Opinión Bolivia

  • Diario Digital | viernes, 19 de abril de 2024
  • Actualizado 18:29

Cantos sobre tiempos oscuros

Una crítica de The Fall, filme que puede verse en Latinoamérica en la plataforma de streaming MUBI

RAMONA
Cantos sobre tiempos oscuros

Estoy seguro de que estos tiempos son oscuros, es decir, de poca lucidez, abundantes en rabia a punto del desborde, pasión, odio, coraje y, sobre todo, miedo. No puedo calificarlos, no puedo ponerles una valoración, aunque hoy todo es medible y debe ser bueno o malo. Hay mucho ruido también, mucha gente, muchas voces, muchas imágenes, digo muchas por exceso, por demasía, sin embargo, imagino que la desmedida profusión de la información que nos carcome todos los días tiene también, en sí misma, un sentido, nos dice algo mientras nos aturde. Aquí, en Bolivia, en estos últimos meses, comparo todo con un mal sueño, no con una pesadilla, sino con esos sueños recurrentes, dolorosos para el cuerpo, pues lo entumecen mientras alucina con imágenes estrambóticas a veces, reveladoras y al mismo tiempo vacías. Quiero escribir sobre esto, pero se ha escrito tanto y tan mal sobre pandemias y déspotas que la sobriedad, lo mínimo, la imagen o palabra justa se siente siempre mejor, el cine sabe mucho de eso, el cortometraje como género más aún.

The Fall de Jonathan Glazer es tan solo una curiosidad, frágil, sí, aunque le auguro un buen y sólido futuro en la memoria de quien transite por sus imágenes. Siete minutos nada más y sin diálogos, es un ensayo, un bosquejo, pero eso es lo que vivimos hoy, una y otra vez, prueba y error, vivimos fracciones de segundos en una pantalla, reiniciamos una y otra vez el sistema. Glazer sabe de esas dimensiones desde que se fue volviendo un artista del videoclip, el formato de fin de siglo, la imagen fragmentada y críptica por excelencia, hoy imagen viva y mutante, aunque destile nostalgia y formalidad frente al ansioso y rizomático multimedia.

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En su fragilidad, The Fall tiene una importancia mayor de la que parece. Decir mucho con pocos recursos no es una novedad, de hecho, hoy es un imperativo, pero decirlo en silencio es diferente. Y no es solo la ausencia de diálogo, es contar angustia, miedo y terror sin forzar la luz, el gesto y el corte. Glazer construye el fragmento de un mundo, uno de los que estamos viviendo, una parte de esta oscuridad. Cuando digo “estamos”, me refiera a nuestro país, y sí, considero posible extrapolar el sueño y fijación de un artista inglés a mi realidad, con miles de kilómetros de distancia. Vivimos en una sociedad atemorizada, llena de máscaras y verdades, tantas como gente existe, la comunidad es calificada de horda y viceversa. Como el personaje principal en The Fall, no está claro por qué nos persiguen, o por qué escapamos, por qué desconfiamos, nos cubrimos la cara todos los días, somos todos lo mismo, también somos el otro que desconocemos, y por eso dudamos, estamos al asecho y asechamos, las precauciones nunca están demás. Pero venimos cubriéndonos la cara desde hace meses, antes de febrero, porque nuestra narración se rompió.

En la primera secuencia un hombre está aferrado a un árbol que es zarandeado frenéticamente por un grupo de gente, el corto se asemeja a una cacería, o como el mismo autor lo describió con ironía, a un reality show, más o menos lo mismo. Las fotos que evidencian la presa no faltan, y luego ese pozo sin fondo aparente por donde el protagonista es arrojado. Poco, tan solo unas cuantas sensaciones, la instantánea del momento.

Una curiosidad más. Para fraguar este corto, a Glazer le pasaron por la cabeza la familia Trump, un poema de Brecht, una pintura de Goya, entre otras cosas. Este sueño compartido en 2019, encaja en otras ensoñaciones y temores hoy, se conecta con un pasado que parece repetirse y aparece fugaz, así como se presentó el corto en los cines ingleses, como una ráfaga sin aviso, entre una película y otra, como una intuición. Si hay algo que esta hiperconectividad nos está dando es una especie de conciencia colectiva, tangible, que dialoga. En medio de esa masa oscura hay unos ojos que se abren abruptamente ante la revelación de un mal sueño.