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  • Diario Digital | jueves, 25 de abril de 2024
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El último viaje de David, el docente que quiso cambiar el mundo

Tras su muerte, su familia impulsa el movimiento que pretende generar un transporte seguro.
David Crespo, docente de la Unibol, disfrutaba de la naturaleza (i).    Familias de víctimas de fallecidos y heridos realizan velorio simbólico pidiendo justicia. CORTESÍA - DICO SOLÍS
David Crespo, docente de la Unibol, disfrutaba de la naturaleza (i). Familias de víctimas de fallecidos y heridos realizan velorio simbólico pidiendo justicia. CORTESÍA - DICO SOLÍS
El último viaje de David, el docente que quiso cambiar el mundo

David Crespo Rocha, docente de la Universidad Indígena Boliviana Comunitaria Intercultural Productiva (Unibol – Quechua) Casimiro Huanca, perdió la vida, al igual que otras 21 personas, tras que la flota de Trans Carrasco se embarrancara la madrugada del 2 de marzo en la zona del Cañadón, a la altura del kilómetro 72 de la carretera que une Cochabamba con Santa Cruz.

El hombre, de 37 años, confiaba en que “las pequeñas acciones podían cambiar el mundo”. Su esposa Lina López, de nacionalidad colombiana, dice que “estaba enamorado de la academia y que apostaba por la educación, y eso lo hacía volver al Chapare”. Estuvo trabajando en Unibol los últimos tres años y viajaba cada fin de semana; muchas veces expresó a su familia su preocupación por el trato a los pasajeros, las condiciones de las flotas, la falta de control de los efectivos policiales, entre otros aspectos que él anhelada cambiar.

Los fines de semana estaban dedicados a su esposa y sus tres hijos (de 11, 6 y 4 años), aunque el resto de los días no dejaba de estar pendiente de ellos, pese a la distancia. Lina aún recuerda cómo corría por toda la casa, haciendo de lobo, detrás de sus hijos que decían ser los cerditos o cuando les decía que su mano era una araña y les hacía cosquillas.

Era un qhochalo alegre, excelente cocinero, wilstermanista y enamorado del Tunari y su tierra. Antes de su último viaje le dijo a su esposa que era “un hombre muy feliz porque tenía mucho amor en su vida”. 

Era una “lumbrera” dice su padre, Grover Crespo, al recordarlo. Era ingeniero forestal y magister en medioambiente; también estudió medicina. Trabajó con el Gobierno de Suiza, escribió varios artículos en revistas de alcance internacional y el último texto que realizó fue uno que detallaba un tratamiento para curar la COVID-19 y verificó su eficacia en más de 400 pacientes que vencieron al virus. “Estuvo enfrascado en el tema desde que comenzó la pandemia porque le preocupaba mucho”.

“El movimiento ciudadano por el transporte seguro” es impulsado por la familia de David Crespo como una forma de honrar su memoria y que tiene el propósito de generar un cambio a nivel nacional. Grover Crespo, su padre, señaló que los familiares de fallecidos y heridos del accidente Trans Carrasco se unieron en “una sola voz”.

Entre los sobrevivientes de este siniestro está Erwin Tumiri, el técnico de aviación que sobrevivió al accidente aéreo de 2016 en Colombia, cuando viajaba en un chárter de Lamia junto a la tripulación trasladando a jugadores del Chapecoense. De este último hecho salió casi ileso y cuando era dado de alta, los esposos Huarayo lloraban la muerte de su segundo hijo; jóvenes potosinos que viajaron en la misma flota buscando mejores días.

Por todas las víctimas, este movimiento propone que el trámite para activar el SOAT no sea tan burocrático y que cubra la rehabilitación completa de los heridos considerando que muchos, de este accidente, han quedado endeudados, abandonados y aún no han completado su tratamiento. Exigen que la Policía realice operativos para verificar que los buses estén en óptimas condiciones para viajar y que hayan pasado por la Inspección Técnica Vehicular (ITV) tomando en cuenta que el bus de Trans Carrasco no pasó por esa revisión desde 2015, cuando debía hacerlo cada año.

También identificaron debilidades en otras dependencias. Al Instituto de Investigaciones Forenses (IDIF) le reclaman celeridad en la entrega de los cuerpos. La autopsia de un cadáver demoraba unas tres horas y la espera para las familias fue larga porque habían más de 20 fallecidos. Ellos consideran que la valoración debería ser ágil porque la muerte fue a consecuencia de un hecho de tránsito y no se investiga la sospecha de un asesinato u otro crimen de esa naturaleza que requiera un análisis profundo.

Todo eso, y otros aspectos más, es importante para el movimiento ciudadano que busca cuidar la vida y evitar familias “incompletas”, niños huérfanos y heridos graves que no volverán a ser los mismos. Por eso, organizaron un velorio simbólico y una misa el viernes pidiendo justicia. 

En este caso, el informe de los peritos del Instituto de Investigaciones Técnico Científico de la Universidad Policial revela que la causa del accidente fue “falla mecánica coadyuvada por la negligencia del conductor”. Los frenos del bus fueron reparados solo de la parte externa. El chofer, quien también falleció, notó el problema 1.500 metros antes del punto de impacto, pero siguió por su “excesiva confianza”. Con una velocidad de entre 97 y 107 kilómetros por hora y la inclinación, la flota se embarrancó en la zona del Cañadón.