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La élite del conocimiento y el acceso a ‘papers’ académicos

La ciencia y su vínculo con la cultura libre
Alexandra Elbakyan. Wiki-award 2016.         WIKIMEDIA COMMONS
Alexandra Elbakyan. Wiki-award 2016. WIKIMEDIA COMMONS
La élite del conocimiento y el acceso a ‘papers’ académicos

Alexandra Elbakyan es la fundadora de Sci-hub. Esta joven estudiante de Kazajistán creó este repositorio con más de 84 millones de artículos académicos​ el 5 de septiembre de 2011. Desde entonces, este sitio web ha proporcionado acceso a información a millones de estudiantes e investigadores. Según Elbakyan esta página responde a una necesidad, sobre todo en países en vías de desarrollo. “Cuando era estudiante en la universidad de Kazajistán no tuve acceso a ningún documento de investigación. Necesitaba estos documentos para mi proyecto de investigación. Pagar 32 dólares es una locura cuando necesitas leer decenas o cientos de estos papeles para hacer una investigación”, cuenta la programadora.

El problema que relata la creadora refleja la situación de muchos jóvenes investigadores, incluso, la de algunos ya experimentados. El acceso a papers académicos sigue siendo un privilegio. Los científicos e investigadores han pertenecido a una élite desde siempre, pero ahora, en pleno siglo XXI, era de la globalización; este grupo se vuelve cada vez menos “exclusivo”. Los intentos de estas élites de agarrarse con uñas y dientes a su estatus son desesperados y evidentes. Por ejemplo, en 2015, Elsevier, la mayor editorial de libros de medicina y literatura científica del mundo presentó una querella a Elbakyan por la creación de este sitio web. Sin embargo, la fundadora relata en una carta al juez que esta editorial fue la única en quejarse de que su contenido esté en Sci-hub. Mientras que otros investigadores independientes o miembros de editoriales más pequeñas nunca habían tenido problema con ello. Según ella, no se trata de que Elseiver quiera que se respeten sus derechos de autor, sino de negarle el derecho de la información a las masas.

En un mundo cada vez más globalizado y en el que el acceso a información está en la palma de la mano de todos, pensar que las publicaciones académicas pertenecen solamente a una élite que puede pagarlas es un pensamiento que a primera vista puede parecer que queda casi anticuado. Pero todo esto es un problema un poco más complicado y profundo. La investigación en cualquier área implica un despliegue de recursos humanos, económicos y materiales. Las mismas revistas en las que se publican estas investigaciones necesitan un presupuesto para funcionar. Como Marcia McNuff describe en su editorial “Mi amor-odio por Sci-hub”, aunque las revistas no paguen a los autores, sus editores son científicos pagados que se aseguran que la información esté “completa y conforme a estándares de calidad, transparencia, apertura e integridad”. Eso sin mencionar otros profesionales que complementan la publicación de los papers. Desde ilustradores que hacen el trabajo más digerible hasta comunicadores de ciencia que se ocupan de difundir el contenido. El precio que uno paga por acceder a una investigación académica no es solamente el precio del contenido, sino de una serie de procesos que garantizan la calidad del documento.

Por eso, hablar de una eliminación total de derechos de autor como plantea Alexandra Elbakyan es una locura. Sin derechos de autor se pierde el reconocimiento económico por el trabajo de investigadores y sería muy complicado seguir manteniendo los mismos estándares de calidad de su trabajo. Pero hablar del acceso a los papers como un privilegio absoluto en lugar de un derecho, es igual de descabellado.

La existencia de Sci-hub al igual que otros sitios similares no es más que un síntoma de que la comunidad científica y académica está haciendo algo mal. Es importante que se planteen sus prioridades nuevamente y puedan adaptarse a las exigencias del mundo actual. Un mundo en el que el conocimiento y su producción ya no se concentra solamente en países desarrollados en los que el investigador promedio no tiene problema en pagar 32 dólares por paper. Si no, un mundo que ya no diferencia origen para construir conocimiento. Un mundo en el que los países en vías de desarrollo también tienen urgencia de producir investigaciones. En los que estudiantes de todas partes pueden competir por plazas en grandes universidades, solo necesitan los recursos.

No se trata de liberar todo el contenido de manera legal para evitar la ilegalidad. Se trata de buscar nuevas fuentes de financiamiento. Se trata de que monopolios como Elseiver dejen de ver al conocimiento como un producto listo para la venta, sino como un derecho. Según las investigadoras Llarina González y Viviana Fernández, 88% de los investigadores encuestados no consideran a esta web como algo negativo e incluso la usan. Son las grandes editoriales las que tienen un problema. Pero Sci-hub no debe verse como un enemigo, sino como un desafío para las editoriales. ¿Qué pueden hacer para no quedar en quiebra por la piratería, no “regalar” su trabajo, pero al mismo tiempo ser más democráticos con el conocimiento? Es un planteamiento complejo y profundo que la sociedad globalizada exige cada vez más que se haga.

No se puede construir conocimiento si no se tiene de base más conocimiento. Si se niega el acceso a investigaciones, es siempre la misma ciencia la que sale más perjudicada.

Estudiante de Comunicación Social de la Universidad Católica Boliviana “San Pablo” Regional Cochabamba