La Iglesia y la aviación
No puede resultar extraño que el afán de mujeres y hombres de desprenderse de la tierra fuese compartido por quienes profesaban alguna religión, aunque falsamente no estuviese bien visto. Así la historia refleja que en el año 66 de nuestra era, en tiempos de Herón, Simón el mago realizó en Roma un corto vuelo en el que pereció. Según la tradición, “el impío, poseído del diablo montó sobre el satánico aparato descendiendo desde la tercera colina y recorriendo un largo trecho como a veinte codos de la tierra, ilusionando al público con la magia del condenado”.
El Obispo de la ciudad desactivó los poderes infernales con sus plegarias al Señor y consiguió de su benevolencia que el impío cayera de su máquina y se rompiera el cráneo. Siglos más tarde, las cosas habían cambiado y en el año 1051 en Inglaterra, el benedictino Oliver de Malnesbury construyó unas grandes alas y, sujetándoselas fuertemente a los brazos, se lanzó de una alta torre hiriéndose al llegar a tierra, opinando que “lo ocurrido en esta desgracia no hubiese tenido lugar si mi traje de ave hubiese tenido la cola que tienen estas alas”. Lo antedicho es una premonición cierta de la invención del ornitóptero (batimento de alas), para luego devenir el helicóptero.
Los lectores intuyen que a mujeres y hombres no les repugna el poder de volar, pues lo consideran un poder, que hoy se llama poder aeronáutico, y se suceden muchos ejemplos de intentos como la mosca fabricada de hierro en Núremberg y el águila fabricada que se le presentó a Carlos V.
Concluyendo que a los humanos no les repugna volar ni por la gravedad ni por los artificios de las alas y del movimiento, antes, se lo concedemos con más razón, pues tienen sobre los referidos ejemplos el movimiento natural, que es ventaja. Dentro de las obras precursoras de la inquietud del hombre para ascender, volar y desprenderse de la tierra, se cita el “Compendio de la Teología”, en 1688, escrita por Fray Antonio de Fuentelapeña y el “Tratado de monstruos y fantasmas”, donde además de plantear la cuestión de si el hermafrodita, en quien prevalece la igualdad de sexos, podrá casarse a un mismo tiempo con un hombre y una mujer.
Aborda con profundidad la interrogación, que si los humanos pueden artificiosamente volar. Después de diversos razonamientos, parece que Fuentelapeña recoge alas y no se muestra muy optimista a la posibilidad que el hombre tiene que volar no obstante del artilugio que ha diseñado. Los ejemplos que se citan concluye que el volar se somete con total resignación a la censura y corrección de los técnicos y especialmente de la Iglesia.
Felizmente los doctos encuentran la fórmula para que se pueda volar y la Santa Iglesia no solo aprueba sino que muy especialmente la utiliza. El transporte aéreo se ha transformado en una habitual y segura forma de desplazamiento y hoy en día lo utilizan casi 3.000 millones de personas al año y el Santo Padre utiliza el avión en sus frecuentes viajes apostólicos. Se hace abstracción a las fantasías que el fraile capuchino vierte en su libro, y en lo que atañe a la aviación se limita a razonar la posibilidad que el hombre tiene que alzarse de la tierra y refleja las dificultades que se dan en el propósito, remitiéndose tanto a la ciencia futura como al designio de la Iglesia a la que pertenece.
Hoy tenemos un espacio aéreo surcado de aeronaves que transportan millones de pasajeros y merece que se reconozca el mérito de Fray Fuentelapeña, quien siempre estimó que no solo ello es posible, sino que expuso la forma en que sería realizable tan ambicioso sueño.
Nuestro país necesita que su espacio aéreo sea surcado diariamente por cientos de vuelos lícitos al día, pues es un país eminentemente aeronáutico por su bella orografía e históricamente por usurpadores de nuestra amplia costa. Tenemos el ejemplo del LAB, que se erigió como la principal y más premiada línea aérea del continente por su servicio exquisito; ahora, la principal línea aérea del país trabaja incesantemente para asumir la posta con modernidad en la gestión, mejor equipo de vuelo, personal muy bien formado y rentable infraestructura.
FORO
RAÚL PINO-ICHAZO T.
Abogado, posgrados en Derecho
Aeronáutico, Arbitraje y Conciliación; Filosofía y Política