Opinión Bolivia

  • Diario Digital | lunes, 04 de diciembre de 2023
  • Actualizado 12:30

¿Es necesario estudiar para “ser alguien” en la vida? (I)

“¿Qué pasaría si cuestionáramos esta pregunta? ¿Contra qué nos enfrentaríamos? ¿Contra quién nos iríamos a estrellar? En este escrito intentaremos responder a estas preguntas reflexionando sobre tres aspectos”
¿Es necesario estudiar para “ser alguien” en la vida? (I).
¿Es necesario estudiar para “ser alguien” en la vida? (I).
¿Es necesario estudiar para “ser alguien” en la vida? (I)

Generalmente, mientras somos niños o niñas y, después, jóvenes afrontando la escolaridad primaria y secundaria, en especial cuando estamos en el último año, nos encontramos recurrentemente con una pregunta incómoda que, con la fuerza de los años, nos han obligado a considerar como “la más importante de nuestras vidas”: ¿qué es lo que vas a estudiar? Ante esta pregunta existe una necesidad de respuesta, el “no sé” está permitido, mientras este tenga fecha de expiración. Por lo general ni siquiera se nos ocurre cuestionar esta pregunta; pareciera incluso que no hay posibilidad de “cuestionar la misma cuestión”. ¿Por qué? Probablemente porque la respuesta a un aventurado cuestionamiento suele ser lapidaria: “porque se necesita estudiar para ser alguien en la vida”. 

Pero, ¿qué pasaría si cuestionáramos esta pregunta? ¿Contra qué nos enfrentaríamos? ¿Contra quién nos iríamos a estrellar? En este escrito intentaremos responder a estas preguntas reflexionando sobre tres aspectos. El primero está fundamentado en el significado que le damos al término progreso cuando sentimos la necesidad constante de pensar en el futuro. El segundo aspecto, que está en estrecha relación con el primero, trata sobre el significado de “ser alguien”. Encarando el tercer aspecto, al finalizar nuestro escrito, describiremos la propuesta de Kusch sobre cómo el “ser alguien” auténtico implica verse desde el presente: ¿qué pasa si miráramos constantemente el futuro desde el ahora? 

Cuando nos preguntan sobre lo que vamos a estudiar, cruzan por nuestra mente un montón de ideas. Por eso al intentar responder se entrecruzan nuestros ideales, los ideales que tiene nuestra familia sobre nosotros, los gustos y preferencias por los que nos sentimos inclinados, etc. Pero, hay dos cuestiones siempre presentes que se suelen sobreponer a toda otra consideración: las ideas de progreso y de éxito. 

Qué emocionante es pensar en el progreso y el éxito que uno podría llegar a tener. ¿Por qué esta idea es tan atrayente? Primero pensemos en lo que significa para nosotros; popularmente podríamos decir que estas ideas nos suenan a mejorar, prosperar, ganar, significan todo lo “bueno”. Una se queda cautivada ante lo que dice el hermano, los papás, las mamás, los tíos o los abuelos al respecto. Si eres ingeniera, en un futuro podrás tener todo lo que quieras; si eres abogada, de padres abogados, podrás heredar lo que ellos han construido; si eres médico, podrás curar a la familia. Con tan solo tener una profesión, podrás progresar y así conseguirás el éxito. 

Para continuar nuestra reflexión centrémonos en la palabra misma: ¿qué es progreso? Según la RAE: “1. m. Acción de ir hacia adelante. / 2. m. Avance, adelanto, perfeccionamiento”. Estas acepciones nos muestran cómo la noción de progreso está asociada con lo que habíamos señalado en el anterior párrafo: progresar es, desde el punto de vista profesional, ir hacia un éxito que tiene que ver con algo alcanzable, pero que siempre está delante. Podríamos decir que estos significados de progreso tienden a fijar nuestros ojos, nuestros sueños y la proyección de lo que quisiéramos ser en un futuro concebido de manera ingenua. La definición de la RAE no parece añadir nada nuevo a lo que habitualmente se piensa sobre el progreso. Pero las connotaciones etimológicas nos dicen más; progreso, según el diccionario etimológico de Corominas, viene del término latino aggrĕdi, que tiene dos acepciones: dirigirse a alguien y atacar. Esta etimología nos revela un sentido de la palabra progreso con el que quizá no estamos familiarizados: atacar, agredir.  Estas connotaciones nos pueden servir para pensar en la idea de progreso más allá de lo convencional y permitirnos considerar el costo que puede tener esta idea en nuestro afán de alcanzar los ideales ingenuos de éxito que nuestros papás, hermanos, tíos o abuelos nos han repetido desde colegio.

Como se puede ver, resulta muy fácil asociar las connotaciones de progreso con la idea popular de éxito que nuestros seres más cercanos nos han presentado, adornándola con atractivos exitistas. En tal sentido, conviene ahora proseguir pensando en las connotaciones etimológicas de progreso vistas anteriormente: atacar, agredir; pero ahora lo haremos desde el significado de éxito que, consciente o inconscientemente, hemos asumido asociándolo con la idea de “ser alguien” en la vida. Para poder reflexionar desde esta perspectiva, conviene revisar a continuación lo que dice Kusch en El misterio de estar nomás: “sabemos que debemos tener cosas para ser alguien, y aquel que no las tiene, pues le decimos Nada serás”. Esto suelen repetírnoslo muchas veces nuestros familiares enfatizando que si no somos ingenieros, médicos o abogados no llegaremos lejos y no podremos tener “nuestras cositas”.

Lo dicho en el anterior párrafo se puede ilustrar mejor con una situación que vivimos con frecuencia los que somos profesionales jóvenes: nos encontramos con un amigo o un pariente que no hemos visto desde hace mucho tiempo, y a poco de comenzada la conversación sentimos que nos ataca progresivamente con preguntas tales como: ¿qué has estudiado? ¿Ya estás trabajando? ¿Estás ganando bien? Uno tiene la tentación de inventarse maravillas con tal de que parezca que se está en proceso de “ser alguien”.  “Aún sigo estudiando”, solemos decir, “no he terminado la carrera, porque tuve un viaje a España”. Podríamos mentir queriendo sorprender a nuestro interlocutor y además esperando apaciguar sus preguntas para no sentirnos menos; para tratar de contrarrestar “la agresión” intentamos hacerle las mismas preguntas, y lo más probable es que nos cuente lo bien que le ha ido en la vida. Desde lo que habitualmente nos han enseñado y nos han dicho siempre, solemos pensar: “debe tener platita, ya debe tener autito, casita, y una buena pega. Indudablemente: ya es alguien”.

Todo el tiempo tenemos en mente la idea de “ser alguien”. Nos contagiaron el falso afán de progresar a toda costa, incluso agrediendo, atacando, a nuestros más cercanos. Esto para muchos está directamente asociado con la experiencia de ser presionados, obligados, a escoger una profesión para “ser alguien”, a pesar de nosotros mismos. Y para cumplir con este cometido, uno necesitaría hacerse un plan de vida; como diría Kusch: “con ese plan en la mano cualquier vida, por más mezquina que sea, tendrá algún sentido”. Esta búsqueda insaciable por llegar a ser alguien, sean cuales sean los motivos, no nos ha permitido ni siquiera reflexionar en la pregunta fundamental: ¿qué es “ser alguien”? Podríamos respondernos desde lo que nos han dicho siempre: “aquel que ha progresado es alguien”. Esta respuesta nos llevaría a otra pregunta que se plantea Kusch: “¿Entonces para sólo eso sirvió el progreso, para ser alguien que tiene algo, y si ese algo se quema, ya nada se es?” 

Incluso otra pregunta podría ir antes: ¿sabemos lo que somos ahora?

Licenciada en Cosmovisiones, Filosofías y Psicología - [email protected]