Opinión Bolivia

  • Diario Digital | martes, 23 de abril de 2024
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Detrás de las lentejas

Detrás de las lentejas

Una de las historias más conocidas del Antiguo Testamento habla sobre unos mellizos que compartieron el mismo vientre, pero que en un momento de su vida fueron separados por intereses vinculados al sistema patriarcal de su tiempo, que determinaba que el primogénito debía heredar todo el poder y control sobre el clan familiar.

Hacemos referencia a la historia de Esaú y Jacob, hijos del patriarca judío Isaac y de su esposa Rebeca. De acuerdo con las leyes judías, el primer varón nacido vivo, es decir Esaú, debía ser el heredero. De él muchos dicen que, por preferir unas lentejas a su futuro como líder del pueblo, vendió a su hermano sus derechos vinculados a su condición de hijo varón mayor. Haciendo alusión a ese hecho se ha acuñado incluso la frase “vender la primogenitura por un plato de lentejas”. Con esa frase se critica actitudes como las de Esaú, señaladas como debilidad y poca inteligencia. 

Sin embargo, lo que no se dice es lo que hubo detrás de las lentejas. En efecto, en las penumbras de la historia está el actuar artero de una madre, quien fue la que en el fondo maquinó todo el plan para despojar a su hijo mayor de lo que en ley le pertenecía.

Lo que Rebeca no calculó tras su inicial “éxito” es el tremendo odio que estaba sembrando en el corazón de Esaú. En adelante él solo tendría en la cabeza la idea de matar a su hermano. Así lo obligó a huir, y él mismo se autoexilió para formar su propio pueblo, pueblo guerrero que en el futuro generaría para el pueblo de Israel mucha inseguridad y violencia.

Tomar decisiones con premeditada alevosía y ventaja, como hizo Rebeca, aprovecharse del otro, dividir a los hermanos, enfrentarlos y provocar odios irreconciliables, siempre tendrá consecuencias que a la larga harán daño a todos. ¿No es este mensaje apropiado, hoy, para políticos en Bolivia que actúan con similares artimañas, que terminan confrontando violentamente a hermanos contra hermanos?

Seis siglos después de esta historia, un sabio escribió: “El Señor aborrece por completo: los ojos altaneros, la lengua mentirosa, las manos que asesinan a gente inocente, la mente que elabora planes perversos, los pies que corren ansiosos al mal, el testigo falso y mentiroso, y el que provoca peleas entre hermanos” (Prov. 6:16-19).

UN POCO DE SAL

VIRGINIA QUEZADA VALDA

Teóloga y biblista 

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