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  • Diario Digital | viernes, 19 de abril de 2024
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País de racistas

País de racistas

Hasta hace solo unos días, Vinicius Junior era el jugador emblema de la Liga española de fútbol. Hoy, el brasileño es poco menos que el enemigo público número uno de la nación ibérica. Lo que pasó en medio es de sobra conocido: acusó a España de ser un país de racistas, luego de haber sufrido insultos de hinchas (le gritaron “mono” por su color de piel) en el partido jugado entre el Valencia y el Real Madrid en el estadio del primero. La indignación del jugador del Madrid se exacerbó al ser expulsado por una agresión a un contrario. La expulsión, días después retirada, fue correcta, pero hizo más evidente la indefensión de Vini frente a una agresión más compleja que una patada o un manotazo al calor del juego. Si para el futbolista que es violento dentro de un campo de juego hay sanciones claras, no ocurre lo mismo para el hincha que se escuda en la multitud para agredir a propios y extraños. Para el fútbol hay –mecanismos que buscan–justicia; para la tribuna, solo impunidad. El juego tiene castigo; el espectáculo, no.

Desde luego, esta es una lectura que se presta a matices. El más notorio lo ofrece el propios Vinicius, un talentoso como pocos en el fútbol de élite, que disfruta enfureciendo a sus rivales (jugadores e hinchas). Que se le reconozca como el mejor jugador de la actualidad en LaLiga no quiere decir que sea el más querido. Lo quieren en el Real Madrid y poco más, y ahora mismo ni siquiera en el club merengue debe ser tan santo de devoción como hasta hace poco. Su habilidad para ridiculizar a sus marcadores a plan de gambeta y para provocar a las hinchadas exhibiendo su sonrisa lo han vuelto en el blanco preferido de las intolerancias raciales que se desfogan en los estadios. Para colmo, si lo calientan, reacciona y no le importa ganarse la roja. Como fuere, ninguna de estas circunstancias justifica ni es atenuante del racismo del que es víctima.

La discriminación que viene sufriendo desde que es figura en el Real Madrid ha contribuido a que se convierta en el jugador más consentido en la “casa blanca”. Sin embargo, el clima de sobreprotección se ha resquebrajado por su reciente señalamiento contra España como “país de racistas”. Vinicius ya no ha atacado solo a los contrarios, sino a la nación española toda, esa de la que la institucionalidad madridista se siente una de sus más vivas expresiones. Los mismos forofos merengues, que lo habían entronizado como inminente ganador del próximo Balón de Oro, alzaron el grito al cielo para denunciar una campaña internacional contra la imagen de España.

Puede que el debate en torno al racismo y las formas de combatirlo desde el fútbol, uno de los espectáculos más populares del mundo global, se haya desviado irreversiblemente. Pero algo hay que reconocerle a Vinicius: el arrojo para acusar de racistas a sus anfitriones, incluyendo a su familia adoptiva, el madridismo que tan bien le da de comer. 

DIOS ES REDONDO

SANTIAGO ESPINOZA ANTEZANA

Periodista

@EspinozaSanti