El Wilster se nos muere (III)
Escribo esta columna unos minutos después de confirmarse la renuncia de Gary Soria como presidente de Wilstermann. Su dimisión se ha producido a solo cinco meses de haber asumido un cargo al que llegó con un soberano cuento del tío que nos creímos propios y extraños. Al postularse a la dirigencia aviadora, de él se sabía poco o nada: que sería arquitecto y, lo más importante, que iba a inyectar 3 millones de dólares para honrar las deudas más apremiantes del club. Ahora que deja el cargo por una presión generalizada del wilstermannismo, se sabe casi lo mismo del “arqui”: que nunca puso un solo centavo para reflotar las finanzas de la institución y, lo peor de todo, que es un mentiroso patológico. (Dada su mitomanía, habría que dudar hasta de sus estudios en arquitectura.)
Más que aliviar la crisis económica del Wilster, Soria precipitó el colapso del club. Bajo su mando, el Rojo no clasificó a ninguna copa internacional después de años consecutivos con presencia en Libertadores y Sudamericana. Las deudas salariales con la plantilla se inflaron. Las sanciones por procesos abiertos por exintegrantes del equipo derivaron en la quita de al menos seis puntos de cara al inicio del primer torneo del año. Un porcentaje significativo del plantel se marchó a otros clubes. A algunos de los que se han quedado, además de prometerles sueldos que nunca llegaron, los echaron de la peor manera. Corren procesos laborales de extrabajadores. Hay cuentas de servicios por pagar. Los futbolistas están en paro hace más de una semana. Dos de los mejores jugadores del último tiempo y, acaso, de la historia del Rojo, el Pochi y Serginho, se han marchado con pena y sin gloria. La prensa ha sido gratuitamente agredida por matones y un mequetrefe con título de abogado. Y la hinchada ha llegado al extremo de tapiar la sede y bloquear el ingreso al complejo aviador para pedir la renuncia del presunto arquitecto.
Ese es un recuento parcial de daños de la nefasta gestión de Gary Soria al frente de Wilster. Claro que no toda la culpa de la crisis es suya. La directiva a la cabeza de Grover Vargas tiene también su cuota de responsabilidad en este pandemonio. Vaya uno a saber si llega el día en que paguen sus delitos y faltas. Entretanto, queda el beneficio de la duda para quienes asuman temporalmente la administración del club. Ojalá que lo hagan de buena fe y con dinero contante y sonante. En todo caso, habrá que estar atentos para no volver a ser timados por el primer vividor que ofrezca millones salidos de una billetera fantasma. Porque, hay que decirlo fuerte y claro, Soria no es una anomalía, es un síntoma: el síntoma de un mundillo putrefacto de delincuentes de cuello blanco que, travestidos de dirigentes, se ocupan de estafar y robar plata en nombre del fútbol. ¿O es que nadie se acuerda de Carlos Chávez y de Rolando López? Si el Wilster tiene que descender o desaparecer, que así sea; pero que ya no nos venga a mamar ningún vendedor de monorriel.
DIOS ES REDONDO
SANTIAGO ESPINOZA
Periodista
@EspinozaSanti