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  • Diario Digital | sábado, 20 de abril de 2024
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Humérez, Zuleta y el fútbol caco

Humérez, Zuleta y el fútbol caco

Sin partidos que jugar o ver, el fútbol boliviano ha quedado reducido a un nido de ratas. Si hace siete días, la única noticia asociada al balompié en Bolivia se derivaba de la descabellada teoría gubernamental sobre el origen transgénico de Lionel Messi; en esta última semana, el fútbol boliviano ha sido destapado en toda su inmundicia dirigencial, tras la implicación de Fernando Humérez y Walter Zuleta en el escándalo de los respiradores con sobreprecio.

A estas alturas, a casi nadie en el país le debe ser ajeno que Humérez es un tipo tristemente célebre por su militancia wilstermannista, desde la que llegó a ser presidente de la extinta Liga Profesional del Fútbol Boliviano. Sin embargo, la postal más reciente del perfil futbolero del “testigo clave” data de la campaña electoral para los comicios fallidos de 2019, en medio de la cual suscribió, a nombre de una facción “gurka”, una sórdida alianza con Evo Morales. Un episodio que hablaba tanto del decadente olfato político del líder masista como de la enésima resurrección de un dirigente con vocación más criminal que reivindicativa. Además de su vinculación al ámbito deportivo, Humérez fue representante vecinal y diputado suplente de Ninoska Lazarte (por Podemos), un escaño que “vendió” al masismo con tal de convertirse en vicepresidente de la Brigada Parlamentaria cochabambina.

No menos “ejemplar” es la hoja de vida de Zuleta, abogado fugado al Perú y exdirigente de Bolívar, quien llegó a ser tesorero de la Federación Boliviana de Fútbol (FBF). No quiero ni imaginarme las barbaridades que pudo haber perpetrado desde ese carguito, habiendo estado en sus manos el dinero de la institución matriz del balompié boliviano. Y si la imagen más (im)popular de Humérez lo tiene a lado de Evo Morales, en una indignante proclamación “roja” de los “azules”; la foto más célebre de Zuleta es una tomada en un encuentro “hot” con una tal Gabriela Zapata, exnovia de Morales, a cuyo cogote se abalanza el “abogánster” cual vampiro del Choqueyapu.

No voy a aportar nada nuevo si digo que la dirigencia futbolera es un ámbito acaparado, en general, por proyectos de empresarios y políticos con angurrias de hacer engordar sus billeteras y su capacidad de influencia al precio que fuere. Tampoco es novedad que clubes, ligas y federaciones de fútbol son escuelas avanzadas de corrupción, cuando no de delincuencia más avezada o de mafias vinculadas al narcotráfico, las apuestas o la trata de personas. Pero, no por ser un secreto a voces, ya está todo dicho. Menos hecho. Menos en Bolivia.

Al margen de las investigaciones judiciales en torno al papel de Humérez, Zuleta y el resto de los involucrados en la “estafa” de los respiradores, este bochornoso episodio debiera plantearnos la necesidad de indagar con más vehemencia y promover una limpieza de las alcantarillas dirigenciales del fútbol boliviano, esos repositorios de escoria libres del ojo ciudadano y estatal, adentro de los cuales campean a placer no tanto futboleros como cacos (un término más cabal para hablar de cloacas), cuyas tropelías, bien lo sabemos, las acabamos padeciendo todos y no solo el mundo del deporte.