Opinión Bolivia

  • Diario Digital | jueves, 28 de marzo de 2024
  • Actualizado 16:35

El fútbol silenciado

El fútbol silenciado

Dicen que Bolivia se pacifica. Que la pacificación trae de vuelta la normalidad. Y que la normalidad trae consigo, entre otras tantas cosas, al fútbol. Algo de verdad hay eso que dicen. Hace poco más de una semana, el sábado 23, me puse a ver la final de la Libertadores entre River Plate y Flamengo, que se jugó en Lima. Fue la primera vez que el torneo continental se definió en un solo partido y en cancha previamente fijada, a lo Champions. Debió jugarse inicialmente en Santiago de Chile, pero la conflictividad aún campante en suelo chileno llevó a la Conmebol a relocalizar el cotejo. Si hace un año había sido el deporte el causante de su propia desgracia, con la accidentada final entre Boca y River que fue llevada a Madrid debido a la violencia que empañó la vuelta en la capital argentina, este 2019 fue la conflictividad estructural en la región la que incidió, aunque sin tanto drama, en el desenlace del campeonato. 

Del resultado final entre el cuadro brasileño y el argentino hay poco más que decir. Como wilstermannista rencoroso que soy, y a mucha honra, grité los dos tantos con que Gabigol les arrebató de las manos a Gallardo y compañía la copa que ya sentían suya. Amén del silencio del DT de River, me quedo con los balbuceos de Mariano Closs, el relator argentino que narró el encuentro en su español argento hasta los minutos de adición del segundo tiempo, cuando, sin previo aviso, adoptó el lenguaje de los bufidos y sollozos contenidos para acompañar la derrota del equipo porteño. El River-Flamengo fue el primer encuentro de fútbol que vi por completo (o casi) en mucho tiempo, desde que estallara la crisis del 20/O. En los siguientes días intenté ver otros, con más o menos suerte. El partido que no vi, pero seguí por radio e internet, fue el de Wilster con Always Ready. El empate mantuvo al Rojo en la punta, aunque apenas. Más que el resultado, el evento deportivo cobró un cariz especial por ser el primero en jugarse en El Alto tras la crisis de octubre y noviembre. Wiphalas cubrieron el estadio de Villa Ingenio y adornaron el cintillo de capitán del local. Hubo homenaje a los caídos, con crespones negros y minuto de silencio. Pero, el silencio más ensordecedor fue el que convocó Serginho, en el gol del empate, al amordazarse con las manos y despachar un telegrama directo al mandamás de la FBF, el César del balompié boliviano que, a plan de amenazas, pretende silenciar las voces disidentes en nuestro balompié. Un método represivo que se me antoja tan parecido al del Gobierno transitorio que quiere acallar al país que le reclama sus excesos.

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