Opinión Bolivia

  • Diario Digital | sábado, 20 de abril de 2024
  • Actualizado 07:25

Morir antes que… volver a un mundial

Morir antes que… volver a un mundial

Veo a Lampe perder la pelota ante Machís para regalarle el tercer gol a Venezuela y me acuerdo de cuánto lo extraño a Darío Rojas, el arquero suplente de la selección de 1993-94 que inauguró la participación boliviana en las Eliminatorias para el Mundial de EEUU con un ‘blooper’ digno de antología. Un ‘blooper’ que, eso sí, apenas le agrega una anécdota a la historia oficial de ese partido jugado en Puerto Ordaz: Bolivia 7 – Venezuela 1. Un ‘blooper’ que, a diferencia del que ejecutaron Bejarano y Lampe el jueves, nos dibuja una sonrisa nostálgica, feliz. Porque ese partido tuvo un final feliz para Bolivia. Porque esa Bolivia tuvo un final feliz en las Eliminatorias de 1993.

Un final feliz es algo que no nos ha vuelto a dar nuestro fútbol desde entonces. Ni siquiera el subcampeonato en la Copa América de 1997, acaso el último regalo de la mejor generación de jugadores que ha parido nuestro balompié. Ni siquiera el 6 – 1 contra la Argentina dirigida por Maradona. Ni siquiera las goleadas de local en fechas pasadas de las Eliminatorias para Catar, que tanto daño le hicieron a nuestro ya de por sí malogrado sentido común. Esas no son historias con final feliz, sino apenas raptos de esperanza que duran lo que un mal “chaki” y dejan más arrepentimiento que el exceso de alcohol.

En su estupidez, la analogía de la borrachera se me antoja útil para ilustrar la experiencia de los hinchas -entre los que me cuento, lamentablemente- que seguimos a la Selección boliviana de fútbol. Como con los tragos, en la Verde solemos hallar unos instantes de euforia impagables, pero que al día siguiente se nos hacen insufribles. Y claro, nos prometemos, sin que nadie nos lo pida, que nunca más caeremos ante los placeres que nos promete el vicio. Nunca más probaremos una gota de alcohol, nunca más tenerle fe al “equipo de todos”. Nadie nos lo cree, ni siquiera nosotros mismos, porque la experiencia demuestra que volveremos a caer. Volveremos a farrear, volveremos a esperar por un final feliz de Bolivia, volveremos a maldecir a Rojas, a Lampe, a Bejarano, a Farías… Y puede que, incluso por un tiempo, dejemos de seguir sus partidos, busquemos cura a plan de fútbol europeo o seamos tan radicales como para desintoxicarnos de los vaivenes de la pelota con mucho cine y televisión. Ya me veo haciendo eso, me lo imagino: cambiando de canal apenas vea a los ‘troncos’ bolivianos cantando el himno, apagando el televisor, tomando un libro… Me lo imagino, sí, pero no me lo creo. Voy a volver a recaer, maldita sea. Voy a recaer, aun temiendo, en mi fuero más interno, que nunca más veré a Bolivia clasificar a un mundial. Que nunca más tendremos otro final feliz.   

DIOS ES REDONDO

SANTIAGO ESPINOZA 

Periodista

@EspinozaSanti