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  • Diario Digital | martes, 23 de abril de 2024
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Hablando de sopapos

Hablando de sopapos

Para referirme a algunos sopapos memorables en la Biblia, voy a colgarme del último evento de Hollywood y la famosa entrega de sus premios Oscar en la que el galardonado actor Will Smith “sopapeó” al comediante Chris Rock, quien hizo una broma referida a la cabeza calva de la esposa de Smith.

Desde ya, las referencias a bofetadas en la Biblia son muy escasas. Hay una primera alusión donde un “falso profeta” golpea y humilla a un Micaías, por advertir la derrota de un rey corrupto (1 Re. 22:24). También se menciona una queja del adolorido Job ante Dios por haber sido abofeteado por sus falsos consoladores (Job 16: 10). Y la más trascendental es la que escenifican los Evangelios cuando Jesucristo es abofeteado en el contexto de un interrogatorio antes de ser injustamente condenado.

Es obvio que “sopapear” a una persona, en cualquier cultura, es un acto, más que reivindicativo de humillación y de demostración de fuerza para hacerle saber a la otra persona quién tiene el poder y el control de la situación.

Analicemos el sopapo al famoso comediante Rock. Camuflado en bromas, este humilló y denigró a una mujer que básicamente no podía hacer nada; en seguida el “macho alfa” se levantó y quiso con “su sopapo” reacondicionar su orden. Y las redes sociales explotaron a favor y en contra. Las más felicitaban a Smith por su actitud y las extremas señalaban que toda mujer debería tener un “hombre” así.

¿Será? Si bien, es más que evidente que las mujeres sufrimos “sopapos” (entiéndase ello como tipo de violencia y humillación), no necesitamos un macho alfa que defienda nuestro honor a golpes. Necesitamos que se nos respete por el simple hecho de ser, de existir, de ser mujeres sanas o enfermas, gordas o flacas, ricas o pobres, niñas, jóvenes o viejas, solteras, casadas, divorciadas o viudas. Respeto y punto.

Hay muchas hermosas escenas de empatía de Jesucristo con las mujeres, en un contexto tan patriarcal machista y violento como el que vivía. Escenas de lapidación, de marginación, de discriminación, de dolor, de muerte, tal cual hoy sucede.

Creo que el espacio no me da como para enumerarlas, pero sí para enfatizar que el Evangelio de Cristo no reivindica la violencia como vía de solución, sino la propuesta de un mundo mejor posible.

UN POCO DE SAL

Virginia Quezada Valda

Teóloga, biblista y socióloga 

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