Opinión Bolivia

  • Diario Digital | miércoles, 24 de abril de 2024
  • Actualizado 22:21

Alto Madidi: un campo de confinamiento político bajo la dictadura de Banzer (I)

Sobre la obra que recoge un testimonio de presos políticos que estuvieron en Alto Madidi. Un relato de esa conflictiva época fue rememorado por Jesús Taborga, quien llegó a publicar el texto que se da a conocer en esta primera parte
Portada de la obra  de Jesús Taborga.       CORTESÍA
Portada de la obra de Jesús Taborga. CORTESÍA
Alto Madidi: un campo de confinamiento político bajo la dictadura de Banzer (I)

A mediados del siglo XX, el escritor cochabambino Ricardo Bustamante afirmó que “los sucesos limitan el tiempo, como las cosas limitan el espacio. El tiempo sin sucesos es la nada, y el espacio sin existencias se convertiría en la fuerza expandida al infinito, pero siempre ponderable y dispuesto a reaparecer, para condensarse nuevamente”. En la actualidad, muchos episodios de la historia contemporánea se fueron olvidando por la memoria colectiva, o en otros casos son rememorados de manera parcializada. Ante la amnesia social, quedan los testigos de la historia, aquellos que lograron registrar testimonios y remembranzas de los tortuosos senderos de la dictadura castrense.       

El informe de 1976  

A mediados de los años setenta, la Central Obrera Boliviana (COB) promovió la publicación del informe sobre la Violación de los Derechos Humanos en Bolivia (1976), en el cual denunciaron los atropellos cometidos por el gobierno de facto del coronel Hugo Banzer Suárez. Dentro de las diversas acusaciones reveladas en el informe, se encuentra la apertura de campos de concentración y centros carcelarios en distintas partes del país. El texto menciona, por ejemplo, el campo de concentración de Alto Madidi, que fue habilitado en el mes de septiembre de 1971 para “resguardar” a varios presos políticos: “Allí fueron trasladados más de 60 presos políticos, obligados a construir su propia vivienda. La intención del gobierno era en principio habilitar un gran campo de concentración. Pero la acción decisiva de algunos presos, ayudados por los propios soldados que custodiaban dicho campamento, frustró toda esta intención. En el mes de noviembre, luego de tomar el campamento, lograron capturar un avión y fugar al Perú. Esta acción fue calificada por el gobierno como financiada y ayudada por extranjeros. Tratando de ocultar la inseguridad de su propio campamento que por guardar condiciones insalubres se encontraban imposibilitados de mantener custodias”. 

Informe Comisión de la Verdad

En el mes de marzo de 2021, la Comisión de Verdad tras más de tres años de investigación sobre los delitos de lesa humanidad perpetrados por los gobiernos militares (1964-1982), entregó como acto de desagravio un extenso documento de 11 volúmenes al presidente del Estado Plurinacional. Paralelamente a ello, la Comisión presentó el libro intitulado Memoria histórica de las investigaciones. Dictaduras 1964-1982 (La Paz, 2021), que es un compendio de la ampulosa investigación. En el punto referido a las “características de los centros de detención clandestina” bajo la dictadura de Banzer, indican que se instauró el campo de confinamiento en Alto Madidi. Hay que indicar que este pasaje del texto es llamativo por la presunta “indagación” de la Comisión, que, en este punto, prácticamente se limitó a transcribir fragmentos del informe Violación de los Derechos Humanos en Bolivia de 1976, y sin citar fuente alguna reprodujeron lo siguiente: “Allí fueron trasladados más de 60 presos políticos, obligados a instalarse en ese inhóspito lugar. La intención del gobierno era en principio habilitar un gran campo de concentración. Pero la acción decisiva de algunos presos, ayudados por los propios soldados que custodiaban dicho campamento, frustró toda esta intención”. ¿Un descuido de los integrantes de la Comisión de la Verdad?

El testimonio de Taborga 

Saliendo del esquema de los informes mencionados, se puede encontrar testimonios de presos políticos que estuvieron en Alto Madidi. Un relato de esa conflictiva época fue rememorado por Jesús Taborga, quien llegó a publicar el texto Fuga de la prisión verde. Alto Madidi: un campo de concentración de la dictadura de Banzer (La Paz: Editorial Gramma, 2004). El autor inicia su relato indicando que a los pocos días que se consumó el golpe de Estado encabezado por el coronel Hugo Banzer Suárez, “una docena de agentes del Ministerio de Gobierno, fuertemente armados, ocupando dos jeeps y monitoreados por dos infiltrados” pasaron abruptamente a golpear la puerta de su domicilio: “-¡Abran la puerta o la derribamos! ¿Entendieron, carajo? ¡Tenemos órdenes de entrar a esta casa! ¡Aquí se guarda armamento y se esconden socialistas y comunistas subversivos!”. Al ingresar a su morada vio como saqueaban sus pertenencias, llevándose libros, papeles y manuscritos. 

Una vez detenido, fue conducido a la Dirección Nacional de Investigación Nacional (DNIC) de la ciudad de La Paz. Según Taborga, alrededor de 30 personas se encontraban junto a él, en la madrugada del 22 de agosto de 1971: “Maniatado y fuertemente custodiado (…) me encontré enseguida con dirigentes de organizaciones obreras, políticas y populares. Las celdas eran sucias y diminutas, pero aun así teníamos que caber todos en ella”. El desprecio de parte de sus captores fue traducido en amenazas y acusaciones constantes, “sobre todo      –dice Taborga– de un oficial adiestrado en algún cuartel con instructores de pésima cultura cívica y patriótica”. La peculiar perorata –entre el militar y los civiles– tuvo el siguiente tono: “-¡Ahora verán lo que es gobernar! ¡A ustedes, los comunistas, les vamos a enseñar a defender la patria! ¡Les vamos a enseñar a postrarse ante los símbolos patrios, a venerar y respetar a nuestros héroes nacionales, como Busch, Villarroel y Barrientos! ¡A defender la soberanía nacional frente a la intromisión de tantos libros extranjeros… a rechazar todas las ideologías foráneas…!”.

Entre otras cosas, las huestes militares se detenían a reflexionar a los detenidos lo siguiente: “Las Fuerzas Armadas se vieron obligadas a tomar la iniciativa de hacerse cargo del gobierno por el caos y la anarquía imperantes en el país. Que la tremenda situación de crisis se debía a la intervención de la izquierda, que no dejaba gobernar. Que, desde hoy en adelante, el país tomaría los rumbos de orden, paz y trabajo”. La violencia psicológica ejercida a los presos y el inhóspito lugar tuvieron como resultado: pesadumbre existencial, angustia y temor.  

La permanencia de los presos políticos en la DNIC fue de una semana, hasta que llegó la orden “desde arriba” para trasladarlos, primero les anunciaron que los soltarían y los custodiarían a sus casas “para que nadie les haga daño en el camino”. Luego del esperanzador anuncio, fueron violentamente introducidos a los jeeps que aguardaban en la calzada de la calle Ayacucho, frente al palacio de gobierno: “Encerrados en los vehículos y sin poder ver hacia afuera, dimos vueltas y más vueltas a la ciudad y no lográbamos arribar a nuestro destino”. Limitados al capricho de sus escoltas, descendieron en la Base Aérea de El Alto, “circundados con una veintena de agentes fuertemente armados. Los motores de los aviones empezaron a encenderse (…). A la fuerza fuimos introducidos a la nava de dos hélices, con matrícula C-47, mientras otros presos, un tanto alejados del grupo nuestro, aguardaban a otros aviones que se alistaban para emprender vuelo”. Ya, en el avión del TAM (Transportes Aéreos Militares), fueron creciendo las dudas: “Pensé –dice Taborga– que podríamos ser arrojados desde los cielos a las selvas inmensas del trópico beniano. Sobre el caso, ya hubo una víctima: el guerrillero Jorge Vásquez Viaña fue aprehendido en 1967 y arrojado desde un helicóptero a los campos cochabambinos del Chapare. También se dice de otros prisioneros que, en épocas pretéritas, fueron botados al Illimani y al Titicaca”. El viaje fue aproximadamente de una hora, para ellos era un momento de reflexión sobre la finitud del ser humano.