Opinión Bolivia

  • Diario Digital | viernes, 19 de abril de 2024
  • Actualizado 13:26

¿Dónde está tu hermana?

¿Dónde está tu hermana?

Es una pregunta célebre: Dios mismo se lo pregunta a Caín, después del primer asesinato relatado en la Biblia. “¿Dónde está tu hermano? La sangre de tu hermano clama a mí desde la tierra.” La misma pregunta se nos podría hacer miles de veces en el presente, porque la sangre de muchos hermanos nuestros clama desde tantas tierras en conflicto y en guerra.

Pero, en el título de esta columna, he cambiado una letra del texto bíblico: ¿Dónde está tu hermana? Es preciso preguntar con especial énfasis por ellas, porque la sangre de nuestras hermanas asesinadas clama de la misma manera al cielo, pero en la tierra no se le presta la atención suficiente. Especialmente tenemos oídos sordos para los clamores de las sangres de los feminicidios en todos los países del mundo. 

Hermanas nuestras asesinadas por su hermano, su padre, su esposo, su novio. Les negamos incluso la dignidad de las víctimas, si les echamos la culpa a ellas y reclamamos comprensión por el asesino. Ya es hora de reconocer públicamente y repudiar estos crímenes como lo que son: asesinatos por odio, violencia de género. Y nunca un caso aislado, individual, un asunto personal: los feminicidios forman parte de una cultura patriarcal.

¿Dónde está tu hermana? Preguntemos también por las mujeres y las niñas que mueren aparentemente en silencio, por falta de atención médica, por hambre y enfermedades, o a causa de un parto o un aborto mal administrados. El sistema precario de salud y de nutrición es otra causa preferente de la muerte de mujeres y niñas en un sistema patriarcal. Es fácil mirar a un lado y pretender que “todos” tenemos igual acceso a los servicios básicos, aunque los estudios sociológicos nos afirmen cada vez lo contrario.

¿Dónde está tu hermana? Muchas de nuestras hermanas salen a las calles en reclamo de sus derechos y resistiendo a esta cultura patriarcal de la muerte. Repiten el clamor de la sangre derramada, gritando “¡Ni una más!”, “¡Ni una menos!”. Nos preguntan a la sociedad, a la Iglesia, a la política: ¿Dónde está tu hermana? No imitemos a Caín que pregunta si acaso es el cuidador de su hermano, porque ya sabemos que la respuesta es “¡Sí!”: soy el cuidador de mi hermano, y en particular de mi hermana, debo preocuparme de su sufrimiento y su muerte.

UN POCO DE SAL

STEFAN SILBER

Teólogo laico 

[email protected]