Opinión Bolivia

  • Diario Digital | martes, 23 de abril de 2024
  • Actualizado 03:42

Bienvenido, Mister Berlanga

En homenaje al centenario de su nacimiento, instituciones culturales de España organizan homenajes y ciclos de cine dedicados al cineasta valenciano Luis García Berlanga, una iniciativa en la que también ha sido incluida Bolivia, con charlas y visionados de filmes como el que es reseñado a continuación.
Bienvenido, Mister Berlanga

“¡Hola! ¡Bienvenidos! Welcome!”. Estas palabras de recibimiento pueden ser útiles para identificar una de las grandes obras del cineasta español Luis García Berlanga, Bienvenido, Mister Marshall (1952). También son adecuadas para inaugurar el ciclo de cine “Berlanga, la risa amarga”, que busca recorrer los centros culturales y filmotecas a nivel mundial.  Iniciativa organizada por el ICAA (Instituto de Cinematografía y Artes Audiovisuales), en colaboración con el Instituto Cervantes, Acción Cultural Española y AECID.

“¡Hola! ¡Bienvenidos! Welcome!”, además, es una invitación sugerente para explorar qué significa la risa amarga, no solo proyectada bajo la mirada de España en la década de 1950,  sino impregnada también por la interpretación boliviana en 2021. ¿Será o no posible comprender una película con tantos años encima, en un lugar diferente al que estaba destinada? Dijimos que es una invitación; de esas existen en todo el mundo. Y a quién no le gustan las invitaciones, ¿verdad? A menos que sean forzosas, de esas que exigen que los anfitriones se disfracen. 

El contexto que rodea al largometraje se centra en la posguerra, cuando el programa de ayuda estadounidense estaba destinado a restituir los vestigios que había dejado un conflicto bélico tan destructivo como lo fue la Segunda Guerra Mundial (evidentemente, con intenciones ideológicas y geopolíticas por detrás). Pero, sin necesidad de ser un historiador, el argumento es sencillo: llegaría dinero en dólares para el pueblo de Villar del Río, si se incentiva a la delegación extranjera con los encantos propios de la región y su gente. 

La mejor aproximación teórica para el análisis sustancial del film, es la identificación de la similitud más contundente que posee Bienvenido, Mister Marshall con un folleto de etiqueta y protocolo en eventos sociales solemnes: la teatralidad. “Doblar la servilleta en forma de cisne y acomodar los cubiertos de manera perpendicular sobre el platillo principal para indicar que la cena estuvo exquisita, pero que uno ha quedado satisfecho y ya no desea continuar degustando mayor variedad de preparados”, posee el mismo grado de extravagancia que rodea a los niños del pueblo Villar del Río, cuando son instruidos para cantar al unísono cuando hay que recibir a una autoridad en la escuela: “¡Viva, viva, el señor Delegado!”.

No solo da vida a esta sátira mediante situaciones, también lo hace mediante personajes. Por ejemplo, retrata la incapacidad de las autoridades de escuchar activamente las necesidades colectivas, a través de Don Pablo, el Alcalde sordo de Villar del Río. O, también, la reiteración vacía de la perorata política, manifestada mediante el discurso desde el balcón del ayuntamiento, que brinda el Alcalde y el manager que conocía Boston. Pero surge una particularidad en su proceso de representar cómicamente la psique del pueblo en su conjunto. Divide la crítica ácida y humorística entre las figuras de autoridad (el poder), y entre los sectores vulnerables del pueblo relacionados a la pobreza, impregnados de una intención más respetuosa por parte de Berlanga. 

Se hace evidente esta dicotomía a través del recibimiento de los estadounidenses. Por un lado, se encontraba la teatralidad del nacionalismo que pretendía proyectarse para generar simpatía y recibir fondos estadounidenses. Mediante la exageración del disfraz y la utilería, se hacía referencia a la máscara que luce la “sociedad del espectáculo”, enfocada en las apariencias (sombreros de cartón, banderas y pancartas). Y por el otro, el financiamiento de este teatro surgió del endeudamiento del pueblo, pese a que el Alcalde aseguró en su discurso que “ni un céntimo ha salido de las arcas públicas, porque en estas arcas jamás ha habido un céntimo”. Cuando se retrata esta situación desde el punto de vista del pueblo, le concede aires más sensibles: todos los pobladores tenían un deseo, y luego de los eventos que se llevaron a cabo de manera distinta a las expectativas, los habitantes no recibieron nada. Optando por el olvido frente al déficit y al deseo no cumplido.

Así, Berlanga nos muestra entre risas, que hay acontecimientos que pasan como la lluvia errática que se disipa cuando debía refrescar los pastizales; y la vida sigue. Situación que se vive en todo el mundo, al igual que las invitaciones forzosas. 

Estudiante de la carrera de Comunicación de la UPB [email protected]