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  • Diario Digital | jueves, 25 de abril de 2024
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Fuera Farías…

Fuera Farías…

Más que una convicción, el titular de esta columna es un descarado gancho. O quiere serlo. Que lo consiga o no es otra historia. Un gancho, sí, o eso que los “profesionales” de las redes pronuncian con desparpajo “clickbait”. Un anzuelo para intentar capturar la atención del “target”. Lo que, para ponernos prácticos y aplicarlo a la lógica mediática imperante, sería un perrito maltratado y desvalido y moribundo y con la lengua afuera. Más claro: Scully (¿o Scolly?). Y no, no la agente de los “Expedientes X”, sino el perro (¿o perra?) que es entrenado por su dueño para un torneo clandestino de esquí asfáltico canino. Gancho, decía. Una vil artimaña para retener al lector contra su voluntad al otro lado.

Pero, ya que estamos, fuera Farías, ¿no? Digo, pues en los dos primeros partidos amistosos de su nueva temporada al frente de la Selección, jugados contra un plantel juvenil de Ecuador y contra un seleccionado que en tiempos mozos solíamos golear de local o de visita, Venezuela, el adiestrador se comió siete pepinos.

Digo, por más o menos lo mismo, la FBF se despachó a Eduardo Villegas y, de yapa, se ganó una deuda de 145 mil dólares. O es que, como Farías es su técnico, ¿César Salinas tendrá algo más de tolerancia con el venezolano?. Gancho, decía. Porque, en estos días de fecha FIFA, más que en la desgraciada fortuna del “equipo de todos”, que no es novedad pero sigue vendiendo, me he distraído en otros afanes futboleros de menos gancho. O si nos ponemos a tono, de menos “Scully”. 

Uno de ellos ha sido el histórico partido entre Irán y Camboya, jugado el jueves en el estadio Azadi de Teherán por una fecha de las eliminatorias asiáticas para el Mundial de Qatar 2022. Histórico no por lo desbocado de su resultado: 14-0. Histórico porque fue el primero en cuatro décadas en el que las autoridades iraníes permitieron el ingreso sin preselección de mujeres hinchas a un estadio en el que jugaría de local la selección de fútbol de Irán. Histórico porque el acceso de mujeres al partido fue, en gran medida, una victoria póstuma de Sahar Khodayari, la “chica azul”, una fanática iraní que se inmoló el mes pasado tras saber que sería encarcelada por haberse colado a un encuentro de la liga local (¿a alguien le suena “Offside”, la película dirigida por el iraní -también reprimido- Jafar Panahi, imprescindible para cualquier futbolero que se respete?).

Histórico porque, aunque solo accedieron a 4 mil de 48 mil entradas disponibles, las iraníes las agotaron en menos de una hora, se hicieron sentir en las gradas del Azadi y llevaron la atención del mundo del césped a la tribuna. Histórico porque, de cuando en cuando, el fútbol puede ser también escenario de cosas más importantes que el fútbol.