Educación de la mujer es de importancia nacional
El epígrafe es una verdad como un templo. En general, la educación y la disciplina que convienen a uno de los sexos, cuando comienza la vida, con lo que hay de mejor en la del otro; la cultura moral e intelectual que invade el espíritu del hombre es saludable para la mujer, pues todos los argumentos elaborados en favor de la instrucción de los hombres abogan con la misma energía en favor de la instrucción superior de las mujeres.
Se concluye que, en todas sus atribuciones, la inteligencia de la mujer acrecerá su utilidad y eficacia. La mujer le asignará al hombre el pensamiento y la previsión, le permitirá anticipar e intuir las eventualidades de la vida; le inspirará métodos y mejoras útiles, le fortalecerá en todo concepto y con sus facultades intelectuales lo protegerá contra el desengaño y se protegerá a sí misma ante la impostura de una ignorancia necia.
Es otra verdad irrefutable que los hombres por sí mismos no sabrían ser sanos de espíritu y corazón cuando las mujeres fueran lo contrario; debido a que la condición moral de un pueblo depende principalmente de la educación de la familia; por lo que, sustentando al epígrafe, una vez más, la educación de las mujeres debe ser considerada como de importancia nacional.
Indudable también es que el carácter moral y la fuerza intelectual del hombre tiene su mejor salvaguarda y apoyo en la pureza y la elevación de la mujer y, cuando más desarrolladas sean las facultades de las mujeres y hombres, tanto más orden y armonía existirá en la sociedad que consolida la seguridad ciudadana. Está demostrado que una nación no puede sino progresar con las luces y con el perfeccionamiento de la mujer; es más, hoy todo cambió, antes era dudoso, por los prejuicios exacerbados, que se pueda obtener ventaja alguna en compartir con el hombre la insensible y ruda labor en los negocios y la política.
El precitado cambio es irrefragable para afirmar que la mujer logró sobrepujar esa discriminación, de modo que hoy la conducción del mundo por las mujeres sería justa, equitativa en la participación, honesta y exenta de prejuicios. Corrobora a ello que la influencia de la mujer es la misma en todas partes; en todos los países, las costumbres, las maneras y el temple del carácter dependen de la mujer, y cuando ella es depravada también lo es la sociedad; y cuando más pura y digna, que es el caso de la mayoría de las mujeres, más noble y digna será la sociedad.
La mujer instruida es el reflejo de una sociedad de hombres instruidos, y extender la libertad intelectual de la mujer es asegurar a la comunidad, porque todas las naciones no son sino el producto de las familias y los pueblos de las madres. El carácter nacional es sostenido por las mujeres y cuando esta situación se revierte, una nación puede ser observada como próxima a su ruina.
FORO
RAÚL PINO-ICHAZO T.
Abogado, posgrados en Derecho
Aeronáutico, Arbitraje y Conciliación; Filosofía y Política