Opinión Bolivia

  • Diario Digital | viernes, 19 de abril de 2024
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Carta a TD. La Plaza del Hombre Americano – Museo a Cielo Abierto

“Ahora que la plaza del Stadium, rebautizada como Plaza del Hombre Americano – Museo a Cielo Abierto, en justo homenaje a Arturo Posnansky (quien ahora goza de un monumento en ese mismo lugar), puede ser momento de repensar desde la modernidad los lugares que hacen a la ciudad”.
Arthur Posnansky, pionero de la arqueología boliviana, inmortalizado en la plaza Tejada Sorzano.    AMN
Arthur Posnansky, pionero de la arqueología boliviana, inmortalizado en la plaza Tejada Sorzano. AMN
Carta a TD. La Plaza del Hombre Americano – Museo a Cielo Abierto

Hace pocas semanas se inauguró en La Paz una de las obras urbanísticas más importantes de los último años. Esta ciudad “abigarrada” diría alguien, late de un modo distinto en relación a su propio entorno natural, y por eso las obras que aquí se hacen -de ingeniería o arquitectura- o se integran o quiebran todo orden. Tal vez aquí mucho más dramáticamente que en otros lugares.

Te lo he dicho, después de la Pandemia me cuesta reconocer la ciudad, no sólo en el trazo urbano, sino es su propia esencia. O es más bien que te busco en los lugares que conoces, o te encuentro en los espacios que te faltaron descubrir. Una de esas obras monumentales que conociste es el Monoblock Central de la Universidad Mayor de San Andrés. Uno de los edificios más emblemáticos, diseñado por el arquitecto Emilio Villanueva. Para el Bicentenario de la Gesta Libertaria de La Paz fue inaugurada la plaza que se integra a su atrio. En aquel momento se repitió un ejercicio particular de dejar una caja cerrada “enterrada” para el futuro.

La obra que se inauguró por las fiestas de Julio esta vez fue la Plaza del Hombre Americano – Museo a Cielo Abierto, que estaba bautizada como plaza Tejada Sorzano (quien fuera Presidente de la República entre 1934 y 1936), pero que popularmente se la conocía como la plaza del Stadium. 

La plaza del Stadium fue en sí misma un lugar único en la ciudad, porque ahí se recreó un templete semisubterráneo tiwanakota que fue diseñado por Arturo Posnansky, pionero de la arqueología boliviana, ahí se ubicó la famosa estela Pachamama, que también se la conoce como el Monolito Bennett (que fue bautizado así por su descubridor Wendell Bennett, otro arqueólogo que en su paso por Bolivia fue parte de la expedición que permitió el hallazgo de esta pieza de dimensiones mayores). Posnansky había diseñado un Museo Abierto en el que se pudiera ver y conocer lo que Tiawanaku fue. La opción didáctica del arqueólogo y sus primeros trabajos por “ordenar” la historia hacen de su figura una de las más atractivas para entender el pensamiento de una época, a contracorriente –su pensamiento y acción- de los primeros gestos de “modernización industrial” que se impulsaba desde el liberalismo de la época también en sus cuestiones simbólicas.

Los domingos, como hoy, suelen ser días de tango, y de fútbol. No hay mejor referencia sobre esto en La Paz, que aquel famoso verso escrito por Néstor Portocarrero  en Illimani que dice sencillamente: “Miraflores, mi refugio dominguero”. Domingo y fútbol. El Stadium como centro de un orden urbano que encuentra su espacio y su tiempo. El barrio de Miraflores fue concebido en los años previos al Centenario de la República en su trazo urbano por Villanueva, también como una respuesta política a un nuevo tiempo. Aquel que pretendía integrar a Bolivia en la modernidad. Lo más interesante acá es el diálogo con el pasado que le brinda un sello propio a sus construcciones públicas con el denominado estilo neo tiwanakota. La estructura original del Stadium va tener esta cualidad, a la que se integra la plaza que ideó Posnansky desde su propia perspectiva, sin recrear nada existente, sino inventando un lugar, a partir de referencias tangibles del propio sitio arqueológico de Tiwanaku.

Miraflores y el Stadium se yerguen entonces como símbolo de la nacionalidad, de lo boliviano, de la gloria pasada de una cultura extinta como ideal de poder. Esto es algo muy importante al intentar comprender una época y su sociedad.

Sin embargo, no tardará en llegar el atropello general sobre el símbolo en nombre de la modernidad. Con motivo de la inauguración de la nueva plaza, el Gobierno Autónomo de La Paz organizó la Conferencia: “Miraflores y el estadio vistos por Emilio Villanueva, y la Plaza del Hombre Americano – Museo a Cielo Abierto visto por Arthur Posnansky”, donde participaron Carlos Tenorio, Alfonso Barrero y Juan Villanueva. En esta ocasión, Barrero dice: “La suerte que corrió la edificación del estadio no pudo ser más desafortunada, pues en 1974 durante la dictadura de Banzer se decidió su demolición por no responder a las necesidades de los Juegos Bolivarianos que se llevarían a cabo en esa ciudad en 1977, destruyéndose la coherencia estilística de la llamada Plaza del Monolito con la nueva edificación que es una mole de concreto, y más que eso, la importante evidencia de la respuesta de una arquitectura “nacionalista”, espíritu del proyectista que la creó desapareció físicamente en este espacio.” Se rompía así el sentido del Stadium, también de Miraflores, y por sobre todo de lo que se pensaba como símbolo de la nacionalidad boliviana desde la concepción del Primer Centenario Republicano.

Años más tarde, ya entrado el siglo XXI, en marzo del 2002, el Monolito Bennett, que había sido errante desde su llegada a la ciudad en 1933 desde Tiawanaku, fue devuelto al sitio arqueológico, y en su lugar se puso una réplica. La plaza del Monolito había perdido algo de su “ajayu”, su propia alma se había retirado del lugar. Cuando una grúa levantó la pieza lítica en aquella mañana de sábado se descubrió que debajo de él estaba enterrado un cofre que para efectos de esta historia podemos llamarle “misterioso”. Porque algo de misterio siempre ha tenido el Bennett, y todo lo que rodea a la arqueología boliviana en su etapa inicial.

Ahora que la plaza del Stadium, rebautizada como Plaza del Hombre Americano – Museo a Cielo Abierto, en justo homenaje a Posnansky (quien ahora goza de un monumento en ese mismo lugar), puede ser momento de repensar desde la modernidad los lugares que hacen a la ciudad. Espacios públicos que invitan a seguir haciendo travesuras en ellos, pero también a insistir en la importancia de lo simbólico dentro del horizonte de la identidad de una ciudad y un país.

Que nos vemos en “las banderas”, eso todavía seguirá siendo una clave del código georeferencial paceño, porque además de rehacer el Templete Semisubterráneo, también se han respetado otros pequeños símbolos de la paceñidad. Una obra que invita a reflexionar, del mismo modo que incita a un próximo encuentro en esta ciudad.