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  • Diario Digital | viernes, 29 de marzo de 2024
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El fútbol, la otra guerrilla de El Mallku

El fútbol, la otra guerrilla de El Mallku

En 2014, cuando para muchos estaba olvidado o era un recuerdo pintoresco de los convulsos primeros años del milenio, Felipe Quispe Huanca, El Mallku, tuvo una reaparición insólita. No volvía a tomar las armas, tampoco amenazaba con bloqueos, menos aún anunciaba un nuevo proyecto político. Tomaba la palabra para celebrar el ascenso a Primera B de la Asociación del Fútbol Paceño del Pachakuti Fútbol Club, equipo del que era presidente. Lo había fundado en sus años de diputado (2002-2004) y soñaba con que ascendiera a la Primera A y de ahí a la Liga Profesional. "Quiero ver jugar en la Liga a los Quispe, Mamani,  Condori, Yujra, a los despreciados, gente que no es tomada en cuenta para los partidos que se juegan en los equipos profesionales”, le dijo entonces a Página Siete.

La noticia bien pudo pasar como una anécdota más del histórico líder aymara, pero no era el caso. Una revisión de la relación entre el mundo indígena boliviano y el fútbol, como la que hacen los libros “Otro fútbol” (Juliane Müller y Mario Murillo) y “La Golonialidad del poder” (Sergio Villena), evidencia que el balompié ha tenido y tiene usos políticos en las poblaciones andino-rurales del país. Dependiendo el contexto histórico, la práctica deportiva podía convertirse en un espacio de encuentro intercomunal, de afirmación nacionalista, de resistencia a las dictaduras o de ascenso de nuevos liderazgos. Y al leer las declaraciones de Quispe, se entendía que su aproximación al profesionalismo del fútbol apuntaba a una necesidad de inclusión de talentos indígenas y, acaso, a una toma de poder de la escena deportiva nacional. El fútbol se había convertido en el nuevo foco guerrillero de El Mallku.

Usar el fútbol como una plataforma sindical y política está lejos de ser una novedad en Bolivia. El mejor ejemplo es Evo Morales. Pero, a diferencia del expresidente, el proyecto futbolístico de Felipe Quispe no estaba guiado por el mero afán lúdico ni lo usaba para afianzarse como figura pública. Retomando los términos de Villena, el fútbol de El Mallku tenía una aspiración más descolonizadora que la predicada por Evo, quien suele defender el deporte más por sus cualidades sobre la salud física que por sus dimensiones políticas.

Lo último que supe de Pachakuti FC fue que Quispe quería venderlo (a 15 mil dólares), porque ya no tenía cómo costearlo. Ignoro si lo hizo. La noticia me supo a una nueva derrota política de El Mallku, pero que, como las anteriores, no era definitiva ni mucho menos, sino una nueva oportunidad para buscar otras formas de lucha. Quiero creer que ni siquiera su muerte a los 78 años ha de enterrar del todo su proyecto histórico. El tiempo lo dirá.

DIOS ES REDONDO

SANTIAGO ESPINOZA  A.

Periodista

@EspinozaSanti

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