Opinión Bolivia

  • Diario Digital | jueves, 28 de marzo de 2024
  • Actualizado 15:30
Santa Pitita

Encuentro un artículo del candidato Mesa, que trata de definir la “revolución de las pititas”. Dice: insurgencia democrática inscrita en la historia para siempre; esa Bolivia, la de la “revolución de las pititas” arrinconó al todopoderoso Morales y lo obligó a renunciar; las pititas probaron que la estrategia de lucha no violenta funciona, que la resistencia organizada con fe e inteligencia da resultado, que acorrala a los poderosos y los deja sin argumentos. Todo a partir de la sociedad organizada, todo a partir de la vitalidad solidaria. En las calles se encontraron unos con otros que  -vecinos- se habían cruzado tantas veces con apenas unas palabras, pero que en esos días se miraron a los ojos y supieron con alegría que podía contar el uno con el otro de ahí en más.

Alguien escéptico como Sábato diría: No es que no esté de acuerdo, pero exijo mejores argumentos. Porque en esa columna de opinión no se consideran los 40 muertos y los 1.000 heridos de Senkata y Sacaba, que, tarde o temprano, así como la Agenda de Octubre, se convertirán en Agendas que el movimiento popular exigirá por lo menos una investigación para dar con los autores.

Con ser dos atentados muy graves contra los derechos humanos, cuyas víctimas son gente humilde (ningún Mesa, ningún Gisbert,,,), hay gente que no entiende que  un interinato se proponga generar cambios neoliberales en la estructura económica del país sin la menor autorización para ello. 

Pero sigamos con las pititas. Dice Mesa que en 21 días esa resistencia no violenta tumbó al tirano, pero no escribe una sola palabra sobre la revuelta de la Policía y las Fuerzas Armadas, y las declaraciones de Camacho de que su padre habría negociado la rebelión de estas dos fuerzas. No dice tampoco que los bloqueos se concentraron en los barrios residenciales, y que esa “revolución” probablemente seguiría estos días si los comerciantes, transportistas y gente que trabaja en la zona sur no exigían su derecho al trabajo. Tampoco habla de los simpáticos Motoqueros, que deberían elevar una oración a Santa Pitita, su Patrona, porque se mostraban amenazadores en las calles, donde no había ninguna resistencia.

No es casual referirse a la Agenda de Octubre, que determinó suspender la exportación de gas a Chile, la caída de Goni y el neoliberalismo y la indiferencia de Mesa, que no quiso declarar en el juicio contra los responsables de algo menos de 70 muertos en El Alto. ¿Pero qué dirá Mesa si se ve obligado a ordenar una investigación en la Agenda de Senkata y la Agenda de Sacaba?

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