Opinión Bolivia

  • Diario Digital | miércoles, 24 de abril de 2024
  • Actualizado 12:01

El fútbol boliviano no existe IV

El fútbol boliviano no existe IV

Tengo sentimientos encontrados respecto al paro de los futbolistas que impidió un arranque regular del torneo profesional boliviano. Por un lado, mi yo clasemediero más conservador, hincha bruto, sordo pero nunca mudo, está furioso porque no pudo ver a su equipo debutar y debió conformarse con contemplar a unos juveniles ajenos meter y hacerse meter goles por docena. Por otro lado, mi otro yo, también clasemediero pero con restos de eso que llaman conciencia social, se conmueve al ver a los jugadores profesionales adoptando un espíritu de cuerpo para reclamar por los sueldos que les deben, negándose a jugar, plantando cara a sus empleadores y hasta sentándose sobre el césped de espaldas al rival para protestar por los abusos de los que son objeto.

Debo confesar que estuve en el Capriles el jueves en que los once titulares de Royal Pari pusieron en escena una suerte de performance para expresar su malestar ante el estado de las cosas en el fútbol boliviano. El árbitro pitó el inicio del partido, los juveniles de Aurora movieron la bola e, inmediatamente, los de Pari se sentaron en el pasto, de cara a su arco, sin decir una palabra, para conmoción de los contados espectadores -entre ellos, los titulares de Aurora que se negaron a jugar- que respondieron al gesto con silencio, aplausos, silbidos y, finalmente, gritos de “jueguen”. No sé a otros, pero a mí ese instante me resultó épico, insólito, histórico, digno de admiración y de un lugar privilegiado en mi memoria futbolera. (Me da igual si el encuentro luego se jugó y acabó con el equipo cruceño goleando 8-0 al cochabambino.) Lo recordaré más y mejor que la gran mayoría de los partidos que he visto desde las tribunas. 

Por unos días, el gremio de los futbolistas, acicateado por Fabol, se convirtió en un colectivo obrero, permeado por la histórica cultura sindical boliviana, dedicado a celebrar en el campo de juego asambleas deliberativas en lugar de partidos, arriesgando intereses particulares en bien de los sectoriales, dando muestras de solidaridad con sus compañeros más golpeados (dicen que hay jugadores a los que algunos clubes les deben hasta ocho meses de sueldo). 

La crisis finalmente se resolvió el viernes con la firma de un acuerdo entre jugadores y dirigentes, comprometiendo la vuelta a la normalidad desde la segunda fecha del torneo. Mi lado de hincha conservador festeja que el fútbol vuelva plenamente a nuestras canchas, pero mi lado de futbolero progre habrá de recordar por mucho tiempo las horas en que nuestro fútbol devino poesía, acogiendo partidos que no se jugaban, montando espectáculos de silencio e inacción, cambiando la pelota por consignas, en suma, jugando al fútbol sin fútbol. Por una vez, que dejara de existir fue lo mejor que le pudo pasar al fútbol boliviano. Lo mejor de nuestro fútbol fue su muerte consciente y voluntaria: el corto verano de la rebeldía pelotera.

DIOS ES REDONDO

SANTIAGO ESPINOZA  A.

Periodista

@EspinozaSanti