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La ‘Hannah Arendt’ de Von Trotta

Una reseña de la película biográfica, creada en 2012; basada en la filósofa judía-alemana y teórica política Hannah Arendt.
Un fotograma de la película Hannah Arendt, de la directora alemana Von Trotta.   HEIMATFILM
Un fotograma de la película Hannah Arendt, de la directora alemana Von Trotta. HEIMATFILM
La ‘Hannah Arendt’ de Von Trotta

En 2012, la directora alemana Margarethe Von Trotta presentó su film Hannah Arendt, una película biográfica dramática centrada en el que probablemente fuera el episodio más polémico de la vida de la filósofa alemana: la larga controversia en torno a su libro acerca del juicio de Adolf Eichmann (exoficial de las SS nazis) en 1961. 

Un año después, en 2013, en una charla bastante laudatoria presentada en la New School of Social Research de Nueva York, Richard Bernstein (notable teórico que fuera amigo cercano de Arendt en los últimos años de su vida) dijo que Hannah Arendt era un film cuyos detalles más importantes solo podían ser apreciados por “arendtianos”. La intención de Bernstein al hacer esta afirmación no es en absoluto restarle validez al trabajo de la directora alemana, sino por el contrario subrayar la “cuidadosa lectura” de la obra y vida de Arendt que había permitido la elaboración de la película. 

En tal sentido, me parece importante apreciar el hecho de que la mayoría de “arendtianos” que conozco muestra una gran apreciación por la textura y los pequeños “touches” que le permiten al film reconstruir la compleja atmósfera de la vida de la pensadora judía en los años 60´s. Este no es un dato menor, toda vez que gran parte de las películas que se centran en la vida de un personaje (real o ficticio) que ha marcado la historia de una disciplina, arte o práctica, no consiguen la aprobación “técnica” del público experto en dichas áreas. Uno puede pensar en los comentarios negativos de algunos bateristas o danzarines a la hora de valorar los aspectos “técnicos” o “coreográficos” expresados en Whiplash o Billy Elliot. 

Tales tendencias son un recurso característico al criticar la jerarquía que se revela en la obra de los directores de cine cuando estos, de modo natural, hacen primar los elementos del arte cinematográfico por sobre la interpretación exhaustiva de la disciplina cultivada por sus personajes. Sin embargo, Hannah Arendt es verdaderamente un trabajo que puede aprobar la rigurosa comprobación de cualquier “conocedor” de las dimensiones múltiples de la “circunstancia” biográfica e intelectual de la autora de Eichmann en Jerusalén. 

La narrativa más inmediata de la película nos cuenta una historia más o menos simplificada (no parece haber otra opción al referirse a hechos históricos complejos) de una Arendt que, de manera casi “heroica”, defiende su original y “malentendida” postura en relación con la estructura específica de las responsabilidades de Eichmann. Algunos lugares comunes son aquí traídos a colación en la forma de relatos típicos de nuestro tiempo, como la valentía del individuo frente a la opinión pública o el indudable machismo que caracteriza los círculos intelectuales en general. Probablemente un experto en filosofía moral, un historiador del holocausto o un jurista con experiencia en el caso podría cuestionar este relato parcial en el que la controversia esencial desatada por el libro queda más o menos velada detrás de una historia centrada en los “valores intelectuales” de Arendt. Todas esas interpelaciones pueden ser valederas y pueden restar cierta “objetividad” (palabra enormemente problemática) al retrato de Von Trotta. 

Sin embargo, creo que puede construirse en favor de la directora alemana un argumento de justificación desde la hermenéutica. Según Wilhem Dilthey, hay un elemento “adivinatorio” insoslayable en la interpretación, un momento de la comprensión que trasciende los aspectos más claramente “técnicos” de la hermenéutica y que solo se consuma a partir de la “genialidad” del interprete. Esta “genialidad” se basaría en una afinidad esencial con el autor, cultivada a partir de una “fusión de vida”, ganada a partir del estudio. Creo que este es el caso de la Von Trotta de Arendt. La directora habla “desde” los zapatos y la perspectiva de la filósofa alemana casi inconscientemente, porque su trabajo de investigación sobre ella ha sido tan exhaustivo que el “lente” de Arendt ha quedado incorporado a la experiencia de la vida de su interprete.

Ese trabajo exhaustivo es el mismo que hace que virtualmente la totalidad de los diálogos de la película sean auténticos, es decir, tomados de cartas, libros o conferencias dados por Arendt a lo largo de su vida. Del mismo modo, debe apreciarse la creativa reconstrucción de los escenarios domésticos hecha por el film y, en especial, de la sala de estar del apartamento de Arendt en Riverside, donde la autora recibía a su círculo de amigos intelectuales para las típicamente europeas discusiones de sobremesa centradas en la argumentación, el café y los cigarrillos. Un detalle coqueto: las flores que su amiga Mary McCarthy lleva constantemente a su departamento a cada reunión personal durante la película son igualmente, nos dirá Bernstein, uno de esos “puntos” que permiten sentirse a gusto con la escenografía a cada momento.

Todo esto casi permitiría pasar por alto la destreza de la actriz que representa a Arendt, Barbara Sukowa, pero cualquier persona que considere la película entenderá que, al margen de los contextos genialmente estructurados, la interpretación de la protagonista expresa toda la complejidad de una persona a momentos profundamente testaruda o arrogante, pero a la vez esencialmente sensible y vulnerable frente a las condiciones de su propia historia. 

En un tiempo en el que son cada vez más rígidas las justificaciones que debemos exponernos a nosotros mismos para tomar las decisiones “profesionales” que tomamos, creo que “Hannah Arendt”, más que ser un film para “arendtianos”, puede bien funcionar como una excusa inicial para “formar” “arendtianos”, esto es, para invitar a la gente al mundo del pensamiento.        

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