Opinión Bolivia

  • Diario Digital | sábado, 20 de abril de 2024
  • Actualizado 00:00

Un controvertido episodio de la Guerra del Chaco a través de dos miradas contrapuestas (II)

Segunda parte de una revisión a un curioso episodio de la guerra del Chaco, protagonizada por los médicos Abelardo Ibáñez Benavente y Gabriel Arze Quiroga
Portada de la obra ‘Instantáneas de ayer’ (1984), del médico Gabriel Arze Quiroga.      CORTESÍA AUTOR
Portada de la obra ‘Instantáneas de ayer’ (1984), del médico Gabriel Arze Quiroga. CORTESÍA AUTOR
Un controvertido episodio de la Guerra del Chaco a través de dos miradas contrapuestas (II)

El fracaso de la guerra bacteriológica

El punto más controvertido del texto de Ibáñez, es aquella referida a la “guerra bacteriológica fracasada”. Antes de ingresar a esta ofensiva bacteriológica, el autor muestra un paisaje oscuro rodeado de noticias alarmantes y llenas de pánico, como ser, la retirada de las tropas derrotadas de Yujra y Arce: “Reinaban la confusión y el derrotismo en las unidades militares, las tropas no obedecían a sus superiores y se retiraban en medio del mayor caos. Eran días de deshonor y de vergüenza”. Frente a esta situación: “Resolví jugar una carta decisiva para el desarrollo de la guerra –escribe Abelardo Ibáñez–, sin pensar que hasta en eso la mala suerte que nos perseguía iba a hacer fracasar planes cuidadosamente trazados. Convoqué a una reunión de los Jefes del Estado Mayor del Primer Cuerpo del Ejército, para proponer una medida extrema en la cual había pensado mucho y que la había preparado concienzudamente por sí alguna vez se pudiera necesitarla. Toda nuestra tropa, a su paso por Villamontes, había recibido la vacunación anticolérica, junto con la antitífica, así que era inmune al cólera asiático. Tenía en mi poder dos frascos de cultivos del vibrión del cólera, preparados pocos días antes por el Dr. Luis Prado Barrientos, Jefe de nuestro Laboratorio Bacteriológico. Expuse ante la reunión de Jefes la posibilidad de acudir, como recurso supremo a la guerra bacteriológica para contener el avance del enemigo”. La guerra bacteriológica consistió en contaminar los pozos de los fortines antes de abandonarlos, “la guerra podía terminar de inmediato (…). Una epidemia de cólera acabaría con el ejército enemigo y se propagaría muy atrás, ayudada por el clima tórrido y por el uso obligatorio de las aguas contaminadas. El proyecto fue aprobado por unanimidad por los Jefes presentes”.

Para este cometido, Abelardo Ibáñez indica que se encomendó a dos cirujanos militares para que se constituyeran en los fortines que se iban a evacuar y procedieran a contaminar el agua. El resultado fue que después de su regreso, “no hubo el menor aviso de que la extrema medida hubiera tenido algún resultado. Muchos informaron que los comisionados no se habían animado a cumplir con la orden impartida y los dos cirujanos fueron dados de baja por ignominia en una de las órdenes generales que dicté. Ellos afirmaban que habían cumplido la orden. Después reflexioné, pensando que quizás el cultivo se había esterilizado por la falta de precauciones en su conservación. Pero, hasta el día de hoy, jamás me he arrepentido de haber ideado un recurso tan supremo, que de haber dado resultado habría sido la salvación de la patria amenazada”.             

Gabriel Arze Quiroga: la mirada contrapuesta   

La polémica revelación de Abelardo Ibáñez, fue cuestionada años más tarde por el médico Gabriel Arze Quiroga en el libro Instantáneas de ayer (Cochabamba: Editora Nacional Bolívar, 1984), que es un texto que recoge recuerdos del Chaco, documentos políticos e históricos, artículos de prensa y temas diversos. En el capítulo primero manifiesta que el libro Sed y sangre en el Chaco, “hace apreciaciones caprichosas en varios aspectos y en el capítulo XII expone el proyecto diabólico respecto a la intención de contaminar las aguas de la Cañada Fortín Arce con cultivos de vibrión de cólera”.

 Según indica Arze, una vez anoticiado de la publicación de Ibáñez, “me dirigí a la opinión pública mediante una relación completa de los hechos, con carta al director de Prensa Libre en la que le incluí el artículo titulado: La retirada de Fortín Arce”. A consecuencia de ello, la redacción del periódico manifestó: “Como médico consciente de sus responsabilidades el Dr. Arze Quiroga prefirió mantener silencio sobre esa desatinada orden impartida por el Dr. Ibáñez Benavente, que 35 años después de aquella guerra escribió lo que tal vez debía callar, si además no tenía conocimiento del resultado de la orden que dispuso; sin embargo, el libro del ex Director de Sanidad Militar y también ex Ministro de Salud Pública le obligó a la aclaración para conocimiento de la historia”.

De manera categórica, Arze Quiroga expresa “que la memoria le traiciona al Dr. Ibáñez Benavente”, “lanza a los cuatro vientos su libro (…) en donde pregona una intención y preparación propias del genocidio, que debía haber sido piadosamente relegada al olvido, me hallo en la obligación de aclarar cómo fracasó aquella idea y mi participación”. De acuerdo al relato de Gabriel Arze, llegó al fortín Saavedra el Director de Sanidad en Campaña, Coronel Ibáñez; su ayudante y seis estudiantes de medicina incorporados con el grado de suboficiales. Dejaron el vehículo frente al casino, donde además de comer, departieron con los oficiales contando novedades de retaguardia.

Terminada la cena, el médico Ibáñez se sorprendió al ver el furgón vacío. “Alarmado, a gritos llamó al chofer y a los suboficiales sanitarios y les pregunto dónde habían dejado los bultos y con qué autorización habían descargado (…). El ya enfurecido Dr. Ibáñez, amenazaba a los suboficiales de Sanidad con hacerlos fusilar sino aparecían los cajones”. Esta situación llamó la atención: “En eso escuche al aterrorizado y colérico Director de Sanidad lamentar ¡Esto no puede ser!, ¡Esto es más peligroso que la guerra misma!”. Luego de requisar el campamento, fueron encontrados los cajones y dos frascos tirados en el suelo: “Puedo decir que por intuición y sin necesidad de microscopio, reconocía que ese cultivo era la de vibrión de cólera (…) confieso que transpiré de espanto. Ante el cuadro dantesco que significaría una epidemia opté por los fueros del Derecho y de la cultura frente a la guerra”. La acción de Arze consistió en destruir los cultivos de cólera; y como segundo paso, esterilizó los frascos para sustituirlos con sustancias inocuas y estériles. Y los demás, es la historia relatada por Ibáñez.

Este fue el secreto mejor guardado por Gabriel Arze hasta el día que apareció el libro de Abelardo Ibáñez, en donde recién dio a conocer a la prensa lo que realmente sucedió en la denominada “guerra bacteriológica”. El curioso episodio de la guerra del Chaco tuvo una agitada discusión a nivel nacional e internacional, en donde fueron tomando partido por resaltar la ética médica en tiempos de guerra. Sin duda alguna, hasta el día de hoy seguimos gravitando sobre la contienda bélica más larga que enfrentó Bolivia en el siglo XX, en donde, en este caso, los protagonistas no fueron militares, sino, dos médicos.