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  • Diario Digital | viernes, 19 de abril de 2024
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¿Somos mestizos o cholos?

¿Somos mestizos o cholos?

¿Somos mestizos o cholos? Ojo que cholo es una palabra de las Islas de Barlovento, que significa gozque, quiltro, ch’api, t’ampulli, perro de múltiples y desconocidas razas; y que los que saben dicen que mestizo es el que más se acerca al blanco, mientras cholo es el que más se acerca al originario. 

En algunos casos, nuestro mestizaje se complica, pues tenemos también sangre de otros países: sangre judía, árabe, europea de otras naciones que España, por lo cual somos, como se dice, hijos de  leches.

No faltan los políticos que incluso escribieron novelas para decir que Francisco Pizarro tuvo una relación armoniosa con una originaria, de la cual nacieron hijos mestizos vigorosos. La Corona tuvo el cuidado de distinguir la plebe de la nobleza incaica; preservó los privilegios de esta y les dio como comisión que cobraran el tributo colonial a sus súbditos. Por supuesto, las ricas herederas del incario fueron escogidas por españoles para casarse. Los casos más notorios fueron ese militar español que se casó con una princesa Calahumana, dueña de extensas tierras en Huarina, que engendró al Gran Mariscal. Otro caso es el del presidente José Manuel Pando, cuya primera dama era descendiente de reyes incas. Y hay otros múltiples ejemplos que omito decir, pero me guardo para la polémica ulterior que se avecina.

Un argumento más para señalar la falacia de nuestro mestizaje armonioso, como cuando dos metales se funden en un crisol y dan lugar a un tercero, digamos el estaño y el cobre que dan el bronce. Nada de eso, porque nuestro mestizaje fue traumático, producto de violaciones a las mujeres incorporadas al botín de guerra, que se entregaban sumisas y parían hijos naturales, pues los conquistadores jamás habían tenido la intención de casarse. Con lo cual, la madre soltera ya había perdido a su comunidad y no la aceptaba la sociedad española. Esta es quizá la causa de que tantas madres solteras fueran las tatarabuelas de esas otras solteras que hoy regentan pensiones, donde sirven “almuerzos”, mientras sus hijos naturales crecen vigorosos, pero sin conocer al padre. Quizá nuestro mestizaje se acerque a la forma ch’eje, término propuesto por una socióloga paceña, que significa gris (en quechua chejchi), pero solo si se mira desde lejos, pues desde cerca es una sucesión de puntos negros y blancos que no se juntan.

De modo que el grueso de la población somos cholos, aunque no querramos aceptar al indio que llevamos dentro y soñar con el abuelo europeo, aunque los europeos se rían de nuestras pretensiones.

OJO DE VIDRIO

RAMÓN ROCHA M.

Escritor, abogado, “cronista de ciudad”

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