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  • Diario Digital | jueves, 28 de marzo de 2024
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Godzilla (1954): No es el blockbuster que esperabas

Aprovechando el hype generado por la cinta ‘Godzilla Vs Kong’, analizamos la evolución del significado de Godzilla en base a tres filmes icónicos del Kaiju japonés. (1/3)
Diseñado por Enrique Tapia Lavayén. CORTESÍA DEL AUTOR
Diseñado por Enrique Tapia Lavayén. CORTESÍA DEL AUTOR
Godzilla (1954): No es el blockbuster que esperabas

Godzilla no siempre fue el icónico monstruo que ahora todos conocemos. De hecho, sus orígenes tienen más similitudes con el cine independiente del mundo mayoritario que con la industria multimillonaria a la cual hoy pertenece. El contraste es tal que provoca la siguiente pregunta: ¿Cómo esta metáfora del armamento nuclear llegaría a ser el blockbuster que ahora encontramos en nuestras salas cinematográficas? No obstante, responder esa incógnita no es el objetivo de esta serie de reseñas. Por el contrario, estas críticas buscan analizar cómo distintos cineastas comprendieron el discurso antinuclear del Kaiju japonés en tres cintas importantes de la franquicia: Godzilla (1954), El retorno de Godzilla (1984) y Shin Godzilla (2016).

La película dirigida por el gran amigo y colaborador de Akira Kurosawa, Ishiro Honda, comienza con las constantes desapariciones de barcos pesqueros en las costas japonesas. El pánico e incertidumbre generado por estos acontecimientos produce el traslado de un equipo de investigadores a la isla de Odo, donde descubren las huellas de Godzilla, una criatura legendaria al que las radiaciones nucleares han convertido en un gigantesco dinosaurio mutante. Gojira, como lo llaman los nativos, abandona las costas y se dirige hacia el corazón de Tokio, provocando caos y destrucción en su camino.  Ante la eminente amenaza, sólo el “Destructor de oxígeno”, un arma de destrucción masiva, podrá acabar con el monstruo de las profundidades.

Para entender la significancia de esta historia – la cual se lee mucho peor por escrito que en lenguaje cinematográfico - es necesario conocer el contexto social que vivía Japón en ese entonces. La isla del Sur Pacífico sufrió una década antes las bombas de Nagasaki y Hiroshima. Tras esos ataques, durante la reconstrucción del país, el perpetuador de tal destrucción se presentaba como salvador al rescate. Los ciudadanos se encontraban en una situación incómoda al tener que reconciliar sus creencias previas con un nuevo orden que las condenaba. Tomando en cuenta la importancia del honor en esta cultura, la población vivía en un estado constante de humillación y sin poder procesar las memorias de la guerra de la mejor manera posible. Manifestarse en contra de la carrera armamentística entre la Unión Soviética y EE. UU, podría ser interpretado como algo anti americano. 

En ese marco, Godzilla adquiere tres niveles de significado. Para empezar, es una metáfora de la bomba atómica. Las calles hechas escombros tras el paso de Godzilla, el aliento atómico destruyendo todas las edificaciones, la ciudad de Tokio en llamas y la impotencia y desolación de los sobrevivientes en centros de atención médica, son una representación casi exacta de lo que se vivió en Nagasaki y Hiroshima. En segundo lugar, Godzilla también es una víctima del armamento nuclear, una criatura legendaria arrebatada de su hábitat por las pruebas atómicas en el océano pacífico. Un monstruo creado y exterminado por armas de destrucción masiva. Por último, pero no menos importante, una advertencia de las posibles consecuencias de la energía nuclear. Como bien afirma uno de los protagonista al finalizar de la cinta: “No puedo creer que Godzilla sea el único sobreviviente de su especie. Si las pruebas nucleares continúan, en algún lugar del mundo, otro Godzilla aparecerá”. 

En cierta forma, el terror y compasión generado por este monstruo de las profundidades han desembocado en la fascinación internacional por este personaje. A diferencia de muchas de sus secuelas, esta cinta no pertenece completamente a la fantasía. Es más, la explicación del origen de Godzilla y la construcción del arma de su exterminio presentan argumentos mucho más semejantes a la ciencia ficción. En ese sentido, la historia se toma así misma bastante en serio. Por otro lado, si bien los efectos especiales no envejecieron bien, y en algunas escenas podemos distinguir claramente que son escenarios en escala miniatura, el tratamiento estético genera un ambiente distópico, apocalíptico y sombrío. Este clima lúgubre en combinación con la inconfundible banda sonora de Akira Ifukube, generan una sensación de terror y suspenso.

Así es que Godzilla (1954), es un ejercicio catártico del corazón japonés de la época: La manifestación de una pesadilla postraumática, la crónica de las consecuencias de los excesos del ser humano con la naturaleza, un discurso elocuente, tanto en forma como fondo, en contra del uso del armamento nuclear.

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