Opinión Bolivia

  • Diario Digital | miércoles, 24 de abril de 2024
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Wilster de película

Wilster de película

La escena parece sacada de una película. De una de esas comedias románticas noventeras que vimos con un placer –solo con el tiempo– culposo. Es el clímax de la trama. El chico, problemático y salido de la pobreza, encuentra la redención en un campo de juego: se consagra como deportista y como hombre ante un auditorio masivo que lo ovaciona. A los 21 años, mete su primer gol como futbolista profesional frente a un rival, en los papeles, invencible y, para festejarlo, corre hacia la tribuna para buscar a su esposa y dedicarle el tanto. La encuentra levantando un cartel que anuncia: “Vamos a ser papás”. El mensaje es solo visible para los que están en la cancha, los reporteros no saben a quién va dirigido y el rugido de la hinchada se acaba tragando la anécdota. Separados por la distancia y una pared de vidrio, el chico y la chica no pueden hablarse ni escucharse, tampoco abrazarse ni besarse. Solo pueden verse. Y leerse. La carta de amor de él es una canillera estampada de fotos. La de ella es un letrero en cartulina que acompaña el texto con imágenes de un vientre materno y una prueba de embarazo. Corte. Elipsis. Una hora después, ambos se reencuentran en los camerinos para finalmente estrecharse en un abrazo interminable. Su moribundo equipo le ha ganado al infumable club del hombre más rico de la comarca. Y, por si fuera poco, el joven futbolista y su esposa van a ser padres. Fin de “La Cenicienta en el Capriles”.

Afuera hay otra película en curso. No es comedia ni romántica, sino una de guerras. En ella, el chico enamorado es solo uno de los protagonistas. Su historia es la de un desahuciado regimiento que está a punto de ser acribillado por su tiránico enemigo. Lo integran soldados rojos, viejos y cansados, de glorioso pasado, pero desterrados del presente. Nadie más quiso reclutarlos ni pagar por sus devaluados servicios. Son los desheredados de la guerra (del fútbol boliviano). Juntos son un saco de aparapita: una pieza trabajosamente remendada con pedazos desechados por otros más privilegiados, que, con suerte, alcanza para protegerse del frío, pero rebosa una dignidad insobornable. Por eso, a la hora de hacer frente al bando contrario que sale a pelear uniformado de inmaculado casimir celeste, los guerreros parias abandonan su trinchera y atacan sin remilgos. Sorprenden, penetran y someten a las filas enemigas, que, despojadas de sus opulentos pertrechos, exhiben una desnudez oprobiosa. El equipo aparapita vence la batalla y se hace eterno ante su pueblo. La película podría llamarse “Victory en Cala Cala”, con Esparza en lugar de Pelé y Machado haciendo el papel de Michael Caine. Pero, es algo más. La suya es una épica más forajida. Son nuestro “Dirty Eleventh”: “Los once del patíbulo”.  

DIOS ES REDONDO

SANTIAGO ESPINOZA 

Periodista

@EspinozaSanti