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  • Diario Digital | miércoles, 24 de abril de 2024
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Fútbol chiquito

Fútbol chiquito

De las contadas cosas buenas que tuvo la última semana me quedo con el primer gol de Messi vistiendo la camiseta del PSG. Fue por Champions, se lo anotó al Manchester City dirigido por (su mentor) Guardiola y fue un golazo. Derivó de una corrida con el balón del argentino que, merced a una delicada pared con Mbappé, culminó con un remate desde el límite del área grande que se metió en el palo más cercano de Ederson Moraes, para sorpresa del meta brasileño y de todos quienes creímos que Leo lo acomodaría en el palo más alejado.

No hace falta dilapidar más elogios en un hecho que, por su belleza, conviene ver una y otra vez antes que comentar. No obstante, hay una lectura del gol que me viene a la mente ahora que lo vuelvo a ver. Dicen que la dijo algún periodista deportivo que se quiso pasar de listo (¿hay alguno que no lo haga?) y calificó la jugada del tanto como una típica maniobra de fútbol de salón. Sí, del fútbol chiquito que juegan equipos de cinco jugadores por lado en canchas de cemento, al que remitiría la devolución en espacio corto que practicaron el argentino y el francés antes de que el primero clavara el balón en las redes.

No estoy seguro de que la alusión al futsal sea un elogio o una maledicencia. Como fuere, a mí se me antoja curiosa, porque ha irrumpido en los mismos días en que se venían jugando las instancias finales del Mundial de Futsal en Lituania. (Un certamen a cuya final, por cierto, ha llegado por segunda vez consecutiva Argentina, vigente campeón mundial, que se medirá contra Portugal, en un partido programado para la tarde de hoy domingo.) Y además de curiosa, la analogía entre el gol de Messi y el fútbol de salón me ha resultado nostálgica, al punto de haberme recordado los años de niñez y adolescencia que, al igual que tantos otros, gasté con placer irrepetible mientras me sacaba la mugre en canchas de cemento de barrios y colegios varios.

Y ahora que lo veo por enésima vez, el gol de Messi al City fue efectivamente de futsal. Lo fue por esa explosión de velocidad con que nació, por el diálogo cabal entre el ejecutor y el asistente, por la potencia justa con que se metió a la portería rival y, cómo no, por la euforia infinita en que devino al ser gritado por su goleador: ese futbolista chiquito que juega un fútbol chiquito que, con sus proezas chiquitas, nos devuelve a ese mundo chiquito en el que fuimos los seres más chiquitos y felices de la tierra.

DIOS ES REDONDO

SANTIAGO ESPINOZA 

Periodista

@EspinozaSanti