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  • Diario Digital | viernes, 19 de abril de 2024
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MÚSICA

‘Idiot Prayer’, o la canción del distanciamiento

Sobre la actuación que el músico australiano Nick Cave interpretó, a solas con su piano, en el Alexandra Palace de Londres el pasado 23 de julio a través de un concierto vía Internet.
‘Idiot Prayer’, o la canción del distanciamiento

Es innegable el efecto negativo que la actual pandemia está ocasionando en la realización de eventos a nivel mundial. Desde artistas locales, hasta empresas de sonido en vivo, pasando por productoras y salas de ensayo, el confinamiento ha arrasado toda actividad cultural que involucre el trabajo presencial de personas relacionada al espectáculo. Sin embargo, en los últimos meses, hemos sido testigos de una creciente oferta de conciertos realizados por artistas, locales e internacionales, que han optado por el live streaming como una forma de mantener cierta vigencia en sus agendas y, por qué no, obtener un redito económico por aquello. A esta inevitable modalidad se ha tenido que acomodar un considerable número de artistas y festivales que, por la compra de un ticket virtual, ofrecen acceso a material inédito, una transmisión en directo, o acceso a material fílmico realizado con antelación, pero presentado exclusivamente para su consumo virtual. Es, precisamente, a esta última modalidad que se suscribe el más reciente trabajo de Nick Cave, Idiot Prayer: Nick Cave Alone at Alexandra Palace. Un streaming global junto al artista y su piano. 

Filmado en el West Hall del Alexandra Palace de Londres, Idiot Prayer constituye una forma extraordinaria de combinar la experiencia del directo con aquella noción de interacción completa que Nick Cave ya venía tanteando mediante sus Conversations with. Serie de conciertos en los que el artista, acompañado apenas por un piano, se planteaba interactuar con el público mediante preguntas y respuestas intercaladas por versiones musicales reducidas al formato piano y voz. Es en ésta serie de conciertos que Idiot Prayer comienza a tomar forma, pues, viéndose obligado a aplazar las fechas de su tour 2020 junto a los Bad Seeds para el próximo año, Cave se propone plasmar en imágenes esta especie de ejecución condensada de sus canciones para presentarlas, de manera virtual, en una única fecha a nivel mundial. 

La experiencia visual ahonda en esta especie de sensación desoladora que el confinamiento ha ocasionado en los humanos durante los últimos meses. Con primerísimos planos de Nick Cave revisitando sus propias canciones, a través de papeles con anotaciones hechas a mano, se atestigua el descargo dramático que la lírica de Cave deja resonar en el espacio vacío del palacio entre canción y canción. En ese sentido, es ponderable el trabajo que el director Robbie Ryan logra con el manejo visual de aquellas emociones. Manteniendo foco en la majestuosidad del palacio, e intercalando tomas de detalles particulares que acentúan la experiencia personalísima del directo -como los papeles apilados en el suelo que Cave deja caer al finalizar cada canción, o el enfoque hacia la luz que entra por uno de los ventanales del palacio- Ryan logra con creces llevar la idea del live streaming a un terreno cinematográfico capaz de compensar con una cuidada estética la falta de realidad.

El listado de temas es un equilibrio entre el revisionismo y la sorpresa. Versiones despojadas de todo ornamento y reducidas a su forma más esencial como “The Mercy Seat”, encuentran un efecto alternativo al hipnotismo macabro de la versión original. Con “Papa won’t Leave You Henry”, una de las muchas canciones relegadas de un set normal junto a los Bad Seeds, el efecto es muy similar. De todas las canciones reconvertidas al formato pianístico –un formato para nada ajeno al desenvolvimiento musical de Nick Cave- destacan las más dóciles a esa reinterpretación, como la dylanesca “Nobody’s Baby Now” o la injustamente menospreciada “Stranger Than Kindness”. “Sad Waters” -una visita sorpresiva a su temprana discografía- estremece por su romanticismo descarnado, al igual que las muy reconocidas “Into My Arms” y “The Ship Song”. Puede parecer inútil redundar en la exaltación pasional y religiosa con la que las letras de Cave suelen ser descritas; sin embargo, esa cualidad vertiginosa de abordar al amor –haciendo contrapunto en sentimientos exacerbados, como el rencor, la violencia erótica, la desesperación clamorosa o la venganza; tan propias de Nick Cave, como de los Salmos incluidos en el Antiguo Testamento a los que Cave invoca con frecuencia- logran redoblar su efecto impresionista al fusionarse con el manejo cambiante de luces que se ejecuta para cada canción. Unas veces tenue y crepuscular, con un tono rojizo reflejando apenas el rostro de Cave, otras veces brillante, con oleadas de luz amarilla ingresando por las ventanas; cada canción es un pasaje individual a un mundo insuflado por esa sensibilidad gótica, limítrofe entre lo sagrado y lo profano. 

El set se completa con revisiones a su etapa rockera al lado de Grinderman (“Palaces Of Montezuma” y “Man In The Moon”), paseos por su faceta romántica en Nocturama (“He Wants You”), e interpretaciones de obras recientes, como la inédita “Euthanasia”, o las publicadas en su nuevo trabajo Ghosteen Galleon Ship y “Waiting For You”). Sin embargo, destaca más el empeño por revalorizar baladas oscuras incluidas en The Boatman’s Call, como “Black Hair” y “(Are you) The One That I’ve Been Waiting For”, y la casi omisión de material reciente (apenas una canción, “Girl In Amber”, rescatada de la doliente Skeleton Tree). 

Ya sea por el efecto intimista logrado en la filmación, capaz de invocar la presencia de Nick Cave y su piano hasta nuestra sala de video, o por el simple hecho de someterse a los mandatos de un director cinematográfico; Idiot Prayer se constituye como un punto final a una suerte de trilogía fílmica que había comenzado en 2014 con 20.000 Days On Earth, una invitación en clave psicoanalítica al mundo del australiano y sus procesos creativos; y continuó con “One More Time With Feeling”, el 2016, el cual sirvió como un registro catártico de la grabación de Skeleton Tree, posterior a la trágica muerte de su hijo. El hilo conector entre todos estos trabajos es, quizás, el trasluz existente entre el artista y su entorno. Esa permeabilidad constante entre Nick Cave y sus fanáticos, que se extiende, entre otros aspectos, hacia ese intercambio epistolar aún vigente en la página “The Red Hand Files”, o hacia aquella transmisión continua de videos las 24 horas a través de “Bad Seed Tee Vee”, en YouTube. Las distintas oscilaciones de intensidad en la música de Nick Cave –unas veces solitaria y acústica, mientras que otras totalmente eléctrica y barroca- son, quizás, tan solo equiparables a las variables fases de Neil Young en solitario o junto a los Crazy Horse. Que si éste es el ritmo definitivo al que debemos acostumbrarnos, o si lo mejor de Nick Cave junto a los Bad Seeds está, en todo caso, antes de la publicación de Skeleton Tree (siendo Idiot Prayer el final de una etapa deslucida), es algo que, tal vez, debe replantearse a partir de éste concierto; a partir de éste inevitable escenario para los eventos mundiales en los tiempos de la pandemia.   

Músico e Ingeniero de sonido