Opinión Bolivia

  • Diario Digital | miércoles, 27 de septiembre de 2023
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Messi, un fantasma en La Paz

Messi, un fantasma en La Paz

Un fantasma recorre La Paz: el fantasma de Lionel Messi. La especulación sobre su llegada para la segunda fecha de las Eliminatorias contra Bolivia se acaba, o eso creo, el domingo en la noche: las cámaras lo muestran bajando del bus que lleva a la Argentina a su hotel. No estoy lejos. Bien podría caminar unas cuadras y sumarme al séquito que aúlla su nombre para que asome por una ventana.

El lunes avanza. No alcanzo a ir al hotel ni al complejo de Achumani donde entrena la Albiceleste. Busco consuelo en las imágenes que circulan en las redes. No hallo fotos de Messi, solo de hinchas trepados a las laderas circundantes a la cancha de The Strongest. El “10” rosarino se ha vuelto invisible. Algunos medios dicen que no ha entrenado con sus compañeros por la molestia física que le hizo pedir su cambio en el partido contra Ecuador. Si de verdad llegó, ¿ya se habrá ido? ¿Lo habrán abducido falsos extraterrestres? ¿Prefirió quedarse en su cuarto a jugar Play?

Martes por la mañana. Me despierto optimista. Ya no estoy solo. Vamos al Siles, pero, en el camino, nos topamos con seguidores y curiosos parapetados en las afueras del hotel de los argentinos. Nos gana la emoción y bajamos del trufi. Si Messi está aquí, tengo que verlo. No lo sé aún, pero pasaré las siguientes dos horas abrazado a una valla esperando por un fantasma. Salen guardaespaldas, no Messi; asistentes con uniforme celeste, no Messi; perros extraviados, no Messi. Deberíamos correr al estadio, pero algo nos lo impide. Estoy casi convencido de que Leo nunca llegó a La Paz, cuando, de un rato a otro, caminan hacia el bus el ‘Dibu’, Lautaro, Mac Allister, el Cuti… Casi al final de la delegación aparece el mejor del mundo, o eso dicen los gritos de los hinchas enloquecidos a mi alrededor. Yo también grito y, aunque no es verdad, quiero creer que mi voz lo hace dar la vuelta y dirigirnos una media sonrisa. Es él. Ahora sí, a Miraflores.

En las afueras del estadio reina un caos infernal. Solo tras un calvario de empujones, correteos y reproches en masa llegamos a nuestros asientos. Los vecinos nos reciben con la peor de las noticias: Messi no será titular ni aparece en la nómina de suplentes. ¿A quién vi entonces sonreírme hace unos instantes? El partido deviene una tortura más insufrible que la fila para entrar al Siles (al menos para los bolivianos). Ya no espero nada. Me distraigo viendo a tres niños apegados a las rejas de la tribuna, luciendo orgullosos tres versiones del astro argentino: la del Inter Miami, la del Barcelona y la de Argentina.

Mi corazón se desboca cuando, casi al final del encuentro, la megafonía anuncia el ingreso al campo del “10” argentino, al que muchos recibimos con aplausos y ovaciones. Quiero creer que es Messi. Unos segundos después, la vecina de las malas noticias nos muestra una foto tomada con el zoom a tope de su celular en la que se lee “Correa” arriba del número sagrado.  

Messi no está, es un fantasma. O a lo mejor, si es un fantasma, está en todas partes y en ninguna.

DIOS ES REDONDO

SANTIAGO ESPINOZA ANTEZANA

Periodista

@EspinozaSanti

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