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  • Diario Digital | viernes, 19 de abril de 2024
  • Actualizado 10:03

¿Tiene el fútbol quien le escriba?

¿Tiene el fútbol quien le escriba?

Tras un parón más inconsciente que voluntario, vuelvo a ocupar esta columna. Lo más probable es que a nadie le importe, salvo a mí, y eso.

Como fuere, el déficit de escritura sobre fútbol me ha hecho preguntarme por qué y para qué lo hago, más allá de la costumbre o el compromiso de llenar un espacio. Quisiera decir que tengo respuestas, pero no es así. Es más, me temo que haría mejor en dejar de escribir sobre cuestiones futboleras.

Puede que, a lo mejor, podría compartir lecturas sobre fútbol. Porque si bien buena parte de la “literatura” que produce, en especial la periodística, es afortunadamente desechable y olvidable, hay alguna cuya escritura se celebra y cuya lectura se saborea.

En días pasados di justamente con dos piezas que me recordaron que, como la literatura, la música o el cine, la conversación en torno al fútbol puede ser tanto o más satisfactoria que el juego mismo.

El primero se titula “Maradona es nuestra  confusión”, fue escrito por el periodista argentino Alejandro Wall y se publicó en la revista digital Anfibia. Y desde ya es la reflexión más lúcida que me ha tocado leer sobre el accidentado -como todo en la vida del Pelusa- retorno de Diego a su país para dirigir a Gimnasia y Esgrima de La Plata, más allá del ruido mediático que han desatado los ininteligibles bufidos que emite el campeón del 86 a manera de palabras y llanto.

El segundo texto es “Candidatos al Mundial 2030 sin saber cuánto nos costará” y fue realizado por el muy recomendable portal paraguayo El Surtidor, en colaboración con Chequeado (Argentina) y UyCheck (Uruguay). Se trata de un reportaje que ilustra la poca seriedad, cuando no irresponsabilidad, con que argentinos, uruguayos, paraguayos y chilenos postulan a organizar un megaevento deportivo cuyo costo real desconocen y cuyos efectos tienden a ser más desfavorables que favorables, según investigaciones serias.

No mucho más me resta decir sobre esos dos trabajos, que conviene mejor leer, salvo que funcionan como efectivo antídoto contra el bajísimo nivel del periodismo deportivo -con honrosas excepciones- , que suele estar más ocupado en celebrar fichajes millonarios, sacralizar o defenestrar ídolos sin mayor meditación y hacer relaciones públicas de deportistas, clubes, marcas y empresas, con una lógica más próxima a las páginas de farándula y sociales que al periodismo propiamente dicho.

Por fortuna, el fútbol aún tiene quien le escriba. Pero para encontrarlo hay que buscar más allá de las páginas deportivas nuestras de cada día. Hay que buscarlo ahí donde los millones provocan más preguntas que morbo. Ahí donde los ídolos son desentrañados en su complejidad. Ahí donde se piensa el fútbol. Ahí donde aún se hace periodismo.