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  • Diario Digital | viernes, 19 de abril de 2024
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De cara a la vida

De cara a la vida

Es preciso preguntarnos si la vida de las personas con discapacidad ha cambiado, reconociendo sus aptitudes y potencialidades o simplemente sigue la vulneración a sus derechos humanos hoy como ayer.

En todas partes del mundo, las personas con discapacidad han sufrido maltrato y violación a sus derechos humanos, pero detenernos solo mirando las miserias sería pecar de miopes.

A partir del esfuerzo individual de hombres y mujeres, hay avances importantes posibilitando su inclusión en la vida social, económica, cultural y hasta político. Para comprender lo vivido ayer, con lo que se transita hoy, les pido juntos sumergirnos en este hecho de vida, después, abrir el telón de la reflexión en nuestras conciencias.      

¿Puedes contarnos algo de tu vida personal?

Siendo muy pequeña me atacó la enfermedad de la poliomielitis, afectándome a los miembros inferiores y un poco a mis brazos. Entonces, pienso que empezó el calvario para mí, porque mi madre me abandonó en manos de mi abuela a quien posteriormente yo la llamaría mamá. 

Recordando los años de mi niñez y adolescencia siento un manto de tristeza; todos los días trabajaba ayudando en la elaboración de dulces y helados, aparte debía cumplir los quehaceres de la cocina; no conocía descanso, ni hablar de buena ropa, siempre estaba sin calzados, era la niña pobre de la casa. Nunca fui a un centro de rehabilitación, tampoco a una escuela para aprender a leer y escribir, una tía en sus ratos libres me enseñó los números y las letras del alfabeto, así pude practicar un poco de lectura.

Fue transcurriendo el tiempo con total vulneración de mis derechos fundamentales, en muchas oportunidades escuchaba decir: “eres un clavo, un bulto no sirves para nada”; ignoraba la existencia de otras personas con discapacidad, falsamente creía que era la única en el mundo con esta desgracia. Chispas de alegría había cuando aprovechando algún descuido, iba a jugar al parque infantil que quedaba cerca de casa, chicos y chicas que me conocían del barrio compartían conmigo, incluso ayudándome a trepar al tobogán o deslizadero, era un gozo grande.

¿Cuándo cambió tu suerte?

Ya era mayor de edad, mi madre abuela enfermó gravemente hasta morir, poco después decidí irme a un asilo sin ver ningún horizonte. En mayo de 1979 recibí la visita de las señoras de la Legión de María, ellas venían para invitarme a una reunión que estaba organizando un sacerdote de nombre Ignacio Zalles; así fue como conocí la Fraternidad de Enfermos e Impedidos, que en su inicio la mayoría fueron personas no videntes. Ese contacto marcó un nuevo rumbo en mi diario vivir, asistiendo a las reuniones, seminarios, jornadas departamentales y asambleas nacionales.

A pesar de mi escasa formación, aprendí a mirar la vida con optimismo y los hermanos fraternistas, mostrándome afecto y amistad, siempre impulsaron en mí el rescate de las cualidades y virtudes que las tenía como todo ser humano. Gracias a la fraternidad logré superar y vencer los complejos, por ejemplo, cuando la gente me miraba sentía morirme, por eso buscaba esconderme, ese sentimiento de inferioridad fue transformado totalmente, porque hoy ya no tengo miedo conversar con nadie. 

Posteriormente empecé a practicar deporte sobre silla de ruedas en la asociación de Oruro, a través de esta actividad tuve la oportunidad de conocer otros departamentos de nuestro país, hoy significan gratos recuerdos.

¿Cómo resuelves tu situación económica?

Para tener el alimento diario y cubrir las necesidades más elementales siempre tuve que dedicar muchas horas de trabajo al tejido manual de chompas, ropa para bebés, etc., no ganaba lo suficiente pero, tenía para sobrevivir. De 2001 al 2005 estuve vendiendo tarjetas para teléfonos públicos; abandoné este comercio porque ya no era rentable, al abrirse tiendas con cabinas telefónicas en todo lado, no valía la pena seguir.

Al final de esta breve pero amena charla ¿qué cosa consideras importante agregar?

Quiero dar gracias a DIOS por haberme regalado la vida y ofrecernos salvación, después, decir que soy feliz porque tengo una hija que me ayuda y acompaña, otra linda razón para vivir. Al sostener este dialogo debo recordar que en el año 1986 nos conocimos en una reunión de la fraternidad, lo que más recuerdo es que me dijiste que estudiabas en la Facultad de Derecho y que tu dificultad terrible era no poder leer los libros de tu carrera, porque no había nada en Braille. Entonces dije: “no soy buena para leer pero, si quieres yo te ayudo con la lectura de tus textos”. Así fue naciendo nuestra entrañable amistad.

Santiago has conquistado muchos logros importantes en tu vida. Soy testigo fiel para afirmar sin lugar a dudas lo que muchas veces me has repetido y hoy comprendo que es una verdad; “No hay nadie inútil en este mundo”.

Gladys Flores Rojas, gracias por haberme concedido valiosos minutos de conversación tan maravillosos, concluyo diciendo: “Señor estás en este lugar”, “Siento tu presencia”, “Yo confío en ti”.

FORO

SANTIAGO BLANCO CRUZ 

Afiliado al Instituto Boliviano de la Ceguera

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