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  • Diario Digital | viernes, 19 de abril de 2024
  • Actualizado 13:26

‘A Chiara’: herencia del neorrealismo

Relato de caída de las ilusiones de infancia, el filme del cineasta italoamericano Jonas Carpignano puede verse en la plataforma Mubi
‘A Chiara’: herencia del neorrealismo.
‘A Chiara’: herencia del neorrealismo.
‘A Chiara’: herencia del neorrealismo

Afincado en la localidad calabresa de Gioia Tauro, el realizador Jonas Carpignano, nacido en los Estados Unidos, completa con A Chiara una trilogía fílmica que le ha permitido cortar en capas los distintos estratos sociales de esa ciudad. Su opera prima, Mediterránea (2015), seguía los pasos de dos inmigrantes de Burkina Faso, afincados en unas tierras tomadas de la periferia e instalados en carpas. A Ciambra (2017) subía apenas un peldaño en la escala social, para dar con una amplia familia de romaníes (gitanos, en el habla de todos los días), para quienes los pequeños delitos eran un modo de sobrevivencia. Ahora asciende un escalón más, avanzando hacia el centro de Gioa Tauro y encontrando allí a otra familia, ésta de raíces locales y de una posición social y económica lo suficientemente desahogada como para permitir al padre correr con todos los gastos del concurrido (y muy bien servido) cumpleaños de 18 de la hija mayor. Los Guerrasio son calabreses y Calabria es el territorio propio de la ‘Ndranghetta, la temida mafia local. En algún punto se revelarán los puntos de contacto entre ambos clanes.

“La” Chiara (Swamy Rotolo) es la hija del medio de los Guerrasio. Es bonita, muy morocha, de inquietos ojos negros y un hoyuelo en la barbilla. Tiene 15 años y los vive con la energía propia de esa edad, pero es ingenua. Todavía. Ama a los suyos (son tan unidos como toda familia italiana tradicional) y sobre todo a su padre, tanto como su hermana Giulia (Grecia Rotolo), que en la fiesta de 18 se trenza con aquél (Claudio Rotolo) en un abrazo húmedo. En la fiesta todo es alegría, bailes, festejos y juegos. Chiara sale a fumar su cigarrillo electrónico fuera de casa, lejos de los ojos vigilantes del padre, que como buen calabrés no les pierde pisada a las hijas. En la calle, Chiara y la amiga se cruzan con unos primos, que tampoco ven bien que la chica fume. “Nosotros fumábamos a tu edad porque somos hombres, pero vos sos mujer”. De pronto aparecen unos desconocidos en medio de la noche cerrada, el padre sale de casa intempestivamente y unas noches más tarde su auto vuela en pedazos. En los noticieros se habla de la ‘Ndranghetta.

Relato de caída de las ilusiones de infancia, no por nada A Chiara se llama como se llama. Enteramente narrada a través de los ojos de la protagonista, prácticamente no hay plano en el que ella no esté presente. Será Chiara la que investigue, la que se rebele y la que descubra los secretos familiares, de los cuales un bunker hermético bajo tierra, preparado para recibir “visitas”, parece el emblema. A Chiara comienza con una serie de planos tan apretados como el cariño familiar, primero sobre ella y luego sobre ella, sus hermanas y su padre, jugando todos en la cama, en una escena como de sábado a la mañana. En la secuencia del cumpleaños, que como las célebres fiestas multitudinarias de El Gatopardo, El Padrino y Las raíces del cielo dura casi media hora, el encuadre se abre, para dar paso a la familia ampliada de los Guerrasio. De allí en más son frecuentes los travellings de seguimiento a Chiara, que ha iniciado, con energía creciente, el viaje iniciático que la lleva sin cesar hacia delante.

Estando tan centrada en el personaje central, la de Carpignano es una de esas películas que no son posibles si la protagonista no tiene el carisma de Swami Rotolo, actriz no profesional que pasa de la picardía ingenua de los 15 a una dureza de mandíbulas apretadas. Finalmente a su propio cumple de 18, que la encuentra, tal como dicen las palabras escritas por una amiga, en un punto de arribo y de partida. En la línea de partida encuentra el plano final a Chiara, que por lo visto ha elegido correr carreras en largo. Ahora, después de todo ese camino recorrido junto a ella, la cámara ya no la sigue, la deja ir hasta perderse en un desenfoque. No puede terminarse una nota sobre este film sin mencionar lo asombroso que es que los integrantes centrales de la familia ficcional de los Guerrasio sean miembros de una familia real, los Rotolo. Herencia del neorrealismo. A Chiara debe considerarse, de pleno derecho, un film neo-neorrealista.