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  • Diario Digital | viernes, 19 de abril de 2024
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Algunas polémicas de Arguedas. Parte III

Tercera parte parte de una revisión sobre las críticas y polémicas que rodearon la vida y obra del escritor, intelectual y político boliviano
Algunas polémicas de Arguedas. Parte III

Entre la correspondencia de Arguedas, se encuentra más de un centenar de cartas de escritores y pensadores de todo el continente con los cuales intercambiaba pensamientos, reflexiones y hechos del momento, entre estos se encontraba el escritor chileno Joaquín Edwards Bello (1887-1968). 

Joaquín Edwards Bello

En octubre de 1926, Arguedas, desde su hogar en París, recibe como obsequio el libro de Edwards Nacionalismo Continental. Agradecido con el autor escribe una carta de agradecimiento y resalta el contenido del libro porque “ataca a fondo nuestros grandes problemas y dejan de lado nuestras pequeñeces”. Advierte que una vez deje sus labores de historia y vuelva a sus cuestiones sociológicas, será su libro de predilección para posteriores estudios.

Edwards Bello, proveniente de una familia aristocrática chilena, descendiente de parte materna de Andrés Bello, tuvo una educación esmerada y, negándose a llenar los vacíos diplomáticos que su familia le quería otorgar, se dedica a la escritura, donde sus crónicas harían temblar a la sociedad aristocrática chilena, ya que se consideraba de espíritu nacionalista. 

En 1928 empezaría el desencanto de su compañero de letras. Viendo las publicaciones de sus colegas escritores de otros países, se detuvo en la obra histórica de Arguedas, quien en uno de sus tomos agradece al magnate Simón I. Patiño y a Arturo Loayza por la labor de haber subvencionado sus tomos que estaban siendo publicados. Aquí empezaría la ruptura de esa fraternal comunidad que unía a Arguedas y Edwards Bello. 

Edwards publicaría una primera columna de opinión en el periódico Los Tiempos de Santiago sobre el magnate y su influencia en la economía, política y sectores sociales de nuestro país, criticando su incapacidad de ser generoso con el desarrollo del mismo, cuando tiene “comprados a la mayoría de los abogados, jueces y funcionarios de su patria”. En su columna, resalta su fervor por aumentar el patriotismo de cada ciudadano de la América Hispana. Pregona la unión de sectores sociales con el fin del progreso y diversificación del capital invertido en cada nación. Rechaza a Patiño y la dinámica empresarial que lleva, por su comportamiento de enmudecer a sectores menos privilegiados del país, además, de haber silenciado a intelectuales como Alcides Arguedas, para que no hablen mal de su política empresarial y así ocultar su viciado negocio extractor de estaño, y justifica que “compró al integro, al talentoso Alcides Arguedas”. Además, cuestiona la forma de vida en el exterior del autor de Raza de Bronce, quien “goza de modesta fortuna propia, pero decentísima” para cubrir los gastos de su libro de edición “lujosa”.

Para el siguiente día, publica su segunda columna, sigue cuestionando al magnate cochabambino por no invertir en su país y, al contrario, “compra joyas de arte en el Hotel Druot para su palacio de la Avenue du Bois de Bouloge”. Edwards Bello quería fatigar al escritor para encontrar y leer su posición, cuando, en unas líneas más abajo, escribe la decadencia del autor de Pueblo Enfermo que “ya no es águila salvaje y temible de las alturas, sino canario en jaula”. 

La respuesta de Arguedas no se deja esperar. Unas semanas después, en El Diario, sale publicada una columna con el título El Potentado y el Escritor, con el objetivo de esclarecer el motivo por el cual acudió al magnate para el financiamiento de sus obras. Empieza recordando la ardua labor que hace 16 años, 1912, empezó con la investigación de libros y documentos sobre el origen de Bolivia, gracias al apoyo moral que recibió de sus amigos F. García Calderon, Rufino Blanco Fombona y Hugo Barbagelata para publicar una historia de Bolivia. Recuerda las dos oportunidades cuando le negaron el financiamiento de su obra. La primera, cuando fue rechazado por el premio universitario Escobari, por cuestiones de desvirtualizar el objetivo de su publicación; el segundo, cuando la Cámara desestimó la obra por ver en ella “moldes ásperos para el patriotismo”. 

Así, terminando de exponer sus desgracias con las instituciones que negaron alguna publicación suya, empieza lo sucedido en el encuentro con Arturo Loayza, cuando éste sugirió a Patiño publicar sus tomos de historia y así empezar con la redacción de su obra. Menciona que el objetivo, tanto de él y de Patiño, era una motivación patriótica sobre sus orígenes, desarrollo y consecuencias de su estado actual. Si bien no explica el contenido de sus tomos, todos con una crítica demoledora a los mandatarios y sus gobiernos, concluye su columna con la hipótesis del pensamiento de Edwards Bello: su simpatía con el bolchevismo y la aceptación a las causas revolucionarias de imposición social, donde el escritor chileno era un fiel abanderado de las desigualdades sociales, más allá de su ímpetu por formar un nacionalismo continental.

Es este el origen el cual varios intelectuales, investigadores e historiadores posteriormente se pongan en contra, aún más, de Arguedas. La tesis a futuro que se formularía sobre el “Arguedas historiador” sería de patiñista y fabulista, ausente de un método histórico propiamente.