Opinión Bolivia

  • Diario Digital | jueves, 28 de marzo de 2024
  • Actualizado 22:00

Y llegará la paz en forma de un inventario de inútiles protocolos para perderse y olvidar

A propósito del volumen de cuentos del boliviano Óscar Coaquira, publicado por Editorial 3600 y disponible en la Feria del Libro de Cochabamba
Y llegará la paz en forma de un inventario de inútiles protocolos para perderse y olvidar.
Y llegará la paz en forma de un inventario de inútiles protocolos para perderse y olvidar.
Y llegará la paz en forma de un inventario de inútiles protocolos para perderse y olvidar

Roberto Bolaño decía que, en la literatura, lo realmente placentero era leer, mientras que escribir era bastante una mierda. Es una frase (típica de Bolaño), que puede ilustrar muy bien el tránsito de este libro de cuentos, breve y contundente que nos muestra que es el poder de la palabra el que busca La Paz.

Oscar Coaquira, lector antes que escritor y escritor a la par de enamorado impenitente de múltiples imposibilidades encarnadas en formas de mujeres, muertes, soledades, caminos que deben recorrerse con un adiós siempre listo en el bolsillo y en los labios.

Escribir cuentos es hacer el amor de pie sobre una hamaca, mientras que escribir novelas es agasajarse en la amplia y exigua amplitud de una cama enorme y mullida en la que el transcurso es lo que importa, a diferencia de la resolución que debe suceder en el cuento: urgente y cuanto antes. Es en esta fórmula entonces que las diversas escenas y situaciones que se atraviesan a lo largo de estas páginas puedan, por ejemplo, hablar de espejos inversos que le hablan a uno mismo, mientras le halan a los demás.

Puro cuento. Sin especulaciones metafísicas ni pretenciosas acrobacias narrativas, tampoco va al grano. El narrador, viajero siempre está atento en la reflexión vital de lo que le sucede a “él” como su propio personaje a veces y en otras ocasiones al otro, como el depositario del destino y la casualidad que les hace compartir un camino juntos.

Si carece de estos artificios que suelen hacer cansinas algunas historias, es bastante frecuente encontrar una amplia variedad de escritores y obras referenciales que nos hace pensar que en realidad hay algo más que sólo cuentos en esta historia: La historia del libro.

El título del primer cuento que abre el libro “Los amores imposibles” ya es un primer indicador de esa historia del libro, sabiendo, por supuesto, que todo libro tiene su historia y que cada historia puede, a su vez contener muchas historias de las historias. Convertir todo en un sentimiento interiorizado, en una voz, es entonces la clave. En pocas palabras ¿Qué nos hace sentir este libro de cuentos? Que hay muchos que pugnamos por no morir en la soledad del camino. Que muchos anhelamos regresar, aunque sea solo en sueños o deseos, porque siempre hay alguien en quién pensar. Alguien que espera y nos espera encontrar.

En lo personal, considero que Coaquira conoce muy bien las claves del género “negro” y sospecho que antes de concluir con el libro, piensas muchas veces ese coqueteo que existe entre una especie de marginalidad del literato-bohemio con el realismo sucio y ese no sé qué, tan romántico, que tiene las bambalinas del delito. Quizá en algo de lo sórdido también está la belleza. Quizá sospechar que alguien morirá por la forma de su sonrisa, es también una forma de la belleza.

Este es un gran libro de cuentos por su unidad, porque no sale de lo común para entrar en lo ridículo. Porque mantiene la misma emoción de cardiograma en todos sus personajes. Es un gran libro de cuentos por estar hecho de pequeñas grandes cosas. Cositas siniestras, diría yo, entrando en la confianza de regresar a buscar el sofá y los abrazos tan tristes de esa mujer que siempre esperamos encontrar.

Y página tras páginas vas creyendo que el personaje de todo este asunto es la distancia, la muerte, el abandono, pero al final, llegas a la conclusión que el personaje principal, aunque no aparezca en carne y hueso, también tiene nombre de mujer, y es la soledad.

Cinco cuentos. Cinco maneras de aprender a esconder nuestras más sinceras y tontas ilusiones, o como decía Jaime Bayly La literatura para aprender a ver con ternura el candor de nuestra estupidez, refiriéndose a eso romántico que a uno lo obliga a empezar a vivir de poesía, o de inventos bonitos, con finales circulares: círculos donde la desgracia también es creer que se está enamorado.

Para terminar y hablar (escribir en este caso) en puntos concretos. De lejos habla un Cortázar que se siente culpable de no ser tan Cortázar. Hay historias depositadas en héroes y situaciones literarias que, si no todos conocen, seguro llamarán a la curiosidad. ¿Será que se puede vivir de concursos literarios a lo Sensini? ¿Será que todos quieren encontrar el paraíso en medio de algunas hojas de papel?  ¿Será que una princesa de su altura no puede rebajarse a sentir amor por un cobrizo?

Oscar Coaquira tiene solamente la capacidad de su elocuencia para generar imágenes que abrevien densas escrituras sobre lo marginal y oscuro. Sobre la eterna soledad del que busca y nunca encuentra.

A través de estos cuentos, Oscar tiene la capacidad de hacernos pensar y sentir en todos y en nadie a la vez. Cosa siempre difícil, muy difícil de lograr.