Opinión Bolivia

  • Diario Digital | jueves, 28 de marzo de 2024
  • Actualizado 11:53

Messi transgénico

Messi transgénico

Si esta columna se publica con más de una semana de demora, es porque el fútbol profesional seguía en terapia intensiva hasta hace solo algunos días. Y si se publica en lunes en lugar de domingo, es porque su autor dilapidó el fin de semana atestiguando la resurrección de la pelota. Ocurrió en Alemania. A los 66 días, el dios redondo resucitó de entre los muertos por COVID-19 y ascendió al firmamento televisivo para reinar entre los (aún) vivos -pero cada vez más mortales- que lo veneramos. 

Toda esta cháchara es para festejar la reanudación de la Bundesliga alemana, el primer torneo profesional de élite que se vuelve a jugar desde que la pandemia apagó los espectáculos deportivos. Entre sábado y lunes se han disputado partidos con estadios vacíos, hinchadas aún “encuarentenadas”, goles que se festejan con coditos y un ruido ambiente que me recuerda “pichangueadas” bajo techo de futsala o raquet… Pero, qué más da. Sigue siendo fútbol. Y es mil veces mejor a que no haya. Es un fútbol de y para muertos vivientes. Fútbol zombi para un mundo zombi. Y sabe a gloria.
 
De más está decir que en estos últimos tres días he visto partidos enteros y reprises y resúmenes de la primera división alemana hasta lo insano. Goles frescos, al fin. De media distancia, de penal, en propia puerta. Gritos ahogados, lamentos sordos, abrazos insalubres, suplentes silenciados con barbijos y distanciados entre sí… No voy a abundar en detalles de un torneo que conozco poco. Eso sí, del primer encuentro que se transmitió en vivo, el del Borussia Dortmund contra el Schalke 04, debo admitir que me conmovió más que cualquier otro entretenimiento pandémico. El primer gol del postfútbol, el del noruego Haaland, se sintió como un orgasmo colectivo y compartido. Uf, creo que nunca le había tenido tanto aprecio al fútbol alemán como ahora. Estoy a punto de perdonarles los dos 1-0 con los que le arrebataron a Argentina los mundiales de 1990 y 2014, aunque no así el 1-0 con que nos robaron el debut boliviano en EEUU 94.

Ya estoy contando las horas para que llegue el próximo fin de semana de Bundesliga. Porque de este lado del coronamundo espero nada o casi nada en materia futbolera. Baste con recordar que, en los últimos días, si se ha hablado de fútbol en Bolivia, ha sido para lamentar la tragedia de ocho futbolistas colombianos quienes fueron traídos con engaños al país solo para enfermarse de COVID-19. O para enterarnos de que Lionel Messi es un producto transgénico. Sí, como se lee. En uno de sus cada vez más frecuentes autogoles, el Gobierno transitorio se mandó un decreto para abreviar la aprobación en el uso de transgénicos, una medida de lo más impopular e insensata que, sin argumentos reales para sostener, se atrevieron a defender con sandeces como la que alude a Messi. El astro argentino se convirtió en la bandera gubernamental de los transgénicos, porque, dizque, estos estaban en las hormonas de crecimiento que tomó en su adolescencia para crecer. Así, señoras y señores, el mejor futbolista del mundo había sido un producto transgénico. Ergo, debemos consentir los cultivos genéticamente modificados, ignorar sus potenciales daños sobre la agricultura y la salud de los bolivianos y apostar a que nuestro monstruoso trigo transgénico parirá al tan esperado Messi boliviano que nos llenará de un orgullo mutante.  

Ahí está la cura para nuestro mal fútbol: los transgénicos… Mejor me voy a dormir y espero a que llegue el fin de semana de Bundesliga.

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