Vanidad de vanidades…
Como seguramente les ha pasado a muchos, víctima de la monotonía de la cuarentena, que ya parece “cuar-eterna”, decidí seguir a algún escritor, cuyo pensamiento combine con mi estado de ánimo. Fiel a mi formación bíblica opté por leer a Qohélet, el misterioso autor del “Eclesiastés” en el Antiguo Testamento.
Ni bien iniciada la lectura, me pregunté qué pudo hacer que un escritor bíblico comience un libro sapiencial con una tremenda afirmación: “vanidad de vanidades, todo es vanidad”, es decir “todo es un sin sentido”: ¿tal vez estaba rodeado de una sociedad decadente que solo pensaba en su bienestar a costa de explotar a los demás?, o ¿un mundo social y político plagado de corrupción y descaro que no consideraba el dolor y la pobreza de su prójimo?, o ¿un ser humano endiosado que se creía con el derecho de atropellar a la naturaleza y el mundo, que es hábitat de todos, solo con el fin de llenar sus bolsillos? o ¿es que haciendo un inventario de todo lo que había acumulado (títulos, conocimiento, casas, riquezas, ropa, joyas…) en este momento miserable no le servía para nada?
Aun sin terminar estas reflexiones, Qohélet saltó a mis elucubraciones con otra aseveración: “generación va y generación viene y la tierra permanece como siempre”, enfatizando que el ser humano no aprende sus lecciones por duras que estas sean y, pese a todo, no cambia.
Luego de describir un tremendo panorama desalentador y decir que hay tiempo para todo (tiempo de reír y tiempo de llorar, tiempo de abrazar y tiempo de no abrazar, tiempo de nacer y tiempo de morir), Qohélet, remarca que la muerte es el común denominador de la humanidad. Independientemente uno sea rico o pobre, justo o injusto, bueno o malo, ella va a dar cuenta de todos. Y nada de lo acumulado, que llena a algunas personas en la vida terrena de orgullo y vanidad, puede comprar unos segundos de esa vida.
Duras reflexiones para este tiempo de cuarentena, pero a la vez, una invitación a la sabiduría de quienes, al reconocer que “no sabemos cuál es el camino del viento”, percibimos que algo muy profundo debe cambiar entre nosotros. Quizá la cuarentena sea un tiempo propicio para retomar la empatía con el misterio de la vida en el universo, empatía con la naturaleza y con las personas.