Pedofilia en la Iglesia católica francesa
El recientemente desvelado escándalo de más de 200.000 niños abusados sexualmente en la Iglesia católica de Francia constituye para todo ciudadano en el mundo un vórtice inextinguible de preocupación y repudio, pues los sujetos del delito son los niños y jóvenes; la esperanza de toda nación.
Naturalmente, Dios desapareció de esa iglesia francesa que sobrepujó la fe y la redujo al instinto básico, empero, es otro mensaje inequívoco que la iglesia debe reformarse desde sus cimientos, y uno fundamental para cambiar es el voto de castidad; estos ministros de la iglesia deben disponer de libertad sexual y estar autorizados a formar un hogar que estabilizara su instinto.
Se argumentó en su día a raíz de los casos de pedofilia en los EEUU, España y en casi todos los puntos del orbe, a través del Papa y sus palabras rezaron “la posesión de medidas necesarias para proteger sobre todo la vida de los niños para que crímenes tales no se repitan más”.
El Papa declaró que no se opone, ante la dimensión execrable del delito de pedofilia, a los articulados más rigurosos o draconianos en los ordenamientos jurídicos de los países para penalizar, juzgar y castigar a los sacerdotes pedófilos, quienes irremisiblemente se someterán a la jurisdicción ordinaria sin invocar a fuero alguno.
El castigo, por lo fehaciente de los hechos, no es medio adecuado para extirpar esta inagotable fuente de casos que se desvelan como una actividad oculta y protegida por los superiores, estos hombres deben conducir su vida como cualquier hombre simple, solo los diferencia su fe y su apostolado de predicar los evangelios y los valores y virtudes que predicó Jesucristo.
Implícitamente, el Papa convoca a las sociedades a protegerse de esta desviación sexual que, paradójicamente, se asoma por la iglesia que debía proteger a todo ciudadano y dar el ejemplo. Esclarece que desde el mínimo atisbo de peligro para los niños y jóvenes y, ahora, se suman las monjas que son agredidas sexualmente, existe una protección judicial como una verdadera prevención.
A criterio de este escritor–columnista, la prevención ya ha sido asumida con seriedad por los países diligentes en proteger a los niños y a la juventud; todo ello trasuntado en la inserción de este delito en los códigos penales y su implementación solvente.
Empero, lo precitado no constituye la erradicación del problema en su raíz u origen, pues este radica en la propia estipulación de los dogmas de la Iglesia católica, específicamente, como se afirmaba en este mismo artículo, en el voto de castidad. Es irrefutable la tensión poderosa que se origina entre el instinto o la pulsión sexual que es inherente a todos los humanos y los mencionados votos de castidad.
La recurrencia de los hechos y la obsecuente reincidencia de los sacerdotes pedófilos, publicadas como últimas andanzas las acaecidas en Francia, es otro indicador nada deleznable para que el Papa nos siga sorprendiendo con sus decisiones de avanzada y progresistas y piense muy intelectivamente decidiendo que sus ministros sacerdotes reciban la licencia para vivir en una sociedad conyugal, cuando así lo expresen voluntariamente los interesados, conscientes que no resistirán el acoso del instinto sexual en el ejercicio de su apostolado, como lo perciben las mujeres y hombres sencillos en el mundo.
Yo creo con convicción que esta medida trascendental para transformar a la Iglesia católica, sería la idónea con el razonamiento que la imperfección es nuestra naturaleza; de no tomar una decisión drástica continuarán los abusos, pues el instinto prevalece y la prohibición doblegará al sacerdote inclinándolo a cometer el delito y, peor, se crean, por simple sentido de protección, sociedades clandestinas entre los propios sacerdotes para traslapar u ocultar estas desviaciones.
Esta estrategia de ocultamiento de algo tan tenebroso que perjudica de por vida a las víctimas, consterna sobremanera, pues la colectividad mundial conoce solo los casos que se desvelan y ¿qué cantidad de hechos por acción de la pedofilia y el abuso a las monjas quedaron en el silencio, siendo las víctimas estigmatizadas para toda la vida, obligadas a afrontar las graves consecuencias psíquicas y, peor, la desmotivación para vivir?
Otra pregunta lacerante que surge de la sencillez del ciudadano que está compungido y desesperanzado en su fe en los sacerdotes, no en Dios, pues la desconfianza en ellos es patente: ¿En qué dimensión puede influir negativamente en los deberes de un religioso católico, si está casado?. Se intenta una respuesta razonada estableciendo: beneficiarse de la estabilidad emocional y sexual y vivir dentro del ámbito natural de los humanos que es la sociedad conyugal para crear vida, desarrollar su apostolado sin traumas, establecer costumbres que se transformarán en leyes y fortalecer a las sociedades en sus principios morales y éticos.
FORO
RAÚL PINO-ICHAZO T.
Abogado, posgrados en Derecho Aeronáutico, Arbitraje y Conciliación
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