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  • Diario Digital | viernes, 19 de abril de 2024
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El paraíso de Dalí

El pintor español (1904-1989), maestro del surrealismo, hizo una serie de xilografías dedicadas a ‘La Divina Comedia’, de Dante Alighieri, que se exponen en el Palacio Portales de Cochabamba hasta el 16 de abril
El paraíso de Dalí.
El paraíso de Dalí.
El paraíso de Dalí

Es el artista que más habló de Dalí. El artista que dijo que él no estaba loco, pero Dalí sí. El que más hablaba y admiraba a Dalí pero también al pintor español Diego Velásquez; el artista que amaba a Dalí y a sus bigotes puntiagudos en forma de paloma, o de patas de insecto, o de la firma de Dios; a esos bigotes copia de los de Velásquez. Es el artista que hablaba de Dalí en segunda persona, como si fuera otro. Dalí es el artista que más habló de Dalí. Y por eso fue un excéntrico, un genio, un loco; hombre de una mujer, de un credo, de un estilo, de un gesto que desafiaba a quien lo quisiera imitar o cuestionar. Dalí, más que una fuerza, fue una fe. 

En 1942 escribió en su autobiografía titulada La vida secreta de Dalí: “Mi ambición no ha hecho más que crecer (…) ahora es la de llegar a ser Salvador Dalí y nada más. Por otra parte, esto es muy difícil, ya que a medida que me acerco a Salvador Dalí, él se aleja de mí”. Cincuenta años después, cuando quizá Dalí ya esté con Dalí en el paraíso, el mundo busca, como él mismo buscó, a Dalí para encontrar en su imaginería, en sus pinturas y su visión del mundo, inspiración, alegría por la vida y, por encima de todo, grandes ideas. 

Ese mundo que se ha empeñado en conservar y difundir sus pinturas y con ellas la imagen del pintor, inseparable de su obra. Dalí, el máximo exponente del surrealismo, abrió una puerta al modernismo con su extravagancia y su enorme talento para expresar los sueños, el inconsciente, el alma; eso que no se toca ni se ve, esas cosas como el infierno o el purgatorio o el paraíso. Mirar sus cuadros es vivir dos vidas, la propia y esa que no se ve; es alargar nuestra redonda y compacta vida terrenal a otras formas y otros estados. Como sus relojes blandos, mirar sus obras estira nuestro propio mundo y lo saca de sus límites. En la exposición “Dalí, La Divina Comedia de Dante Alighieri”, que se muestra en el Centro de Exposiciones del Palacio Portales, sus cien ilustraciones del “gran texto italiano” escrito por el poeta Dante Alighieri, de 1304 a 1321, estiran nuestra percepción del mundo y de las ideas que teníamos del infierno y del cielo, pero también de ese lugar en medio que es la “sala de espera” antes de entrar al paraíso, al que llegas en una barca, esa estancia donde entras y olvidas. 

Dalí incluso en “La divina comedia” es Dalí. La exposición sigue al pie de la letra el texto italiano, tres partes: el “Infierno”, el “Purgatorio” y el “Paraíso”, cada uno con sus 33 cantos, cada uno terminando en la palabra estrella, con sus nueve círculos calientes, con sus nueve estancias de espera, con sus nueve esferas celestiales. Dalí nos hace descender a la tierra caliente y nos  lleva por un paseo de xilografías oscuras, de trazo duro, circular para luego hacernos ingresar en un espacio donde los bordes de las figuras se van suavizando, aparecen sus paisajes desérticos, sus mujeres con cajones y las extremidades zancudas preparándonos para nuestra propia ascensión en el cielo. Ahí, en tres salas claras, en el “Paraíso” vemos el color, la ligereza, la atomización del cuerpo, como si las figuras humanas explotaran en mil astillas de vidrio. Vemos las flores, los jardines, la belleza de los ángeles, sentimos elevarnos, queremos ser buenos, puros, arrodillarnos, merecernos el cielo y la aureola, es una visión, el “gran éxtasis” que Dalí busco toda su vida. Ahí, al final de “La Divina Comedia”, encontramos a Dalí con la firma de Dios en la cara.