgo que podría destacar de Marcelo es que no era un niño como todos nosotros, que siempre andábamos entre travesuras y juegos de equipo. Él era más concentrado en sí mismo y, desde muy niño, un apasionado por la lectura. Tenía como principal proveedora de libros y de aliento a mi abuela. Ella creía ya entonces que Marcelo iba a tener un futuro brillante”.

La lectura fue la gran pasión del niño Marcelo Quiroga. Años más tarde, otros intereses se sumaron a este primero: la pintura lo deleitaba, aunque nunca llegó a pintar un cuadro, así como la danza clásica, quizás por la influencia de su entonces joven enamorada, Cristina Trigo. El cine fue otra de sus grandes pasiones, incluso llegó a producir un cortometraje: El Combate.

Sin embargo, escribir pronto se convirtió en una actividad fundamental para él. Según su hermano Alfonso, a los 12 o 13 años escribió sus primeros poemas. Con el correr de los años llegó la narrativa y luego el ensayo, con los que efectuó contribuciones fundamentales a la literatura y al pensamiento político boliviano.

¿Era Marcelo Quiroga un hombre enamoradizo? ¿Cómo eran sus relaciones con chicas? “No era enamoradizo; era del tipo amistoso. Creo que Cristina fue su primera y única enamorada”, dice Alfonso.

“Marcelo me dijo alguna vez que nunca le gustó bailar ni le interesaban las fiestas –señala Rodolfo San Martín-. Pese a que desde chicos frecuentábamos los mismos círculos, nunca lo conocí, porque él no era un muchacho de grupos. Él buscó autoexcluirse de su medio social”.

Opción por la austeridad

Después de pasar por el Instituto Americano de La Paz donde Rodolfo San Martín lo conoció, el joven Marcelo decidió sustituir los privilegios de la educación privada por la austeridad de un colegio fiscal.

“Ya se notaba en él algo de lo que iba a ser después. Decidió que tenía que conocer otra gente, terminar sus estudios en un colegio fiscal, y así se inscribió en un colegio nacional de La Paz -acota Alfonso Quiroga-. Una cosa que es importante anotar es que mis padres tenían hacia nosotros un trato que no era impositivo; se discutían todas las decisiones, pero, después de escuchar ciertas reflexiones, las decisiones finales las tomaba cada uno”.

Algún tiempo después de egresar del Colegio Nacional Bolívar, Marcelo comenzó estudios de Derecho en la Universidad de Santiago de Chile, donde su familia vivió el período de exilio político en que la colocó el gobierno de Paz Estenssoro.

“En esa época, siendo estudiante, fue cuando Marcelo escribió Los deshabitados, su primera novela”, recuerda Alfonso Quiroga. Y también fue entonces cuando se hizo evidente su preocupación por el acontecer político. Sentía mucha atracción por el movimiento universitario chileno del que su hermano Alfonso -entonces estudiante de arquitectura en Santiago- ya participaba.

En opinión del hermano mayor, aquellos eran tiempos en los que la atracción de la literatura, sin embargo, era más fuerte que la de la política. “Era lo que yo quería, que dejara esa inclinación política y se dedicara a escribir”. 

“A mi padre también lo había picado, de joven, el bicho de la política”, recuerda Alfonso; pero a nadie más en la familia Quiroga, excepto Marcelo. “Ni yo, tan ligado siempre a él, milité en su partido. Quizás porque sentía y sigo sintiendo una gran decepción respecto a los políticos de este país con honrosas excepciones, claro está”.

Presentimientos fatales

Pero ello no impidió que Alfonso Quiroga presintiera que su hermano iba a tener un fin trágico. “Yo tenía la convicción de que algún día podía llegar a sucederle lo que le pasó. Y él también. No lo quería decir, pero yo sé que lo presentía. Sabíamos que había muchas corrientes dentro del Ejército que querían eliminarlo. No era extraño que tarde o temprano le pasara lo que ocurrió”.

“Creo que lo que iba a pasar era una de esas cosas que todos en la familia intuíamos, sobre todo mi mamá, pero no nos animábamos a hablar de ello; era un presentimiento”. 

“Yo me enteré de que lo habían tomado preso, por la radio, cuando dieron la noticia del asalto a la Central Obrera. Ya entonces supuse lo que pudo haber venido después. Por la noche recibí una llamada y me dieron la noticia de que estaba muerto; cuando pregunté la hora, me dijeron que a las cinco y diez. Creo que fui el primero de la familia en saberlo”.

A 90 años de su natalicio y a 41 años de su asesinato (1980), el duelo por la pérdida de Marcelo persiste. No existe la voluntad política por esclarecer la muerte y desaparición de Marcelo. Pero la familia no pierde las esperanzas como tampoco los bolivianos que añoran el nacimiento de un hombre con esos atributos.

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